Acuerdo despelotado

Mientras unos opinan que el mensaje es crear consensos, otros consideran que la distancia entre el Gobierno y sus opositores es cada vez más grande

Una manifestación en contra del Gobierno de Gustavo Petro, en Bogotá, el pasado 15 de febrero.Fernando Vergara (AP)

Las distintas interpretaciones del tan mentado acuerdo nacional lo han convertido en un galimatías. No hay columnista que no le haya metido diente al asunto. Mientras unos opinan que el mensaje es crear consensos para contar con un apoyo amplio y duradero, otros consideran que la distancia entre el Gobierno y sus opositores es cada vez más grande. Con una mano se maneja la propuesta de entendimiento y con la otra se tira la piedra a los interlocutores con quienes hab...

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Las distintas interpretaciones del tan mentado acuerdo nacional lo han convertido en un galimatías. No hay columnista que no le haya metido diente al asunto. Mientras unos opinan que el mensaje es crear consensos para contar con un apoyo amplio y duradero, otros consideran que la distancia entre el Gobierno y sus opositores es cada vez más grande. Con una mano se maneja la propuesta de entendimiento y con la otra se tira la piedra a los interlocutores con quienes habría que sentarse a conversar.

Como dijo el senador Humberto de la Calle, las dificultades para lograr un acuerdo pasan también por dos factores clave: los temas por tratar y qué tanto ceder. ¿El acuerdo es sólo para sacar adelante sus ideas, o habría un esfuerzo genuino de concertar? En otras palabras, pasar de las propuestas a los hechos. Quién negocia y qué negocia. Aterrizar el modus operandi.

El presidente del Consejo Gremial, German Arce, sostiene que hace falta una cabeza en la Casa de Nariño que no tenga una agenda sectorial sino una multisectorial y que pueda ayudar a coordinar a todos los sectores. Si nos quedamos con un ministro, tiene una agenda y unas tareas que son sus prioridades. Entonces tiene que haber alguien que reparta palo parejo, pero se requiere una persona muy cercana al presidente. Alguien ―digo yo― como Laura Sarabia, nueva directora del Departamento de Prosperidad Social, que sabe repartir palo parejo y es cercana al presidente. No parece que hubiera otra persona que cumpla los requisitos que pide el doctor Arce y tampoco parece que la buena onda que se dio en la reunión de la semana pasada con los gremios de empresarios vaya a prosperar.

Los gremios están esperando a que el presidente les nombre una comisión como las que se crearon con el ELN y con las disidencias de las FARC, pero el mandatario les nombró a los ministros de Defensa, Iván Velásquez, y de Interior, Luis Fernando Velasco, para que se reunieran con ellos en Cali. El presidente de la ANDI, Bruce Mac Master, se excusó. Los ministros llegaron un poco tarde, hubo molestia. Por ahí no va a salir el acuerdo nacional. No hay ambiente, dirían en La W.

El maestro Héctor Osuna en su dominical caricatura de El Espectador fue más allá: recordó a los presidentes de los acuerdos que lograron perfeccionar el entendimiento de los partidos: Enrique Olaya Herrera, de la concentración; Mariano Ospina Pérez, de la Unión Nacional; y Laureano Gómez y Alberto Lleras, del Frente Nacional. En contraste, el presidente Petro aparece llevando un estandarte con la insignia del Odio Nacional.

La otra complicación que enrarece el ambiente y mina la confianza entre las partes es la proposición que le abrió la puerta a un nuevo texto de la reforma a la salud, aprobada en la Cámara de Representantes sin alterar ninguna norma del reglamento legislativo. En tanto sus promotoras ―las representantes Julia Miranda, Katherine Miranda y Carolina Arbeláez― justifican la iniciativa basadas en la propuesta presidencial del acuerdo, los representantes del Pacto Histórico acusan a las proponentes de haber empleado una maniobra de mala leche para tirarse la reforma aprovechando ―según ellos― la coyuntura del orden del día, a pupitrazo limpio, para crear una comisión accidental que elabore un nuevo proyecto de reforma con participación de todos los sectores representados en la Cámara. ¡Quién dijo miedo! Se armó el despelote. Unos consideran que la plenaria puede trabajar simultáneamente con la comisión accidental y los otros que la comisión accidental suspende el debate. Para qué la comisión, se preguntan, si el debate continúa con el texto aprobado en primer debate ¿Quién desata ese nudo? El presidente de la Cámara, Andrés David Calle, amigo del Gobierno, tiene la batuta.

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