Colombia: cleptocracia perfecta
Criticamos a Venezuela y su narcodictador, pero llevamos décadas cambiando de gobiernos, pero eligiendo a los mismos cleptócratas
Cleptocracia. No hay mejor palabra que esa para definir el estado colombiano. La definición de la Real Academia de la Lengua es clara, aunque muy corta. Dice que es un “sistema de gobierno en el que prima el interés por el enriquecimiento propio a costa de los bienes públicos”. Sin duda habla de nuestro país y sus políticos. Aunque la definición de Wikipedia es mucho mejor, pues acaricia todas las aristas de nuestro primerísimo problema: “establecimiento y desarrollo del poder basado en el robo de capital, institucionalizando la corrupción y sus derivados como el nepotismo, el clientelismo pol...
Cleptocracia. No hay mejor palabra que esa para definir el estado colombiano. La definición de la Real Academia de la Lengua es clara, aunque muy corta. Dice que es un “sistema de gobierno en el que prima el interés por el enriquecimiento propio a costa de los bienes públicos”. Sin duda habla de nuestro país y sus políticos. Aunque la definición de Wikipedia es mucho mejor, pues acaricia todas las aristas de nuestro primerísimo problema: “establecimiento y desarrollo del poder basado en el robo de capital, institucionalizando la corrupción y sus derivados como el nepotismo, el clientelismo político y/o el peculado, de forma que estas acciones delictivas quedan impunes debido a que todos los sectores del poder están corruptos, desde la justicia, funcionarios de la ley y todo el sistema político y económico.”
Que alce la mano quien piense que eso no es así. Que no llevamos décadas viviendo así. Que millones votaron por Gustavo Petro pensando que su gobierno no iba a ser así. Que muchos hoy están decepcionados porque al final su gobierno terminó siendo así.
Por ejemplo: digamos que los medios de comunicación no descubren que, a finales de 2023, justo antes de las elecciones locales, el gobierno se gastó una fortuna en unos camiones cisterna inútiles para aquello que los compraban y con sobrecostos del 100%. ¿Quién habría investigado el asunto? ¿Quién lo iba a descubrir? ¿El mismo director de Gestión del Riesgo que pensaba hacer su futura campaña electoral con base en su robo y derroche? ¿El jefe de gobierno que defendió a dicho director hasta que ya las pruebas resultaban irrefutables? ¿La Fiscalía que pareciera nunca investigar de oficio, sino que espera que otros le hagan su trabajo? ¿La Contraloría eternamente complaciente con los corruptos? ¿La Procuraduría politizada y amiguista?
Es triste reconocerlo, pero nuestro aparato estatal parece construido por enemigos de los colombianos. ¿Cómo es posible que una señora como Cayita Daza se haya podido fugar del país llevándose las claves de lo que seguro iba a ser un golpe contundente al presidente Duque y su campaña? ¿Cómo puede el partido de Duque – Centro Democrático – aceptar semejante situación y en algunos casos hasta enorgullecerse de la astucia delincuencial de esa señora?
¿Cómo pueden los descarados congresistas del Partido de La U seguir en sus cargos y sus curules cuando es claro que varios de ellos se han lucrado de aquello que nos debería doler a todos: los dineros de la salud? ¿Cómo es posible que dentro del gobierno exista alguien capaz de perpetuar ese desangre y de paso pedir su tajada? ¿Cómo es posible que esas personas sigan cerca al Presidente de la República?
Sí, sé que son muchas preguntas. Sé que la respuesta es evidente, pues el sistema cleptocrático es hermafrodita y se reproduce a sí mismo eternamente. Por eso los que ayer criticaban lo que hacían sus opositores, hoy hacen lo mismo. Niegan al otro. Niegan la verdad. Ocultan sus pecados y se escabullen como delincuentes. Por eso la gente abandona Colombia, porque la esperanza de que cambie se hace cada día menos evidente. Mientras que los políticos se hacen más y más ricos. Criticamos a Venezuela y su narcodictador, pero llevamos décadas cambiando de gobiernos, pero eligiendo a los mismos cleptócratas. Y cuando uno de ellos se sale del camino para develar el gran robo a Colombia, lo sacan del puesto, lo amenazan y si es posible lo hacen desaparecer. ¡Qué triste es ser honesto en un país de farsantes!