La última reunión del Banco de la República desnuda todas las tensiones económicas para enfrentar 2025

La presión del Gobierno y una inflación bajo control no han sido razones suficientes para que el Emisor acelere el recorte de su política monetaria

Sede del Banco Central de Colombia en Bogotá, el jueves 27 de junio de 2024.Santiago Mesa (Bloomberg)

La última reunión del año este viernes en la sede del Banco de la República, en pleno centro de Bogotá, revelará mucho más que una nueva decisión sobre cuánto recortar el precio del dinero en Colombia. Las predicciones dan por sentado que no serán más de 50 puntos básicos, para dejar la tasa, quizás, en 9,25%. Sobre esto no hay mayores expectativas. El encuentro supondrá, sin embargo, un momento de tensión y ruptura a partes iguales. Primero, porque será una de las últimas ocasiones en que converjan los actuales siete integrantes del organismo, antes de que el presidente Petro reemplace a dos de ellos por nombres allegados a su línea. Constituirá, por lo demás, el estreno del nuevo ministro de Hacienda, Diego Guevara, en la cita. Llegará antecedido por la emisión este jueves del decreto de presupuesto para 2025, objeto de críticas por su monto. Y por último, se esperan las declaraciones del gerente, Leonardo Villar. Un banquero central ortodoxo, cauto, cuyos reparos sobre la marcha de la economía colombiana caen como baldado de agua fría en los sectores partidarios de acelerar la fórmula de política monetaria escogida.

Dentro del clima de fin de curso, la pregunta que más se repite es por qué el aterrizaje de los tipos de interés continúa transitando por el carril moderado. Respaldados por la reducción de los precios al consumo, desde el Ejecutivo hasta sectores gremiales han reclamado más velocidad a la hora de abaratar el costo de los créditos. Si la misión central fijada por el Banco fue enfriar la inflación anual, disparada desde la pandemia hasta el 13,3%, hoy la meta del 3% está relativamente cerca: de acuerdo con los resultados de noviembre, la tasa se halla en 5,21% y las casas de análisis calculan que cerraría el año en 5,15%.

Se trata de un proceso gradual. El relato en esta historia tiene dos actores, los tipos de interés y la inflación. Y la correlación entre ambos tiene efectos adversos sobre el crecimiento. Con todo, los últimos datos del Indicador Mensual de Seguimiento a la Economía (ISE), un baremo alterno al PIB que sirve para medir el pulso a la actividad con menos precisión pero más rapidez, fueron positivos (3,1% anual). La cifra podría alumbrar el trabajo de los analistas que han acomodado sus perspectivas de crecimiento entre 1,8% y 2% en 2024. El cuadro macroeconómico, en apariencia, se ha venido sanando con fortuna. Y, sin embargo, las decisiones del Banco de la República, sustentadas siempre en la rueda de prensa posterior a cada reunión, suelen enfriar los ánimos de los más optimistas.

Por eso, las discusiones entre los siete miembros de la junta del emisor, a pesar de que se subraye hasta la saciedad su tesitura técnica, tienen mucho de política en el fondo. Son dos forma de ver el mundo. Un mundo, además, donde la incertidumbre se ha instalado. Y las dudas tras la victoria de Donald Trump se ciernen en el horizonte. A veces, como oportunidades teóricas. Otras, como amenaza para un país cuya economía es altamente dependiente de los resortes del dólar. “En 2025 uno de los riesgos deriva del efecto, desde el punto de vista macroeconómico, que tengan las políticas proteccionistas en Estados Unidos”, argumenta el director de estudios económicos del Grupo Bolívar, Andrés Langebaeck.

La cerrazón comercial anticipada por el presidente electo de los Estados Unidos desembocaría en un alza de la inflación en la gran potencia mundial. Factores que, a su juicio, deberá sondear el Banco de la República. César Pabón, director de análisis económico en Corficolombiana, concuerda. Y es que si bien el motor va recobrando fuerza con moderación en Colombia, cualquier viento en contra externo traería contracciones: “La junta ha sido muy enfática en que estos movimientos no deberían afectar. Sin embargo, es difícil descartarlo a corto plazo”.

El economista va más allá, y asegura que sus modelos estadísticos avizoran presiones inflacionarias para el segundo semestre de 2025: “Vemos tres fenómenos. El primero es que los alimentos y regulados, que venían en disminución, ya no tendrán mucho más espacio de ajuste”. También señala el choque, ya latente, de la depreciación del peso frente al dólar. “Ya se ven los efectos en vehículos, prendas de vestir, televisores, etc”. Por último menciona el precio de los arriendos: “Es lo que más ha limitado la desinflación. Nosotros vemos que se mantendrán muy altos. Y en la medida que no cedan, será una constante dentro de la presión inflacionaria”.

Una conjunción de sombras que pesan a la hora de ganar tranquilidad. Los enormes líos fiscales también han salido a relucir entre los factores que ha citado el gerente del emisor, Villar, para guardar prudencia: “La incertidumbre de si este año se cumple o no la regla fiscal y las proyecciones de déficit ha generado un clima de inquietud sobre la senda de la deuda. Buena parte de la discusión en 2025 va a pasar por cómo se van a resolver las cuentas”, afirma el director de la Asociación Nacional de Entidades Financieras (ANIF), José Ignacio López.

Para Felipe Campos, gerente de estrategia de inversión en Alianza Valores, el panorama es novedoso. En su opinión, dentro del argumentario del Banco de la República nunca se había hecho tanto énfasis en la disciplina fiscal. “Siempre lo promovía, pero no esgrimía que fuera un condicionante para bajar, o no, las tasas. Hace poco el codirector Jaime Jaramillo Vallejo mencionó que para ellos era algo nuevo incluir el tema fiscal en los modelos y su correlación con un choque en la inflación”. El análisis de Campos es que el Emisor ha tratado de transmitir poco a poco la idea de que, sin orden en las cuentas, es muy complejo relajar la política monetaria. De hecho, recuerda que tanto en Chile como en Brasil ha habido repuntes inflacionarios recientes como resultado, entre otras, de desbarajustes fiscales o una desescalada más agresiva.

El déficit fiscal de Colombia ronda el 4,3% del PIB, uno de los más altos en las últimas décadas. Los responsables de Hacienda han reiterado en varias ocasiones su buena voluntad, y han recortado el presupuesto. Para Campos, se trata de un caso de credibilidad monetaria, y el emisor ha hecho lo correcto en mantenerse ante las tensiones políticas. “Si el Gobierno no plantea temas serios de cordura fiscal, el mercado y los inversionistas no le van a aguantar al Banco de la República que llegue con nuevos miembros a bajar de 75 básicos. Hay un riesgo enorme de que Colombia cometa los errores de Brasil: uno, que no haya acuerdo sobre el cumplimiento de la regla fiscal el próximo año; y, dos, que el Banco baje tasas con fuerza por un cambio de miembros de la junta en 2025″.

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