¿En Colombia todo vale en las redes?

En las redes, mientras nadie se sienta responsable sobre lo que dice o publica, seguiremos inundados por los bárbaros capaces de todo con tal de sobresalir

El logo de la red social X.SOPA Images (SOPA Images/LightRocket via Gett)

Bien lo señala The Economist en su más reciente edición: es grave que quienes hoy se han convertido en los abanderados de la libertad de expresión sean los extremistas, pero aún más grave es que aquellos que luchan por la defensa de las libertades individuales celebren la censura. Lamentablemente así va el mundo. Donald Trump y Elon Musk y los ultraderechistas de Alemania y España celebran y piden que h...

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Bien lo señala The Economist en su más reciente edición: es grave que quienes hoy se han convertido en los abanderados de la libertad de expresión sean los extremistas, pero aún más grave es que aquellos que luchan por la defensa de las libertades individuales celebren la censura. Lamentablemente así va el mundo. Donald Trump y Elon Musk y los ultraderechistas de Alemania y España celebran y piden que haya espacio para la circulación de sus ideas y que no exista censura o límites a lo que en redes se pueda decir. Entre tanto, otros se alegran de las sanciones a X (antes Twitter) o de los reveses de TikTok en algunos lugares del planeta y esperan hasta el cierre de las redes sociales porque son lugares donde se centuplican ideas que hacen daño a la sociedad.

¿Qué hace más daño? ¿La multiplicación de los discursos de odio o la desaparición absoluta de medios para comunicar? Siendo justos, ambas situaciones son realmente nefastas, pues nadie quiere un mundo donde terminemos convertidos en bandos que sólo ven maldad en su contraparte, ni tampoco es deseable estar en un país donde la verdad sea una sola y esta a su vez sea manipulada según las necesidades de aquellos que todo lo controlan. Partiendo de esas premisas, aterrizamos en Colombia.

Es bien sabido que a nuestro país la tecnología y lo que hoy es tendencia en el mundo llega con años de retraso. Desde la tecnología 5G, hasta los trenes, todo en Colombia corre riesgo de ser de lenta o nula implementación por razones que aún cuesta comprender, pero en el caso de una urgente discusión sobre las redes sociales, los medios digitales y un marco legal necesario para que estas operen sería inimaginable que no se dé ahora mismo en simultánea con el planeta entero. Empero, no veo a los políticos interesados en ello, pues tanto para la izquierda como para la derecha no existe nada más conveniente que tener al pueblo-borrego pegado a sus pantallas consumiendo sus manipulaciones y que estas permanezcan impunes.

¿Querrá Petro promover algún tipo de regulación para que los responsables de mensajes cargados de odio reciban un merecido castigo? Bastante complejo, pues, si hay un promotor del odio (de clases) en el mundo digital, es él. Es conveniente para justificar su Gobierno sin resultados y es práctico para alimentar la campaña de 2026. ¿Querrán desde el Centro Democrático avanzar en una norma que sancione a aquellos que multiplican falacias en las redes? Difícil, pues, si hay políticos que buscan amalgamar votantes con discursos repletos de medias verdades y completas mentiras, son ellos. En resumen, cada uno de los grupúsculos que podría avanzar en el camino de mejorar la forma en que entendemos nuestro país a través de una pantalla no tiene interés en que esto ocurra. De hecho, los partidarios del “que nada pase” van desde los influenciadores con contrato en el Gobierno Nacional hasta los líderes de opinión que hacen videos y textos cargados de opinión, adjetivos y epítetos presentados como si hablasen de hechos reales y de informaciones confirmadas y contrastadas.

El asunto no es de censura. El asunto es de responsabilidad. Y lo que pasa en las redes es que mientras nadie se sienta responsable sobre lo que dice o publica, seguiremos inundados por los bárbaros capaces de todo con tal de sobresalir. Basta un ejemplo: un cierto político hace gala en sus redes de haber ganado una tutela a un periodista, pero cuando falla el juez de segunda instancia y el político pierde la acción instaurada, ahí no dice nada. ¿Qué relato quedó para su audiencia? ¿Mintió? ¿O, mejor, dejó de decir la verdad? ¿Qué es lo responsable?

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