João Paulo Pacifico, multimillonario: “Reemplazar los impuestos con filantropía es privatizar el bienestar común”

El brasileño es el único superrico de América Latina entre las 250 fortunas que reclaman a sus gobiernos que les graven más para no acaparar más riqueza y ahondar en la desigualdad

João Paulo Pacifico en su oficina, en Sao Paulo (Brasil).Lela Beltrão

A João Paulo Pacifico (46 años, São Paulo, Brasil) le incomoda hablar de dinero. Prefiere considerarse un activista, no un súper rico, pero resulta que es el único multimillonario latinoamericano que ha firmado el manifiesto Orgulloso de pagar más (impuestos), suscrito por 250 personas que reclaman a sus gobiernos que ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

A João Paulo Pacifico (46 años, São Paulo, Brasil) le incomoda hablar de dinero. Prefiere considerarse un activista, no un súper rico, pero resulta que es el único multimillonario latinoamericano que ha firmado el manifiesto Orgulloso de pagar más (impuestos), suscrito por 250 personas que reclaman a sus gobiernos que grave más su patrimonio. Pacifico, la heredera Abigail Disney o Brian Cox de Succession sostienen que el statu quo agrava una desigualdad creciente y dañina que amenaza la democracia. El brasileño despliega un discurso tan duro contra lo más sagrado del capitalismo que sorprende que acabara labrándose una carrera tan exitosa en ese mundo. Conversamos en la sede del Grupo Gaia, que fundó e invierte en vivienda social o cooperativas del Movimiento de los Sin Tierra (MST). Queda en el Wall Street brasileño. Vendió la parte tradicional del negocio y donó casi todos los millones obtenidos a una ONG de la que participa. Un movimiento similar al del fundador de Patagonia.

Pregunta. ¿Es súper rico de cuna o creó su fortuna?

Respuesta. No sé qué son los super ricos. Yo renuncié a bastante dinero, que no era heredado. Tengo los privilegios de una persona de clase media en Brasil, fui a un colegio y a una universidad privadas.

P. ¿Qué quería ser de mayor?

R. Deportista, dedicarme a la natación. Crecí sin lujos.

P. ¿Por qué decidió unirse a este llamamiento presentado en Davos?

R. Los impuestos son una de las formas de lograr justicia social. Quizás la más importante, pero no la única. Lo más importante que hice fue vender una empresa que fundé y renunciar a gran parte del dinero de esta venta. Doné mucho dinero, en efectivo, no valor de empresa, dinero de verdad.

P. ¿Cuánto?

R. Prefiero que no lo ponga.

P. Sin cifras es difícil hablar de fortunas e impuestos.

R. Siempre he sido muy crítico con la concentración de la riqueza. Para mí, el que acumula mucho es, por regla general, un imbécil. Yo no anticipaba la repercusión que tendría firmar la carta. Para mí es muy obvio que tengo que pagar más impuestos. Proporcionalmente, renuncié a mucho más que la heredera de BASF y lo mío no era una herencia. Cree Gaia hace 15 años. Recaudar recursos para el Movimiento de los Sin Tierra (MST) y otros movimientos sociales, para operaciones de impacto y de baja rentabilidad, también es una manera de renunciar [a dinero] en pro de un objetivo mayor.

P. Dice la carta de Davos que la filantropía no es la solución.

R. Es que si un rico padece cáncer probablemente done para el cáncer, pero ¿quién donará para las enfermedades de los más pobres? Cuando reemplazamos los impuestos con filantropía, privatizamos el bienestar común en manos de unas pocas personas. Esto que para mí es de lo más obvio, no lo es tanto. Otra cosa, entre un millonario y un billonario hay mucha diferencia.

P. ¿Usted es del 1%, del 0,1% o del 0,01% de Brasil?

R. Ni idea. Tengo una posición económica muy privilegiada. Y creo que el sistema tributario del mundo es injusto. Y el de Brasil, muy injusto. Punto.

P. Brasil es especialmente sangrante. Quien gana 4.000 reales al mes (unos 800 dólares) paga lo mismo de impuesto de la renta que quien gana cuatro millones (800.000 dólares). Datos del Ministerio de Hacienda.

R. No es razonable, ni está bien. Y nos encontramos a mucha gente pobre de derechas argumentando que no tienen que pagar más [impuestos] porque piensa que un día llegará [a tener éxito] y no llegará. Es una locura. Y están los que amenazan con irse del país si les cobran más, unos chantajistas. ¿Dónde está la conciencia social de esta gente?

