No ser colonia

Cuando se acerca la celebración del 7 de agosto en Colombia, es clave reflexionar sobre cómo defendernos de las ideas opresoras que se encubren tras la promesa de hacernos libres, sobre todo a la luz de lo que ocurre en Venezuela

Una pancarta con la imagen de Simón Bolívar después de las elecciones presidenciales, el 28 de julio de 2024 frente al Palacio de Miraflores, en Caracas, Venezuela.Jesus Vargas (Getty Images)

Nuestro querido filósofo envigadeño, Fernando González, escribió en 1960 una carta al presbítero Jaime Vélez S.J de la Universidad Javeriana, a propósito de sus preguntas sobre la filosofía colombiana, en la que sentenciaba: “El que es colonia por dentro concibe la libertad como cambio de amo”. Se refería así a la dificultad de los pueblos del caribe, el centro y el sur de América Latina de crear conciencia sobre sí mismo...

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Nuestro querido filósofo envigadeño, Fernando González, escribió en 1960 una carta al presbítero Jaime Vélez S.J de la Universidad Javeriana, a propósito de sus preguntas sobre la filosofía colombiana, en la que sentenciaba: “El que es colonia por dentro concibe la libertad como cambio de amo”. Se refería así a la dificultad de los pueblos del caribe, el centro y el sur de América Latina de crear conciencia sobre sí mismos.

A propósito de la celebración, este 7 de agosto, de los 205 años de la Batalla de Boyacá, un hecho decisivo para la independencia en Colombia, es importante que nos preguntemos por la libertad como principio constitutivo de nuestra vida en sociedad. ¿Estamos preparados como ciudadanos para vivir nuestra libertad? ¿Cómo defendernos de las ideas opresoras que se encubren tras la promesa de hacernos libres?

Es inevitable hacer esta reflexión sin que nos interpele lo que ocurre hoy en nuestro país vecino Venezuela, con un proceso electoral lleno de opacidad ante los ojos del mundo, en el que no ha sido posible hacer valer la verdadera voz de los ciudadanos, que se manifestó en las urnas. Con más de un cuarto de siglo de una supuesta revolución bolivariana que se ha perpetuado detrás de la promesa de una libertad ilusoria, lo que observamos es un régimen autoritario que, con descaro, aún se atreve a escudarse bajo el concepto de la autodeterminación latinoamericana.

Meditemos sobre la libertad como valor, como concepto que nos permite definirnos como personas y pueblos, que nos aleja del riesgo de entregarnos a cantos de sirenas que prometen cambios o soluciones que están fuera de nosotros. En la libertad habita el poder de elegir y de no estar sometidos a ninguna fuerza exterior que intente dominarnos.

Etimológicamente el vocablo latino liber, del que deriva “libre”, tuvo al principio el sentido de la persona en la cual el espíritu de procreación se hallaba naturalmente activo. Se refería a la condición de madurez sexual que en una comunidad le daba la capacidad de asumir responsabilidades. La palabra evolucionó en la historia del pensamiento humano para expresar luego la defensa de la autodeterminación, la capacidad de decidir, siempre en una llave íntima: libertad - responsabilidad. Es decir, solo hay libertad cuando existe un estado de consciencia y de responsabilidad sobre nuestro ejercicio como personas y ciudadanos, para evitar el riesgo de volver a ser colonia, de dejarnos conquistar sin reflexión por las voces que prometen liberarnos.

Es importante advertir que la libertad es un principio activo, exigente, que desnuda nuestra capacidad reflexiva. Hoy Venezuela y el mundo despiertan ante la tiranía que falsamente ha prometido ser justa y democrática. Un régimen que se ha perpetuado en el poder porque piensa que nadie será capaz de enfrentarlo; el tirano- palabra que viene del griego amo- está convencido de la ignorancia del pueblo, de su supuesto deseo de ser salvado, y de que se someterá ante su incapacidad y falta de valentía para defender su propia libertad, no la que ha sido falseada. Él cree que la naturaleza de sumisión y conquista que subyace en la humanidad, que ha transitado de una conquista a otra, impedirá alcanzar la madurez ciudadana necesaria para defender la libertad y el principio de autodeterminación como sociedad.

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Ahora que los colombianos conmemoramos una fecha clave en nuestro proceso de independencia, que no se nos olvide la tarea que nos corresponde y aquello que debemos defender: el cultivo de nuestra ciudadanía para responder con criterio ante los discursos que buscan -en todos los extremos- imponer historias únicas y someter nuestra libertad de pensar, de construir, de deliberar. Recordemos además que el principio de la democracia radica en un contrato social mediante el cual confiamos parte de nuestros derechos a otros, con la expectativa de que nos representen y respeten la delegación ciudadana sin incurrir en excesos. Esto, por supuesto, implicará tener tanto buenos como malos representantes -gobiernos-, y aunque algunos periodos serán mejores que otros, es posible transitarlos. La perversión surge cuando intentan convencernos de que es necesario permanecer en el poder para continuar un proyecto. En tales casos, la pregunta obligada debe ser: ¿Cuál proyecto? ¿El propio o el que libremente construyan los ciudadanos?

Que esta meditación nos haga reflexionar sobre el origen de la libertad, que no es otro que la búsqueda por la consciencia de quiénes somos, desde el ejercicio de derechos y deberes en la vida en sociedad. Un acto que implica comprender la relevancia de que esa libertad la podamos ejercer todos. En este sentido nuestra obsesión deberá ser la de una sociedad más educada, porque la educación es la principal herramienta que tenemos para ser libres, para autodeterminarnos, para crear consciencia de nosotros mismos y ampliar la posibilidad de ejercer la autonomía para crear nuestra realidad, la propia. La única manera de no ser más colonia.

@eskole

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