“No se nace en vano al pie de un volcán”
Las personas más vulnerables son las que viven en las riberas de los ríos que nacen en el Nevado del Ruiz. Por allí podría repetirse lo que sucedió en 1985
Hace unos años, en 2011, pongan ustedes, me escribió un primo segundo muy preocupado porque se acababa de enterar de que el nivel de actividad del volcán Nevado del Ruiz estaba en amarillo. Le contesté que sí, que claro, que ya llevaba varios años así. Más o menos 20. Él acababa de leer esa información desde Bogotá, y la prima que vive en Manizales, a 30 kilómetros del volcán — yo—, estaba en ries...
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Hace unos años, en 2011, pongan ustedes, me escribió un primo segundo muy preocupado porque se acababa de enterar de que el nivel de actividad del volcán Nevado del Ruiz estaba en amarillo. Le contesté que sí, que claro, que ya llevaba varios años así. Más o menos 20. Él acababa de leer esa información desde Bogotá, y la prima que vive en Manizales, a 30 kilómetros del volcán — yo—, estaba en riesgo inminente. Lo tranquilicé diciéndole que, en todo caso, sí, convivimos con un volcán activo.
En 1985, cuando el volcán hizo la erupción que le costó la vida a 25.000 personas, yo estaba en quinto de primaria. Ese día mi papá no me levantó para ir al colegio, que canceló clases, y a medida que el día avanzaba nos fuimos enterando de la devastación que dejaron los ríos de lodo y lahares que terminaron en Armero, Tolima, y en Chinchiná, Caldas. Pero en Manizales no pasó nada. Además de un exceso de ceniza, la vida siguió con normalidad, y yo recordé a mi abuela, unos días antes, señalando con sabiduría que ningún borracho vomita en el nudo de la corbata.
El Servicio Geológico Colombiano anunció que otra vez estamos en nivel de actividad naranja. En los últimos 40 años, el volcán ha estado cuatro veces en este nivel: en 1985, en 1989, y dos veces en 2012. No es inédito, pero este cambio en el nivel de actividad significa que la probabilidad de erupción volcánica pasa de meses o semanas, a semanas o días. El cambio se da porque las señales que monitorean los expertos han aumentado significativamente. Los sismos en el interior del volcán están cerca de los 12.000 eventos diarios, asociados al fracturamiento de roca. La emisión de ceniza ha aumentado, y lo mismo ha hecho la temperatura. Eso allí se está calentando.
Ahora imaginen una leche a punto de hervir a la que de pronto le apagan la llama. Es lo que puede pasar. Y ojalá.
Convivir con un volcán es eso. Activar protocolos, actualizar y socializar las rutas de evacuación, recorrer las riberas de los ríos que nacen en el volcán para verificar que no haya nadie nuevo viviendo por allí que no esté enterado o incluido en los circuitos de llamadas, prohibir el ingreso al Parque Nacional Natural los Nevados, restringir el turismo, limitar la circulación de vehículos alrededor del sistema volcánico, pensar en virtualizar las clases de los estudiantes que viven en el área de influencia más cercana al volcán, considerar si mejor cerramos el aeropuerto, alistar preventivamente todos los hospitales, instalar un puesto de mando unificado permanente, pedirle a la gente que deje de compartir cadenas de WhatsApp, consultar con este y con el de más allá, notificar a todo el mundo, avisar, repasar, señalar, insistir, disponer recursos, equipos, personas, con la esperanza de que no pase nada.
¿Que si da susto vivir tan cerca de un volcán? Esa respuesta no es tan sencilla. Es decir, todos los días desayunas, revisas las noticias, conversas con tus amigos, haces planes para ir a tomar algo, trabajas, haces tus cosas, sigues con tu vida como si cualquier cosa. Pero también todos los días te levantas a mirar cómo amaneció el volcán. En Manizales muchos tenemos de frente esta maravillosa vista de tres nevados sobre la cordillera central, y uno de ellos es el volcán Nevado del Ruiz. Te fijas qué tan grande está su fumarola, especulas si la ves gris y es probable que caiga ceniza más tarde, le tomas fotos, es hermoso y poderoso. Pides que esta vez, si hace erupción, hayamos aprendido la lección de 1985, y no muera nadie, por favor.
Las personas más vulnerables son las que viven en las riberas de los ríos que nacen en el Nevado del Ruiz. Por allí podría repetirse lo que sucedió en 1985, cuando la erupción del volcán derritió el casco de hielo del nevado y toda esa agua bajó por los ríos Lagunilla, Claro y Molinos, ocasionando la tragedia que todos recordamos y cuyas consecuencias se sienten todavía hoy, no solamente en la ausencia de las personas que murieron, sino también de los niños que se perdieron en el desorden de un país que no estaba preparado para semejante reto. Nadie quiere que se repita eso, y si me lo preguntan, a riesgo de que la historia me castigue, sí creo que hoy estamos mejor preparados.
La recomendación entonces es, para las personas, estar bien enterados, para las autoridades comunicar mejor, y para todos estar listos, atentos, alertas, preparados y tranquilos. Porque no se nace en vano al pie de un volcán, como dice el músico Lucio Feuillet.
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