Oposición 1 - Gobierno 1

El primer gol lo hizo la oposición el 21 de abril y luego el Gobierno, el Primero de Mayo, igualó la competencia con un desempeño más agresivo

Ciudadanos marchan por el Día del Trabajo en Medellín (Colombia), el 1 de mayo.Luis Eduardo Noriega Arboleda (EFE)

Se empató la serie, para emplear el lenguaje deportivo. El primer gol lo hizo la oposición el 21 de abril y luego el Gobierno, el Primero de Mayo, igualó la competencia con un desempeño más agresivo. La crítica a las manifestaciones indica el grado de polarización. Mientras la oposición sostiene que su marcha fue la de una muchedumbre para expresarse sobre la preocupación nacional reclamando salud, seguridad y empleo, el Go...

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Se empató la serie, para emplear el lenguaje deportivo. El primer gol lo hizo la oposición el 21 de abril y luego el Gobierno, el Primero de Mayo, igualó la competencia con un desempeño más agresivo. La crítica a las manifestaciones indica el grado de polarización. Mientras la oposición sostiene que su marcha fue la de una muchedumbre para expresarse sobre la preocupación nacional reclamando salud, seguridad y empleo, el Gobierno considera que la gente salió para pedir paz y una política social con cambios sustanciales. La oposición pide seguridad, unidad nacional. El Gobierno pide reformas.

También hubo errores en ambos equipos. La oposición, al utilizar un ataúd que tenía el propósito de declarar muertas las reformas (las de salud, laboral y pensiones). Este chiste le sirvió al presidente Petro para llamar a la manifestación del 21 de abril la marcha de la muerte, dando a entender que el féretro era para él.

El yerro del Gobierno fue el de usar la bandera del M-19, símbolo de violencia por los episodios de secuestros, asesinatos y el salvajismo de la toma del Palacio de Justicia el 6 de noviembre de 1985, dejando una cantidad de muertos y heridos cuyas laceraciones no cicatrizan aún. Otro autogol fue el de utilizar la tribuna de la Plaza de Bolívar para informar que se rompían las relaciones con Israel, noticia que, por razones obvias, desplazó los anhelos de la clase trabajadora en la celebración de su día.

Da la impresión de que a veces al presidente Petro se le olvida que el jefe del Gobierno es él, porque se la pasa denunciando las dificultades que afronta su Administración, como si no fuera suya la responsabilidad de resolverlas. Ante escándalos protagonizados por altos funcionarios escogidos y designados por él, se contenta con el espejo retrovisor para afirmar que la robadera lleva muchos años y que la heredó de otros Gobiernos. Se refiere a sus ministros, altos delegados suyos, como si dependieran de otro dignatario: que si no eran capaces de responderle a la gente se fueran del Gobierno, les dijo en la plaza en tono mayor.

La paz total se enreda cada vez más. Los disidentes de las antiguas FARC dominan territorio en el Cauca, asesinando a miembros de la fuerza pública e instrumentando a los civiles para pedir al Ejército que se retire del espacio que recorren para protegerlos. La cúpula del ELN dice que vuelven a secuestrar porque condiciona el no secuestro a la constitución del fondo multidonante y las mesas de negociación continúan como si los hechos denunciados no fueran suficientes para ponerle el tatequieto definitivo a los desmanes. El presidente de la Federación Colombiana de Ganaderos (Fedegan), José Félix Lafaurie, puso los puntos sobre las íes, se preguntó: “¿Vamos a someter al país a esas circunstancias? La postura mía es que esto es casi que un punto de no retorno”.

La preocupación ahora sobre el tapete es el del desbordamiento de la corrupción. El presidente Petro anunció la convocatoria a una mesa técnica para combatirla. El exfiscal Alfonso Gómez Méndez consideró que la buena intención del mandatario no es el camino más eficaz. Menos carreta y más acción, teniéndose, como ya se tienen, todos los instrumentos jurídicos, es el único tatequieto a la corrupción política y administrativa. Y también hay que decirlo: el mal llamado principio de autoridad no puede servir para inculpar a unos y tapar a otros, como el que pasó con el cartel de la toga, concluye Gómez Méndez. Los incriminados de ahora exigen impunidad y protección especial a cambio de acusar a sus superiores.

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