Cultura mata polarización
Renegar del poder cultural es un gran signo de decaimiento de la voluntad institucional de la nación. Darle poder a la cultura es la política que nos saca del hueco de la decadencia
Mi padre decía: “Contra soberbia, bus”. Yo digo: “Contra polarización, cultura”. En este país de extremos en los cuales cada ciudadano es un partido político con candidatos a bordo, la cultura saca la cara. Habría que valorizar a quienes manifiesten que no son candidatos: “Yo no soy candidato” sería un buen eslógan para resaltar el valor de no caer en la tentación. Renegar del poder cultural es un gran signo de decaimiento de la voluntad institucional de la nación. Darle poder a la cultura es la política que nos saca del hueco de la decadencia.
La plaza de la cultura —que nadie sabe que...
Mi padre decía: “Contra soberbia, bus”. Yo digo: “Contra polarización, cultura”. En este país de extremos en los cuales cada ciudadano es un partido político con candidatos a bordo, la cultura saca la cara. Habría que valorizar a quienes manifiesten que no son candidatos: “Yo no soy candidato” sería un buen eslógan para resaltar el valor de no caer en la tentación. Renegar del poder cultural es un gran signo de decaimiento de la voluntad institucional de la nación. Darle poder a la cultura es la política que nos saca del hueco de la decadencia.
La plaza de la cultura —que nadie sabe que se llama así— es la plaza de toros donde el sábado pasado se realizó la inauguración de la Bienal Internacional de Arte y Ciudad, BOG25, una fiesta del arte. Se llenó de alegría, aunque la gente no cupo. La cultura tiene que ser política porque nos saca del bollo. Museo de Arte de Bogotá (Mambo) y la Plaza de la Cultura en Bogotá no dieron abasto. Colas de personas, muy largas, de gente feliz, sin ningún incidente. Petrismo y antipetrismo convivieron en paz.
Ortega y Gasset desarrolló la metafísica basada en la razón vital que iba más allá del idealismo filosófico sin caer en el realismo. No se puede definir el hombre por el hecho de que sea un animal racional, porque ese sujeto está inmediatamente impactado por las circunstancias, por el ambiente, por la experiencia inicial que de suyo es una suma biológica y cultural. A diferencia del animal, toda experiencia nueva le suscita algún tipo de pensamiento, así sea trivial, que incide en su forma de comportarse con la naturaleza y con sus semejantes. “El tigre amanece todas las mañanas siendo tigre porque su comportamiento está acorde a unos reflejos e instintos y es predecible; pero el hombre amanece todas las mañanas siendo distinto porque a lo que tenía la víspera agrega un acervo de experiencia que lo conduce a tener un pensamiento que debiera impulsarlo a racionalizar el procedimiento por seguir para ser creativo, constructivo, armónico en sus relaciones con el entorno y con los demás”
Quizá allí radique el mayor triunfo de lo vivido, en recordarnos que la cultura no es adorno ni lujo, sino necesidad vital. Nos alimenta de sentido, nos devuelve humanidad, nos hace reconocernos en la mirada del otro sin preguntar su cédula electoral. Ese sábado la ciudad se miró al espejo y se vio por primera vez bonita en mucho tiempo, plural y reconciliada. Muchos cuadros, muchas flores, muchas instalaciones, muchas esculturas.
Octavio Paz nos enseñó que existía como un misterio de la trinidad: poesía, música y pintura son tres artes distintas y una sola verdadera. La poesía es música del alma; la música, poesía del corazón, y la pintura, poesía en colores. El color piensa por sí mismo, dijo Baudelaire. El color se vuelve signo y el signo, cualquiera que sea, tiene la propiedad más allá. Desde Baudelaire la pintura piensa y no habla, es lenguaje y no significa, es materia y formas resplandecientes, pero ha dejado de ser imagen.
Brindemos entonces por la cultura porque llenó museos y plazas. Porque derrotó la polarización, aunque sea por una noche. Porque demostró que aún tenemos ganas de vernos, de bailar, de contemplar, de emocionarnos juntos.