El fútbol colombiano es aburrido: ¿tiene arreglo?
La selección no jugará el mundial, ningún equipo quiere a James Rodríguez y un análisis estadístico sitúa la liga local entre las más tediosas del mundo. ‘Pacho’ Maturana, ‘el Tren’ Valencia y Ricardo Silva Romero analizan el duro diagnóstico
Está claro que Colombia no vive sus mejores días futbolísticos. Su selección no jugará el Mundial de Qatar y James Rodríguez, el que era su mejor jugador hace unos años, un candidato al Balón de Oro, pasea su físico de reguetonero por los olvidados estadios de Grecia. El país parece sumido en una depresión profunda alrededor de un deporte que en los años ochenta y noventa le generó tanta ilusió...
Está claro que Colombia no vive sus mejores días futbolísticos. Su selección no jugará el Mundial de Qatar y James Rodríguez, el que era su mejor jugador hace unos años, un candidato al Balón de Oro, pasea su físico de reguetonero por los olvidados estadios de Grecia. El país parece sumido en una depresión profunda alrededor de un deporte que en los años ochenta y noventa le generó tanta ilusión. Para colmo, hace unos días un análisis estadístico situó la liga local entre las más aburridas del mundo entero. “La liga colombiana tiene que ser una de las menos vistosas, una de las más aburridas, una especie de cancha a dónde van a morir las ilusiones de cualquier hincha del fútbol”, sentencia el escritor y futbolero Ricardo Silva Romero. ¿Pero cuándo se extravió el fútbol cafetero por el camino?
En el 2016 Atlético Nacional ganó la copa Libertadores con un plantel joven y prometedor, y dos años antes la selección había logrado su mejor actuación en un Mundial, llegando a cuartos y siendo uno de los equipos más atractivos. Parecía que las cosas iban bien, que la generación del esplendor de los 90 no iba a ser la única en llevar en alto el nombre del fútbol colombiano; pero tras esa ilusión, la realidad era otra. “Después de la caída de esos grandes dineros, legales e ilegales, que habían sostenido el deporte nacional, a los futbolistas les tocó competir afuera. Y los que se quedaron aquí, se quedaron a competir en un mundo abandonado, como paralizado. Un desinterés absoluto de la dirigencia, de los dueños de los equipos y una ausencia de crítica muy preocupante a la hora de exigir una mejor liga por parte de la hinchada”, analiza Ricardo Silva. Desde su perspectiva, los empresarios, cómodos con un modelo de negocio basado en exportar jugadores -el último gran producto ha sido Luis Díaz-, descuidaron la liga. No hay necesidad de competir por ella, porque se mantiene el interés local y unos ingresos estables, a pesar de un nivel de juego realmente bajo.
En los últimos días, esa sospecha se ha confirmado. La clasificación elaborada por el CIES Football Observatory, una web especializada en análisis estadísticos del deporte, ubicó a la Liga BetPlay, la máxima categoría del fútbol en Colombia, entre las siete más aburridas del mundo. El ranking en cuestión equipara oportunidades y goles con emoción. Según su criterio, la Bundesliga alemana es la más entretenida, con 12.96 oportunidades y 3.04 tantos por partido en promedio. En el otro extremo de la lista, en el puesto 67 de 74, la primera división colombiana promedia 9.04 oportunidades y 2.26 goles por encuentro. Traducido a palabras: en Colombia el fútbol profesional es más lento, con menos momentos de desequilibrio y menos riesgo.
Sin embargo, todo es cuestión de perspectivas, recuerda Francisco Pacho Maturana. “Puede que eso sea verdad, pero para a mí hay ligas europeas, que puede que estén en los primeros puestos, que me aburren. No cumplen unos principios tácticos básicos, no buscan un funcionamiento de equipo, sino que se regocijan en los jugadores individuales. Para mí la brillantez del fútbol está en los principios del juego”, comenta por teléfono el entrenador que lideró esa selección Colombia de los primeros años de la década de los 90 y la llevó a jugar un fútbol ordenado, dinámico y eficaz. “Yo digo que en Colombia se defiende bien y que el campeonato es muy bueno, porque cualquiera le gana a cualquiera y el líder tiene que luchar incluso contra los que están en el descenso”, agrega Maturana, que actualmente es el director deportivo del Atlético Nacional.
Uno de los jugadores que él dirigió en aquella selección, Adolfo El Tren Valencia, entiende los argumentos de su antiguo entrenador, pero cree que hay otras razones para la evidente falta de dinamismo del fútbol colombiano. “Creo que los equipos ahora mismo no dan la oportunidades para un proceso. Los técnicos tienen tres partidos y si no ganan los echan. Eso genera un fútbol muy conservador y no permite que se desarrollen estilos”, analiza por teléfono el exjugador del Bayern Múnich y Atlético de Madrid. “También falta competitividad. El torneo es corto para muchos equipos y los jugadores jóvenes no tienen oportunidad para foguearse como en otros países donde están la segunda, tercera, cuarta división. Antes teníamos un torneo sub-23, pero se acabó, y creo que eso hace que los ‘pelaos’ salgan a la cancha con temor cuando al final los necesita el técnico”, agrega el exdelantero.
La realidad que repasan Silva, Maturana y Valencia se traduce en equipos que están compuestos por jóvenes talentosos pero con poquísima experiencia, veteranos exitosos que han vuelto de carreras en el exterior y un contingente grande de jugadores que nunca dieron la talla, que juegan en una liga con pocos incentivos para la competición de calidad y el esfuerzo. El resultado son escuadras “mediocres”, asegura Silva, que agrega argumentos de una esencia conformista en el carácter colombiano.
Así, la situación se puede leer como una crisis de identidad generalizada en el fútbol nacional, la cual contrasta con la narrativa de una herencia de un estilo creativo, desequilibrante y comprometido. El fútbol colombiano, se dice con honra, desde la época de El Dorado, cuando jugadores de la talla de los argentinos Alfredo di Stéfano o Adolfo Pedernera jugaron en el país, es un baile que incorpora el cuerpo, el placer y el ritmo; una versión colombiana del jogo bonito brasileño. Muchas cosas tienen que cambiar para que el fútbol vuelva a ser un orgullo nacional.
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