La presencia de lo público

Es muy diferente habitar un país donde los derechos tienen un precio, a uno donde están garantizados para todos

Biblioteca Agusti Centelles de Barcelona.©Consuelo Bautista

Hace unos meses vivo en Barcelona. Viniendo de Bogotá se agradece la presencia de lo público en la vida cotidiana. En Colombia, “salir” suele ser sinónimo de “gastar”. En Barcelona vamos al parque de la Ciudadela, leemos cuentos en la biblioteca, visitamos alguno de los museos que tienen entrada gratuita los domingos, o vamos a alguna de las tantas ferias barriales. El legado de los países europeos ha sido esta noción de comunidad donde el interés público está por...

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Hace unos meses vivo en Barcelona. Viniendo de Bogotá se agradece la presencia de lo público en la vida cotidiana. En Colombia, “salir” suele ser sinónimo de “gastar”. En Barcelona vamos al parque de la Ciudadela, leemos cuentos en la biblioteca, visitamos alguno de los museos que tienen entrada gratuita los domingos, o vamos a alguna de las tantas ferias barriales. El legado de los países europeos ha sido esta noción de comunidad donde el interés público está por encima del particular. En la práctica, esto se traduce en educación y salud pública de calidad, vivienda a precios razonables y seguro de desempleo para quienes están en el paro. Pero también, y sobre todo, se trata de una actitud frente a la vida. Saber que el mejor lugar es el de puertas abiertas, ese donde no te piden un carné de socio para entrar, no hay un “bouncer” a la entrada, no necesitas ser cliente “VIP” para tener acceso. Es esta cotidianeidad donde no se es más o menos que el otro según la cantidad de dinero que se tiene en la cuenta bancaria la que nos lleva a valorar la vida desde otro lugar. Porque es muy diferente habitar un país donde los derechos tienen un precio, a uno donde están garantizados para todos.

Lo triste es que esta manera “americana” de concebir la humanidad se está devorando al mundo. Al menos desde el surgimiento de la democracia liberal, nunca hubo una concentración de riqueza tan grotesca como la de ahora. Nunca tan pocos acumularon tanto con la única idea de seguir acumulando más. Recuerdo un chiste que contaban en el colegio: ¿Qué le pide el hijo de Pablo Escobar al Niño Dios? La respuesta era: Nada, el hijo le dice “Niño Dios, pídeme lo que quieras”. Antes me hacía reír, con todo y que las bromas sobre el apellido Escobar me tienen harta (me afectan además a título personal por compartir apellido). Pero creo que el chiste es bien ilustrativo de un planeta narco que, como un cáncer, ha hecho metástasis en la política, la economía y los modos de vida y convivencia entre personas.

Este tesoro de bienes públicos en abundancia que todavía es posible experimentar en algunos países comenzó a construirse en la Europa de la Ilustración. Esta primavera social y cultural vuelve hoy a estar en peligro. Más allá de especular si Putin está por iniciar la Tercera Guerra Mundial, me interesa pensar cómo la humanidad que se alzó en los siglos XVIII, XIX y XX sobre las tinieblas del horror, hoy está bajo amenaza. Porque después de demostrar que en las personas triunfan el conocimiento y la razón sobre la superstición y el miedo, después de soñar construir durante el Siglo de las Luces una confianza colectiva en lo que podemos alcanzar como seres pensantes, vuelve a aparecer un líder autoritario y desquiciado a poner tanto en jaque.

Lamentablemente, el caso ruso no es la excepción. Los regímenes autoritarios van de Myanmar a Venezuela, de Hungría a Nicaragua, de China a Siria. Y como bien lo dice Hannah Arendt en El origen del totalitarismo, en la Alemania nazi la propaganda fue una herramienta indispensable. Hoy en día las redes sociales cumplen ese mismo objetivo de manipular el pensamiento de masas.

La cereza en el pastel de la discordia viene a ser entonces la compra de Twitter por parte del hombre más rico del planeta según la reviste Forbes. Elon Musk es uno de tantos villanos de nuestra era. Junto a Putin, Bolsonaro o Trump, representa al macho irascible, megalómano y caprichoso al que es mejor no contradecir por miedo a que nos corte la cabeza. ¿Usará Musk la red social como un revolver para acosar a sus enemigos? ¿Será esta la propagación de las noticias falsas? ¿O será también su plataforma para amistarse con China, tal como le conviene a Tesla? ¿Significa que ha dejado de regir la era de la razón humana? ¿Y Europa? Los latinoamericanos somos unos convidados de piedra en este festín de barbaries. ¿O me equivoco? ¿Qué tiene para decirnos sobre esto?

@melbaes

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