El retorno de Salvatore Mancuso, el paramilitar que no quiso callar
Quien fue uno de los señores de la guerra más temidos regresa a Colombia, donde ha señalado a pesos pesados del mundo político y empresarial de haberse aliado con el paramilitarismo
Pocos días antes de que Salvatore Mancuso aterrizara en Colombia, después de 15 años en una cárcel de Estados Unidos, el ministro de Defensa colombiano dijo ante la prensa que llegaba en un momento delicado. “Hay que proteger la vida de Salvatore Mancuso”, advirtió. La vida de cualquier colombiano debe ser protegida, el ministro parecía decir lo obvio. Pero esta vida podría estar particularmente en riesgo.
Salvatore Mancuso, quien por ahora estará en la cárcel La Pico...
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Pocos días antes de que Salvatore Mancuso aterrizara en Colombia, después de 15 años en una cárcel de Estados Unidos, el ministro de Defensa colombiano dijo ante la prensa que llegaba en un momento delicado. “Hay que proteger la vida de Salvatore Mancuso”, advirtió. La vida de cualquier colombiano debe ser protegida, el ministro parecía decir lo obvio. Pero esta vida podría estar particularmente en riesgo.
Salvatore Mancuso, quien por ahora estará en la cárcel La Picota de Bogotá, fue un señor de la guerra y aún guarda muchos secretos sobre el conflicto armado. Pasó de ser un ganadero de clase alta a liderar ejércitos paramilitares junto con los fundadores de las que llamaron Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), los hermanos Fidel y Carlos Castaño. Con ellos hizo alianzas militares, políticas y empresariales con los hombres más poderosos del país. Y fue un hombre cruel: ordenó masacres, homicidios, desapariciones, secuestros y desplazamientos. Se le ha señalado de más de 60.000 hechos delictivos, sumando los que cometió directamente y de los que es responsable por línea de mando. Los Castaño murieron antes de la desmovilización paramilitar, sin enfrentar a la justicia ni confesar sus crímenes. Mancuso, sin embargo, sigue vivo. Y, desde que se desmovilizó en 2004, ha sido un confesionario: ha admitido cientos de crímenes y ha señalado a políticos, empresarios y militares de haberle ayudado. Es un hombre al que muchos quieren callado. Es un hombre al que muchos otros quieren escuchar.
“Vengo a continuar con mis compromisos frente a las víctimas, como lo he hecho ininterrumpidamente a lo largo de estos últimos 18 años, pero al mismo tiempo, vengo a ponerme al servicio de una agenda de paz que permita evitar que Colombia sea una fábrica eterna de víctimas y dolores colectivos”, dijo Mancuso en una carta publicada al aterrizar. “Tengo la tarea de continuar aportando verdad ante el sistema de justicia transicional, no solo con responsabilidad por las implicaciones que tiene en las personas vinculadas en los testimonios, sus familias y las comunidades víctimas, lo haré bajo estrictos estándares que permitan contrastar y determinar que es una verdad cualificada”, añade.
“Deje de contarle a los izquierdistas de la JEP lo que no debe contar”, decía una amenaza que recibió Mancuso en 2021. La JEP es el tribunal de justicia transicional pactado entre el Gobierno y las extintas FARC que actualmente investiga los mayores crímenes cometidos por esa antigua guerrilla y la fuerza pública. El tribunal admitió al ex jefe paramilitar en su jurisdicción en una medida polémica, que se sustenta en que tiene mucho que aportar para aclarar los delitos cometidos por los militares. Mancuso tiene, según dijo al revelar esas amenazas, un “compromiso inquebrantable con la verdad”.
