El reto de la productividad
La posibilidad de acelerar el crecimiento de Colombia a largo plazo depende, en gran medida, de la capacidad de dinamizar la productividad en la economía de servicios, que hoy es el corazón de la estructura productiva nacional
¿Por qué los salarios no crecen más? La respuesta frecuente es: porque la productividad de los trabajadores no aumenta lo suficiente. Con lo cual, la pregunta es: ¿Por qué la productividad de los trabajadores no crece más? La respuesta tiene varias formas. Ex...
¿Por qué los salarios no crecen más? La respuesta frecuente es: porque la productividad de los trabajadores no aumenta lo suficiente. Con lo cual, la pregunta es: ¿Por qué la productividad de los trabajadores no crece más? La respuesta tiene varias formas. Expongo una que exploramos con Luis Felipe Sáenz, profesor de la Universidad de Carolina del Sur, en un capítulo de Historia dedicado a la llegada de Colombia a la modernidad, desde 1950 hasta el presente, que será publicado por Uninorte, bajo el liderazgo de Adolfo Meisel, en un libro de historia económica de Colombia.
La modernización económica suele ir acompañada de transformaciones profundas en la composición de la producción y del empleo. La economía pasa de estar dominada por la agricultura a volverse más urbana e industrial y, en etapas posteriores, a centrarse en los sectores de servicios.
La proporción de colombianos empleados en el agro pasó de más de 60% a mediados del siglo pasado a menos de 20% en la actualidad. La participación de las actividades industriales (manufacturas, construcción, etc.) en el empleo se ha mantenido relativamente estable en 20%. En contraste, la economía colombiana emplea hoy casi dos de cada tres trabajadores en el sector de servicios (65 %).
Los bienes agrícolas, mineros y manufactureros tienen un amplio margen para incorporar tecnologías. A su vez, condicionados a mantener cierta calidad, los procesos industriales buscan mejorar su posición competitiva reduciendo costos y empleando tan poca mano de obra como sea técnicamente posible. Esa lógica es la esencia de la Revolución Industrial.
En contraste, los servicios tienen poco espacio para cambios sustanciales en la productividad. Se trata de personas que atienden a otras personas en almacenes, aulas de clase, hospitales, centros de atención telefónica, teatros, restaurantes, hoteles, conciertos, etc. Si en esos sectores la productividad crece poco, pero los salarios aumentan (por cambios en el salario mínimo, por ejemplo, o por el aumento de salarios en distintas categorías de trabajo en otros sectores), no habrá una fuerza compensatoria para las empresas. Perderán márgenes de ganancia. Si más y más trabajadores llegan a estos sectores, la tasa de crecimiento de la economía tiende a estancarse.
No quiere decir que no exista fuerte innovación y competencia en los sectores de servicios, que los fuerzan a tecnificarse, a ser más eficientes y a presionar a negocios similares para que se adapten o perezcan. La llamada “destrucción creadora” de Joseph Schumpeter también ocurre en los servicios, pero el margen para reducir costos es limitado en comparación con el agro, la manufactura o la minería. Nadie reserva en un buen restaurante para comer lo más rápido y barato posible; una cajera de un supermercado o de un banco es hoy sólo un poco más eficiente que hace unas décadas, lo mismo que un mesero de un restaurante o un violinista.
Estos hechos llevaron al economista William Baumol a plantear, en 1967, la presencia de un tipo de “enfermedad” económica, consistente en que, a largo plazo, en la medida en que la economía emplea a su fuerza laboral en sectores con menor productividad, dedicados a los servicios, la productividad total decrece y se estanca.
Los servicios pueden clasificarse en “de mercado” y “gobierno y otros”. Los servicios de mercado se convirtieron en el gran empleador de la economía colombiana: en 1950 representaban menos del 15% del empleo y cerca del 30% del PIB; en la actualidad superan el 45% del empleo.
En Colombia, los servicios de mercado encarnan con crudeza la predicción de Baumol: mientras en setenta años el agro, la manufactura y la minería han logrado avances, aunque sean irregulares, la productividad de los servicios prácticamente no ha crecido. Esta dinámica no es un simple síntoma de modernización; es un obstáculo estructural para el crecimiento sostenido, pues la reasignación laboral hacia sectores con bajos aumentos de productividad reduce la capacidad agregada de la economía para generar bienestar a largo plazo.
¿Hay esperanza? ¿Estamos condenados a un bajo aumento de la productividad y de las remuneraciones? Si Colombia lograra retomar la senda de crecimiento de la productividad en servicios observada entre 1950 y 1980, el efecto compuesto sobre el crecimiento a largo plazo sería sustancial. Dado el peso creciente de los servicios en el empleo, mejoras moderadas en su productividad tendrían un impacto significativo en la productividad agregada. En otras palabras, la posibilidad de acelerar el crecimiento del país a largo plazo depende, en gran medida, de la capacidad de dinamizar la productividad en la economía de servicios, que hoy es el corazón de la estructura productiva nacional.
¿Cuál puede ser el culpable del estancamiento de la productividad en servicios desde los años ochenta? Las diferencias de productividad entre países no se originan en la tecnología disponible, pues esta es global, sino en el grado en que la regulación permite —o bloquea— la competencia. Sin competencia efectiva, las empresas enfrentan menos presión para adoptar nuevas tecnologías, mejorar procesos, reorganizarse internamente o desplazar a firmas menos eficientes.
Si se opera en mercados donde la entrada es difícil, los costos regulatorios son elevados y la presión competitiva es insuficiente para disciplinar a las empresas rezagadas, la reasignación de recursos en busca de la eficiencia—el mecanismo central del aumento de la productividad en las economías exitosas— simplemente no ocurre.
La sobrerregulación no es un detalle administrativo: es una causa del estancamiento productivo. La regulación excesiva —o mal diseñada— encarece la formalidad, desincentiva la inversión, dificulta la entrada de nuevos competidores y reduce la escala eficiente de operación de las empresas existentes.
En ese entorno, incluso sectores con potencial para aumentar la productividad permanecen rezagados y los sectores intensivos en servicios no desarrollan las capacidades necesarias para sostener un crecimiento moderno.
El problema no es que Colombia haya llegado a los servicios demasiado pronto, sino que un conjunto de instituciones no le permite convertir el cambio estructural en crecimiento.