La ministra de Minas, Irene Vélez, tambalea en su cargo por acusaciones de tráfico de influencias

Se espera que ella presente su renuncia cuando el presidente regrese de su viaje a Bruselas. Durante su estancia en el Gobierno protagonizó diferentes polémicas que levantaron fuertes críticas y finalmente llevaron a su salida

Irene Vélez, ministra de Minas y Energía en entrevista para El País, en Bogotá, el 19 de octubre de 2022.Juan Felipe Rubio

La designación de una filósofa como cabeza del Ministerio de Minas y Energía parecía una demostración contundente de la voluntad de Gustavo Petro por materializar las promesas de cambio que impulsaron su candidatura y posterior elección. Irene Vélez, una bogotana de 40 años, fue su ungida para llevar a cabo la transición energética del país y dejar de lado la dependencia económica de las rentas petroleras. Las intenciones del presidente, sin embarg...

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La designación de una filósofa como cabeza del Ministerio de Minas y Energía parecía una demostración contundente de la voluntad de Gustavo Petro por materializar las promesas de cambio que impulsaron su candidatura y posterior elección. Irene Vélez, una bogotana de 40 años, fue su ungida para llevar a cabo la transición energética del país y dejar de lado la dependencia económica de las rentas petroleras. Las intenciones del presidente, sin embargo, despertaron críticas en la oposición y algunos miembros de su coalición de Gobierno. Ahora, cuando varios medios locales indican que Vélez está en sus últimas horas como jefa de cartera, existe un consenso casi generalizado de que la ministra no logró afianzarse del todo en el cargo por cuenta de sus constantes polémicas. Aunque el presidente y sus aliados más leales la defendieron a capa y espada desde agosto del año pasado, un escándalo familiar en la última semana y media parece haber sido la gota que faltaba para que Irene Vélez saliera del gabinete.

Vélez tuvo un aterrizaje accidentado en el Gobierno. Tras la posesión de Petro, el pasado 7 de agosto, el empresariado y los inversionistas permanecían dubitativos por la llegada de la izquierda al poder. El primer mandatario intentó mantener un equilibrio en su gabinete, dando señales de un nuevo rumbo con el nombramiento de figuras disruptivas —como Vélez— pero sin mostrar mucho radicalismo al encargar otros ministerios a burócratas tradicionales —como José Antonio Ocampo en Hacienda y Alejandro Gaviria en Educación—. La aparente calma se disolvió cuando Vélez, sólo cinco días más tarde, afirmó en una entrevista que su despacho no firmaría nuevos contratos de exploración y producción de hidrocarburos. Sus palabras no cayeron bien en un país en el que el petróleo abarca el 40% de sus exportaciones.

“Lo primero que tenemos que decir es que todos los contratos que ya estén vigentes van a seguir su curso normal. Tenemos más de 180 contratos y esos contratos se van a respetar y posteriormente todo lo que derive de ese proceso. Ahora, lo que no vamos a hacer son nuevos contratos de exploración, pues vamos a mantener nuestra promesa para cuidar la casa grande”, aseguró entonces. Pese a que otros funcionarios del Gobierno intentaron matizar sus palabras, no fue la única vez que Vélez se refirió al tema e insistió en que era una decisión tomada.

Su preparación académica y logros pasaron a un segundo plano luego de ese suceso, que muchos tomaron como su carta de presentación. En los meses posteriores, con la lupa mediática posando con especial insistencia sobre ella, Vélez protagonizó otros sucesos que repercutieron en que aumentara el descontento sobre su gestión. Su viceministra de Energía, Belizza Ruiz, la acusó en medios de comunicación de mentir en un informe que señalaba que Colombia conservaría autosuficiencia de gas hasta 2037 y en su carta de renuncia aseveró que pudo evidenciar prácticas dentro del ministerio que violentaban su moral.

En febrero y marzo se presentó un cambio de ministros. Petro reacomodó sus fichas y le mostró las puerta de salida a 10 miembros de su gabinete y nombró, en su reemplazo, a personas más cercanas. Vélez, bajo esa lógica, permaneció en su puesto. El espaldarazo de confianza de su jefe le sirvió para sobrellevar dos mociones de censura que adelantó el Congreso en su contra, superándolas sin mayores percances. Congresistas de la oposición la responsabilizaron de poner en riesgo la seguridad económica del país, pero sus argumentos no prosperaron.

Paradójicamente, los meses de más calma para Vélez fueron el preludio de su salida. Cuando poco sonaba su nombre, cuando la atención de los medios estaba en el escándalo de Laura Sarabia, la jefa de gabinete de Petro, la ministra reapareció en el foco. Primero se supo, a principios de julio, que su esposo Sjoerd van Grootheest obtuvo un millonario contrato con el Fondo Colombia en Paz, adscrito a la Presidencia. Si bien esto no constituye ningún delito, sí sembró la duda alrededor de si recibió el nombramiento por su parentesco con Vélez. Ella no terminaba de exponer sus argumentos de defensa cuando se hizo público que su hijo, menor de edad, abandonó el país sin un permiso de salida. La ley requiere que todo menor de edad, si desea viajar al extranjero, debe presentar una autorización firmada por sus padres, en caso de que ellos no lo acompañen. El hijo de Vélez no tenía el documento con su firma y ella, valiéndose de su cargo, llamó al funcionario de Migración y le solicitó que le permitiera la salida. Por estos hechos es ahora investigada por la Procuraduría y la Fiscalía.

Su partida puede ser un respiro para el presidente, que recibió muchas críticas por dejarla liderar el Ministerio de Minas y Energía, y ahora puede poner alguien más que tenga su confianza, pero que también cuente con reconocimiento de otras orillas políticas.

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