Liren Ding: “Me acordé de Camus: ‘Si no puedes ganar, hay que resistir”
El chino, campeón del mundo y marcado por el ajedrez desde los cuatro años, juega al baloncesto al tiempo que se define “muy emocional y racional a la vez”
Le gusta ver y oír la lluvia. Pero acaba de convertirse en campeón del mundo de un deporte durísimo, que tiene mucho de boxeo mental. Liren Ding, de 30 años, juega al ajedrez intensamente desde los cuatro. Sin embargo, se graduó en Derecho porque su padre le obligó a estudiarlo; y lee mucho, sobre todo filosofía. El sucesor en el trono del noruego Magnus Carlsen, tras batir ...
Le gusta ver y oír la lluvia. Pero acaba de convertirse en campeón del mundo de un deporte durísimo, que tiene mucho de boxeo mental. Liren Ding, de 30 años, juega al ajedrez intensamente desde los cuatro. Sin embargo, se graduó en Derecho porque su padre le obligó a estudiarlo; y lee mucho, sobre todo filosofía. El sucesor en el trono del noruego Magnus Carlsen, tras batir de modo asombroso al ruso Ian Niepómniashi en un desempate rápido electrizante, habló con EL PAÍS durante 20 minutos en Astaná (Kazajistán). Lo que sigue también recoge frases de entrevistas anteriores con medios chinos.
Ding no ha dormido “ni un minuto” en toda la noche entre la celebración, la excitación y la necesidad de atender a 15 medios de comunicación chinos: “Solo me ha dado tiempo a darme una ducha”. Humilde en grado máximo, y con dificultades para expresarse bien en inglés, se siente extraño en un ambiente lleno de cámaras, cables y diversos artilugios técnicos. Pero se esfuerza en atender lo mejor posible a todos: “Tengo asumido que la prensa es importante”. Poco antes de atender a este periódico ha roto a llorar durante la grabación de su entrevista oficial con la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE), cuando estaba explicando los consejos que le dio un amigo tras perder la segunda partida del Mundial.
Fue en ese momento cuando recordó el título de un libro de la poetisa estadounidense Louise Glück: Hasta que el mundo refleje las más profundas necesidades de mi alma. Y él adaptó esa idea a su situación deportiva y anímica, muy influida en ese momento por la ruptura con su novia. “Algunas de mis lecturas me han hecho mejor jugador”, asegura, y pone como ejemplo lo ocurrido el sábado, cuando sufrió lo indecible durante seis horas y media al borde del abismo para arrancar un empate en la última partida lenta del Mundial: “Me acordé de cómo Albert Camus elabora el concepto de resistencia. La idea es que si ves que no puedes ganar, haz cuanto esté en tu mano para resistir. Y ese recuerdo me inyectó la determinación que necesitaba”.
Encuentra una gran conexión entre la filosofía y el ajedrez “porque ambos son abstractos”. Pero el ajedrez es también un deporte de alta competición, con enormes exigencias de pragmatismo y eficacia, que le obliga a aparcar una parte de su ser: “Soy muy emocional y racional a la vez. Y también un entusiasta del arte. En mi vida normal me gusta ver y escuchar la lluvia, y también jugar al baloncesto. Pero cuando llego a un torneo debo olvidar esos sentimientos para ser más estricto y profesional”.
Pero hay maneras muy opuestas de afrontar ese profesionalismo. El ruso Gari Kaspárov, número uno desde 1985 hasta que se retiró (2005), no se conformaba con ganar la partida, deseaba aniquilar a su adversario. Por el contrario, el indio (e hindú de religión) Viswanathan Anand, pentacampeón del mundo, nunca mostró un ápice de instinto asesino. Él tiene su propio enfoque: “Me considero un académico, un erudito a quien le gusta mucho estudiar, y creo que he encontrado nuevas maneras de enfocar el ajedrez. Ahora bien, cuando llegué a los 2.500 puntos en la lista internacional [entre los 700 mejores del mundo], y decidí subir mi nivel, me di cuenta de que debía aceptar el reto de ser además muy competitivo”.
Ding nació en Wenzhou del matrimonio entre una enfermera, que le ha acompañado en Astaná durante las tres semanas del Mundial, y un ingeniero eléctrico que le insistió mucho en que no dejara de estudiar, aunque sus éxitos en ajedrez ya fueran resonantes desde muy joven. Pero el padre fue más allá, y Liren tuvo que cursar la carrera de Derecho entera, durante cinco años, a pesar de que nada más empezarla descubrió que no le gustaba nada: “Son cosas de las que prefiero no hablar mucho”.
En cambio, sí contesta con entusiasmo a la pregunta de cómo se va a motivar para seguir siendo campeón del mundo: “Tengo que construir un equipo fuerte, con grandes maestros y potentes computadoras. En suma, debo ser más profesional”. Pero justo un día antes había dicho que ser campeón del mundo no era tan importante para él, que lo realmente esencial era jugar cada vez mejor. ¿Cómo se motivó entonces para ganar un duelo tan sumamente duro? “La clave principal ha sido mi analista, Richard Rapport [rumano, 12º del mundo]. Él ha aportado toda la creatividad que a mí me falta en las aperturas [formas de iniciar una partida]”. Si logra construir ese equipo tan sólido, no tiene miedo a nadie: “Estoy dispuesto para todos los retos, incluido jugar contra Carlsen si quiere recuperar el título o defenderlo frente a las jóvenes estrellas”.
Ding se comportó al modo kamikaze en dos momentos del duelo, con resultados opuestos. Perdió la séptima partida en posición muy ventajosa cuando, con poquísimo tiempo en el reloj, se metió en un ataque de riesgo máximo en lugar de hacer jugadas de espera hasta pasar el control de la 40: “Eso tiene una explicación fácil. Simplemente, no fui consciente de lo apurado que estaba de tiempo”. Pero ganó la última del desempate rápido en circunstancias muy similares: “Tenía claro que Niepo era el favorito, tanto en la modalidad de rápidas como en relámpago [cinco minutos cada uno para toda la partida]. Y si esa partida hubiera sido tablas, como las tres rápidas anteriores, hubiéramos pasado a las relámpago. De modo que jugué a ganar”.
En la entrevista con la FIDE, Ding recurrió a una película de Woody Allen cuando le preguntaron si se siente en el momento más feliz de su vida: “Él dice que la frase en inglés I love you no siempre expresa que quieres muchísimo a alguien, que debería de haber una expresión superior a esa. En mi caso, feliz es poco, hay que buscar una palabra más fuerte. Es una liberación enorme”. Tan grande que, confiesa, llegó a pensar en dejar el ajedrez: “Antes del Mundial le dije a un amigo que me retiraría si lo perdía. Y también que, como me conozco bien, lloraría mucho si ganaba. He ganado, he llorado mucho, no pienso retirarme y la vida va ahora en otra dirección”.
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