Es la libertad, estúpido

Cuando los venezolanos valientemente exponen su pecho en las calles ante las balas de la tiranía y gritan libertad, hablan no solo de libertad política contra los dictadores eternos, sino también de libertad económica para emprender

Venezolanos en una marcha contra Nicolás Maduro.Nina Osorio (EFE)

Cuando los venezolanos valientemente exponen su pecho en las calles ante las balas de la tiranía y gritan libertad, hablan no solo de libertad política contra los dictadores eternos, sino también de libertad económica para emprender, ensayar lo que quieran comprar o vender, a precios no distorsionados, los nuevos productos que quieren crear, así sea a riesgo de equivocarse, que es la mínima condición de la libertad. Saben ellos que si los dejan interactuar tranquilos, sin el dictador tutelar que todo pretende saberlo y todo quiere controlarlo, les iría mejor. Saben que la libertad es buena así...

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Cuando los venezolanos valientemente exponen su pecho en las calles ante las balas de la tiranía y gritan libertad, hablan no solo de libertad política contra los dictadores eternos, sino también de libertad económica para emprender, ensayar lo que quieran comprar o vender, a precios no distorsionados, los nuevos productos que quieren crear, así sea a riesgo de equivocarse, que es la mínima condición de la libertad. Saben ellos que si los dejan interactuar tranquilos, sin el dictador tutelar que todo pretende saberlo y todo quiere controlarlo, les iría mejor. Saben que la libertad es buena así sea para correr grandes riesgos. Y que los dictadores son malos así digan que nos quieren proteger y guiar para que no nos equivoquemos. Además de ser malos por robarse las elecciones y la esperanza del pueblo que dicen proteger.

Se ha achacado al sistema de mercado la creación de mucha pobreza. Se olvida el hecho histórico de que antes de que hubiera libertades económicas y de emprendimiento había solo un puñado de nobles ricos, rodeados de la casi total pobreza del resto de la gente. El acicate de salir de la pobreza rural ha llevado por décadas, e inclusive por casi un siglo, a la llegada de inmigrantes a las ciudades que buscan entrar a emprender y ensayar, buscar empleo y progresar. Esto ha llevado a aberrantes contrastes entre barrios ricos y barrios pobres en muchas ciudades del mundo. Lo importante es constatar que es el sistema económico exitoso lo que da esperanza de que la pobreza se puede derrotar, y NO su causa. Malinterpretar esa situación lleva a personas como Maduro a políticas equivocadas; al oportunismo cínico de los dictadores, que descreen del sistema de libre mercado y que destruyen lo que no entienden.

Se ha puesto de moda criticar ese sistema de libre mercado, a pesar de que no se lo entiende. Ese ejercicio suele ser sin consecuencias, cuando amigos o conocidos despotrican del sistema económico donde viven y en el que actúan. Pero cuando es Nicolás Maduro, tirano de un país que era rico y ahora no, donde la gente contaba con tres comidas al día y ahora no, y donde había libertad de decisión, emprendimiento y elección política, y ahora no, la ignorancia de criticar un sistema económico que no se entiende tiene serias y dañinas consecuencias para decenas de millones de venezolanos

Me propongo explicar qué es el sistema de libre mercado, tanto para Nicolás Maduro como para muchas personas comunes y corrientes con las que converso del tema con frecuencia.

Empiezo por el sistema de precios, que si bien tuvo origen muchos milenios antes de la aparición del capitalismo, es la columna vertebral del sistema.

El sistema de precios no es inventado por nadie. Surgió espontáneamente de la acción humana, de la actitud y el beneficio mutuo de intercambiar cosas. Se parece al lenguaje, en el sentido de que se lo inventan los humanos donde quiera que estén y surge como el resultado de su interacción. Los precios resultan de unas tasas de truque de cosas, aceptadas mutuamente por voluntad propia. Son unos transmisores de información sobre escasez y abundancia de cosas útiles o que la gente valora.

Los precios libres presuponen la acción de gente libre, que toma decisiones en puntos geográficos y en momentos muy distantes. Los fenicios compraba metales en España que intercambiaban meses después por madera egipcia; así los griegos, persas, indios, chinos, aztecas e incas. Los precios esperados y aceptados en intercambios libres servían a poblaciones muy distantes para conseguir lo que no tenían y que consideraban muy valioso, y cambiarlo por lo que era abundante en sus regiones.