P. ¿Por qué los bajos impuestos para los súper ricos son catastróficos para la sociedad y amenazan la democracia?

R. La gente tiene que entender que el dinero tiene una influencia gigantesca en el poder. Un ejemplo de Brasil. Los empresarios del agronegocio caben en este edificio. Pero la bancada ruralista aglutina a más de la mitad de los diputados. ¿Y eso ocurre porque el pueblo brasileño realmente ama la agricultura? No, porque el dinero compra poder e influencia en los medios. Lo mismo, en Estados Unidos.

P. ¿Y cuáles son las consecuencias?

R. Una de las formas de corrupción que la gente no ve es la compra de bienes públicos a un precio más barato. Pagan pocos impuestos, así acumularán más dinero, empiezan a controlar bienes públicos que ya no son públicos y controlan todo. Su objetivo es debilitar al Estado. El poder real no está en manos de quienes elegimos. El verdadero poder son las personas con más dinero, que cada vez acaparan más. Y el mundo avanza rápidamente por esa senda.

P. Dice usted que fundó Gaia para humanizar los mercados financieros. Suena a campaña de relaciones públicas. ¿Cómo nació y qué vende?

R. Mire, lo que impulsa el mercado financiero es la avaricia, es un juego de tiburones. Me incomodaba porque nunca fui así. Llegó la crisis de 2008 y dije: ‘Quiero crear una empresa en la que sea genial trabajar, con gente buena”.

P. ¿Para quién trabajaba antes?

R. Era director de una empresa subsidiaria de un banco de inversión. También trabajé para el agronegocio, lo conozco. Y, cuando llegó la ola de la securitización inmobiliaria, la surfeé. Tuve suerte.

P. ¿Qué son esas inversiones de impacto en las que está centrado?

R. Inversiones con impacto real. Financiamos renovaciones de viviendas en favelas, financiación para el MST, para agricultura familiar. Y cuando lo probé, me dije: ‘Esto es lo que yo quiero hacer en la vida’. Decidí vender la parte tradicional del negocio. Y volví a tener suerte porque alguien de la competencia quería comprar. Y doné gran parte. Estoy creando un fondo patrimonial que apoyará causas. La primera, educación.

P. ¿Descubrió que el MST es un buen negocio?

R. Todo salió estupendo. Invertir en el MST nos dio un retorno justo. Pero no inviertes en acciones que van a subir, son préstamos a tipos de interés justos. Desde esa perspectiva, es un buen negocio, maravilloso. Estás produciendo alimentos, reduciendo la desigualdad, sembrando agroecología… Pero el mercado financiero prefiere financiar pesticidas. Está completamente desconectado de la realidad, solo está preocupado por los beneficios trimestrales. Punto.

P. El capitalismo le ha decepcionado.

R. Absolutamente, no funciona.

P. ¿Y cómo llegó usted al mercado financiero?

R. Porque contrata ingenieros, yo era ingeniero y bueno haciendo cuentas. Al principio estaba completamente dentro del sistema, hasta tenía pensamientos de derecha. Empecé a cambiar de opinión al ver la falta de humanidad. ¡No se trata así a la gente! Lo segundo fue entender que el sistema está organizado para mantener los privilegios y explotar a la gente. Es un pequeño club que se autoayuda. Yo me parezco un poco a sus miembros, hombre blanco, heterosexual… Me dejé crecer el pelo para no parecerme tanto. El mercado es sexista, racista. Muchas veces las mujeres, para crecer, tienen comportamientos machistas. Las personas LGBTQ+ tienen que fingir. Y los negros no tienen la más mínima oportunidad.

P. ¿La playa es el lugar más democrático de Brasil?

R. Puede ser, aunque algunas están cerradas. Ni siquiera el Carnaval es democrático. Quizá las comparsas callejeras de São Paulo… pero los súper ricos no van ahí. Y en Salvador, un cordón separa al pueblo de quien paga. Los estadios de fútbol… ahí estamos medio juntos.

P. ¿Recuerda cuándo ganó su primer millón y qué hizo con él?

R. Si es que no soy un tipo que gana dinero para gastar. Mi mujer se ocupa de todo.

P. ¿Cuál es su capricho de rico? Alguno tendrá.

R. Viajar en clase ejecutiva, pero no siempre lo hago. Creo que es el único capricho que mola. Tengo cero apego a los coches, la ropa… Me gusta comer sano. Ah, soy vegetariano desde hace 16 años, y varios días a la semana, vegano.

Siga toda la información de El PAÍS América en Facebook y X, o en nuestra newsletter semanal.

Sobre la firma

Más información

Archivado En