El hombre cuyo regreso paraliza a Colombia llegó al paramilitarismo en los años noventa a través de las Convivir, las asociaciones de ganaderos, inicialmente legales, que buscaban protegerse de las extorsiones y ataques de las guerrillas. Muchos de esos grupos terminaron financiando y fortalecieron a los grupos paramilitares de extrema de derecha que existían ya en algunas zonas, pero se extendieron y fortalecieron gracias a ese nuevo apoyo (y al dinero de negocios ilícitos, encabezados por el narcotráfico). “Las Convivir fueron la manera en que se le dio legalidad a la ilegalidad”, dijo Mancuso ante la JEP. Actualmente, los ganaderos están intentando revivir una figura parecida a las Convivir. La llegada de Mancuso es un duro recordatorio de ese pasado violento.
En boca de Mancuso, la verdad suele ser explosiva: ha dicho que comandantes del Ejército pidieron a los paramilitares asesinar a líderes sociales, que algunos militares lo acompañaron a secuestrar, y que la fuerza pública no intentó detener varias masacres de las que estaba previamente informada. También ha hablado con nombres propios: señaló como aliados de los paramilitares al subdirector de la inteligencia estatal, José Miguel Narváez, por dar listados de personas a asesinar; al exvicepresidente de Colombia, Francisco Santos, por pedir la conformación de un bloque paramilitar en la capital; y a empresas emblemáticas de la economía colombiana como Postobón, Ecopetrol y Bavaria, por ayudar a los paramilitares. La mayoría de los señalados han defendidos su inocencia, aunque otros, como Narváez, han sido condenados en la justicia.
Pero con quien es más explosivo es con Álvaro Uribe, el presidente de Colombia entre 2002 y 2010, y quien decidió extraditar a Mancuso a Estados Unidos en 2008. Para los críticos del entonces popular mandatario de derecha, la decisión fue un intento por callar al excomandante; para Uribe y sus partidarios, una necesaria sanción a una decena de jefes paramilitares que seguían delinquiendo desde la cárcel. Mancuso ha dicho que quien fuera el asesor más cercano de Uribe como gobernador de Antioquia en los años noventa, Pedro Juan Moreno, ayudó a conformar y fortalecer a los paramilitares, y que fue un intermediario del mandatario para ordenar una masacre (en el poblado de El Aro) y un asesinato (del defensor de derechos humanos Jesús María Valle). También ha dicho que Uribe le quitó el esquema de seguridad a un alcalde, Eudaldo Díaz, del municipio de El Roble, a sabiendas de que los paramilitares lo iban a asesinar.
El antiguo jefe paramilitar ha admitido que las AUC simpatizaban con los planteamientos ideológicos de Uribe, y aseguró que apoyaron la elección del expresidente en 2002. “Recibí directamente órdenes de mis comandantes de apoyar al presidente Uribe, candidato a la Presidencia en ese momento”, dijo sobre esa elección. El expresidente ha rechazado categóricamente todas las acusaciones en medios, redes sociales y tribunales.
En 2004, cuando Mancuso se desmovilizó, pudo visitar el Congreso. Dio un discurso en el que afirmó que los paramilitares habían hecho una “epopeya de libertad”, “mítica y heroica”. Veinte años más tarde ya no describe lo hecho de forma tan grandilocuente, y ha pedido perdón a algunas de sus víctimas. En 2020, la Comisión de la Verdad de Colombia publicó una de esas disculpas públicas de Mancuso a la familia del líder indígena Kimy Pernía Domicó, asesinado en 2001 y cuyo cuerpo fue desaparecido en el río Sinú. “Nosotros nunca debimos haber tomado acciones en la guerra”, le dijo él a la hija de Pernía. “Yo me equivoqué, pido perdón por ello, por mis acciones en el conflicto”, añadió.
Mancuso dijo en una de sus muchas declaraciones que lo que él aprendió a hacer en los grupos paramilitares fue “un teatro de terror”, uno en el que no solo había que asesinar a unos, sino dejar con miedo a todos los que quedaban vivos. El hombre responsable del terror ha mostrado ganas de seguir hablando sobre cómo armó el teatro. Y sobre todo, contar quiénes eran todos los actores.
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