En ese sentido, los precios libres y la libertad de acción, intercambio y emprendimiento mejoran la vida de las personas libres. Es un profundo equilibrio social, curiosa e irónicamente alimentado por miles de pequeños desequilibrios que mueven a la acción a muchos emprendedores.

Las personas, al decidir libremente, pueden escoger correr riesgos inmensos e incurrir en pérdidas enormes. El sistema lo permite y lo promueve. No garantiza que todos ganen en cada momento del tiempo. Pero se basa en que a través de la sistemática prueba y error las personas van a aprender para qué son buenas, qué destrezas tienen, qué conocimientos valoran otros, qué aptitudes o artes les pueden agenciar beneficios al intercambiar los frutos de su trabajo por el de otros.

La suma social de esos aprendizajes, errores, pérdidas y éxitos lleva a un aumento en el bienestar de casi todos. También, los puede llevar a querer emigrar a sitios donde se valora más lo que cada uno sabe. La economía libre es un proceso de aprendizaje.

Los dictadores o los políticos intervencionistas, y muchas veces los empresarios que les piden poner barreras de entrada, o precios ficticiamente favorables, creen saber más que la gente y limitan sus decisiones, impiden que entren libremente nuevos jugadores a determinadas actividades (la banca o la salud por ejemplo) y terminan creando un sistema de amigotes y pocas empresas oligopólicas, que osifica y enaniza la economía. Cuando eso pasa, muchos padecen y pocos ganan.

El fin de lucro suele ser el objeto de muchas críticas. Los chinos comunistas lo abolieron en el campo en la era de Mao, y produjo la quiebra y la muerte de millones de campesinos por físico desplome de la producción de alimentos. Algo similar sucedió bajo la dupla Lenin-Stalin. En contraste, hace casi medio siglo Deng Xiao Ping permitió a los campesinos chinos producir excedentes por encima de las cuotas fijadas, apropiárselos y venderlos libremente, lo cual inició el milagro chino y la gradual migración hacia una economía capitalista integrada al mercado mundial, con tremendos efectos de reducción de la pobreza china y mundial.

En contraste, la propia Venezuela socavó el sistema de libre empresa, asignó a dedo propiedades y sectores, estatizó y distorsionó precios a diestra y siniestra, con terribles consecuencias sociales.

Miremos ahora el papel crucial que juega el empresario experimentado y el emprendedor joven en esta historia. Equivocadamente se lo malinterpreta como alguien que gana mucho y no se lo merece. En esencia, es una persona que cada día debe reaprender cómo cambia su negocio, sus compradores, sus competidores, los costos de sus insumos, los procesos y tecnologías, entre otras muchas cosas, como las regulaciones y los impuestos. Es, en suma, un aprendedor continuo e incesante que lucha por no dejarse sacar del sector en el que ha invertido décadas de esfuerzo, capital y organización con sus empleados. Esa unión de esfuerzo de decenas, cientos o miles de trabajadores, que es una empresa, es muy malentendida y vilipendiada por los críticos del sistema de libre mercado.

Los economistas hemos oscurecido este entendimiento, con conceptos como el PIB. Pareciera como si desde el primero de enero ya se supiera cuál puede ser el producto de una sociedad, cuando en realidad hay que crearlo cada día a costa de singulares transacciones y contratos, ventas y compras, esfuerzos y pérdidas, que son el afán incesante de cada productor. La vista de helicóptero de los economistas oscurece más que aclara.

Claro está, hay que tener cuidado de cuando los empresarios en lugar de competir se confabulan contra el consumidor; tanto como cuando los políticos y burócratas se confabulan contra los empresarios y terminan sacrificando a las familias que querían favorecer.

Gente libre interactuando, aprendiendo continuamente, arriesgando, acertando o cometiendo errores y corrigiéndolos; creando productos y mercados; buscando con afán ofrecer lo que otros necesitan, con libertad de entrada a todos los mercados de servicios y productos, sumando más y más oportunidades de empleo y organización empresarial; esa es la esencia del progreso y el sistema de libre mercado.

No dejemos que los dictadores ignorantes, que viven de aplastar la libertada de la gente ganen hoy ni nunca más. Estamos con Venezuela. Hoy todos somos venezolanos. La libertad que exige su pueblo en las calles, poniendo el pecho a las balas, ¡es de lo que se trata, estúpido!

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