La ceguera ‘petrouribista’
Caminamos hacia unas elecciones en las que se discutirá sobre lo mismo que hace 40 años, pero en las que nada se hablará sobre inteligencia artificial generativa ni de cómo hacer frente a una revolución que en un par de años a todos nos cambiará la vida
Gracias a los corruptos, gracias a los violentos, gracias a aquellos que dicen amar al “pueblo”, pero que no hacen más que sembrar caos, vamos camino a unas nuevas elecciones en las que los temas primordiales para Colombia serán los mismos de hace 10 años, de hace 20 años, de hace 40 años, de hace 60 años y tal vez de mucho más atrás. Vivimos una condena interminable dictada por quienes ...
Gracias a los corruptos, gracias a los violentos, gracias a aquellos que dicen amar al “pueblo”, pero que no hacen más que sembrar caos, vamos camino a unas nuevas elecciones en las que los temas primordiales para Colombia serán los mismos de hace 10 años, de hace 20 años, de hace 40 años, de hace 60 años y tal vez de mucho más atrás. Vivimos una condena interminable dictada por quienes nos gobiernan (los de hoy y los de hace 10 años y los de hace 40) que nos obliga a estar pendientes de la supervivencia propia y de la democracia, en lugar de estar mirando hacia el futuro global que pinta cada vez más mal.
El pasado fin de semana, el 30 de noviembre, el ahora inevitable Chat GPT cumplió tres años de haber sido puesto a disposición del público en general. Fue el despertar hacia una nueva forma de ver la inteligencia artificial: el nacimiento de la inteligencia artificial generativa. Un concepto del que poco se habla en Colombia y mucho menos en los altos estamentos del poder, donde viven más preocupados por proteger su feudo político, garantizar sus voticos con subsidios o inundando los corazones de miedo, mientras a espaldas de todos cocinan alianzas obscuras útiles solo para quienes hacen dichos acuerdos.
De la IA en el Congreso de la República se habla con base en conceptos de hace cinco años. De la IA en la Casa de Nariño no se habla o al menos no se menciona en los populistas discursos del presidente Petro, más preocupado por repetir como un mantra las palabras fascismo, oligarquía, pueblo y dignidad en lugar de poner el foco sobre una amenaza real que se cierne sobre todo el país y el mundo entero, y para la que sus refritos conceptos del comunismo maoísta poco o nada servirán.
Mientras en Colombia se vive la fiesta de los Benedettis y los Abelardos, mínimos ante una verdadera amenaza global, la inteligencia artificial generativa empieza a movilizar a intelectuales y científicos del mundo entero para tratar de anticipar la forma en que como humanos tendremos que hacer frente a una revolución que en un par de años nos cambiará la vida a todos. Y no es por el cuento ya bien conocido de los empleos que se van a perder gracias a la masificación de estas tecnologías que podrán administrar empresas o conducir vehículos mejor que los humanos. La situación es mucho más delicada y comienza por uno de esos lugares que ni este ni los anteriores gobiernos supieron poner a tono con el presente: las escuelas.
En muy poco tiempo, los niños en los colegios ya no le verán sentido alguno a asistir a clases, pues creerán que la IA Generativa puede hacerlo todo. No habrá interés en aprender a escribir. No habrá interés en aprender a pensar. Así mismo, los escenarios para la creatividad se irán cerrando poco a poco, gracias al bajísimo costo con el cual todo tipo de contenidos se podrán hacer con un buen comando dado a la IA que en segundos hará lo que a un humano tomaba semanas o meses. Perderemos la espontaneidad de nuestro lenguaje, mientras que algo tan humano como las canciones ya no serán compuestas y producidas por músicos, sino por gigantescos servidores. Seremos menos que nada, seremos menos que la nada que ya somos.
Tal vez somos bienaventurados porque en Colombia eso que viene no nos preocupa. Es como si viviéramos en una realidad paralela alejada de la realidad del resto del planeta. Como si la burbuja ‘petrouribista’ nos fuera a salvar de una mortal avalancha planetaria. Nada más falso.