El Gobierno talibán revoca la prohibición del ajedrez en Afganistán
La selección masculina, autorizada a disputar la Olimpiada en India, confía en que también haya pronto un equipo femenino
El equipo afgano es probablemente el más ilusionado y feliz entre los más de 180 países que disputan la Olimpiada de Ajedrez en Chennai (India). Hasta hace unos días, cuatro de sus jugadores, que viven en Afganistán, temían ser multados o que les cortaran las manos por jugar al ajedrez, prohibido por el Gobierno talibán según la interpretación más radical del Corán. Ahora están autorizados, y eso les alimenta además una doble esperanza: que las niñas no tengan que abandonar la escuela a los 11 años, y que ello implique revocar la prohibición aún vigente de que las mujeres jueguen al ajedrez....
El equipo afgano es probablemente el más ilusionado y feliz entre los más de 180 países que disputan la Olimpiada de Ajedrez en Chennai (India). Hasta hace unos días, cuatro de sus jugadores, que viven en Afganistán, temían ser multados o que les cortaran las manos por jugar al ajedrez, prohibido por el Gobierno talibán según la interpretación más radical del Corán. Ahora están autorizados, y eso les alimenta además una doble esperanza: que las niñas no tengan que abandonar la escuela a los 11 años, y que ello implique revocar la prohibición aún vigente de que las mujeres jueguen al ajedrez.
Yereván (Armenia), Olimpiada de Ajedrez de 1996. Seis afganos exhaustos llegan siete días tarde. Más de 1.500 ajedrecistas de todo el mundo se ponen de pie en un inmenso pabellón para recibirlos con un largo aplauso mientras caminan hacia su mesa asignada para disputar la 7ª ronda. La capital afgana, Kabul, ya había caído bajo el poder talibán, pero ellos venían del norte, aún libre, en un viaje de diez días, cruzando tres países en autobús y dos en avión. El presidente de la Federación Afgana, Mohammad Esmaiel Jamshidi, explicó entonces que el ajedrez había sido popular en Afganistán durante siglos: “Se aprendía en casi todos los hogares hacia los cinco años; normalmente, era la madre quien enseñaba las reglas. En 1987, el Ministerio de Educación y Ciencia, bajo el Gobierno del presidente Najibullah, lo implantó como asignatura en todos los centros de educación con el argumento de que ningún otro deporte desarrolla tantas cualidades”.
En la siguiente edición de la Olimpiada (Elistá, Rusia, 1998), se vivió una escena similar, con afganos exiliados que lograban formar equipo. El horror talibán en su primera etapa duró hasta 2001 (y más en algunas regiones de Afganistán). Pero la escasez de recursos provocó que la selección femenina solo pudiera jugar esporádicamente las Olimpiadas, en 2008 (Dresde) y 2012 (Estambul).
El capitán del equipo masculino, Khyber Farazi, explica ahora su esperanza: “Hemos luchado hasta el último minuto para lograr esta autorización, que es una alegría enorme. Cuatro de nosotros seis vivimos en Afganistán y podremos volver sin miedo a castigos”. Pero no se conforman con eso: “Es muy importante que logremos un buen resultado deportivo, que destaquemos entre los equipos de nuestro nivel, porque entonces el Gobierno verá que el ajedrez puede dar prestigio internacional al país, y eso podrá beneficiar también a las mujeres ajedrecistas”.
El tercer tablero, Sepehr Sajawaty, recuerda su enorme frustración: “Soy consciente de que estar vivo y poder jugar al ajedrez es ya un gran privilegio. Pero no podía hacerlo, salvo con mi padre, por miedo a multas o algo mucho peor, que me cortasen las manos como a los ladrones. La situación del ajedrez era terrible pero, tras semanas pendientes de las noticias, por fin llegó la autorización para viajar a Chennai”.
“El ajedrez es un juego diabólico que perturba las mentes de quienes lo practican”. Esa frase del líder de la Revolución iraní de 1979, el imam Jomeini (1902-1989), desveló por qué la interpretación más extremista del Corán prohíbe el ajedrez, aunque en ese libro sagrado no se cite al ajedrez para nada (a pesar de que los musulmanes, quienes lo llevaron a la actual España en el siglo VIII, ya lo conocían en el VII). En la Edad Media, se practicaba en algunos países con apuestas y dados, y los juegos de azar o envite están prohibidos porque pueden distraer al musulmán de la obligación de rezar y además se suelen asociar con el consumo de alcohol. Otro problema, pero menos importante, es la prohibición de juegos cuyas piezas representen figuras en relieve de personas o animales; por eso, las piezas de ajedrez árabes suelen ser planas.
Además, según los radicales, el guerrero musulmán dispone de tres actividades recomendables cuando está en casa: montar a caballo, tirar con arco y gozar con sus mujeres. Luego hay una mayoría de actos o pasatiempos que están tolerados; y por último están los prohibidos, donde Jomeini incluyó el ajedrez. Pero rectificó poco antes de morir, convencido por intelectuales iraníes cuyos argumentos eran irrefutables: hace siglos que al ajedrez no se juega con apuestas ni dados; y, sobre todo, es un juego de guerra, y por tanto idóneo para los guerreros cuando descansan. Hoy, Irán es una de las grandes potencias del ajedrez asiático, pero sus jugadores sufren otro tipo de problema: están obligados a perder por incomparecencia cuando se enfrentan a un israelí.
Sin embargo, todo indica que el movimiento talibán no se enteró de ese proceso en el país vecino cuando tomó el Gobierno afgano por primera vez, en 1996. Y, como ya había ocurrido con varios ajedrecistas profesionales iraníes, los mejores jugadores afganos y varios directivos tuvieron que salir por piernas porque su pasión por un juego que enseña a pensar era muy peligrosa.
Jomeini y los talibán no son los únicos iluminados que han prohibido un juego con más de quince siglos de historia documentada. El muftí (autoridad religiosa) saudí Abdulaziz al-Sheij arguyó como justificación, en 2016, una de las numerosas virtudes del ajedrez: “Hace rico al pobre y pobre al rico”. Y añadió: “Crea hostilidad e incita a malgastar el tiempo”. Unos meses más tarde, el imam turco Ahmet Mahmut, muy famoso (bendijo al presidente Erdogan y su esposa), fue aún más lejos: “Jugar al ajedrez es más pecaminoso que apostar o comer carne de cerdo”. Y añadió: “Los ajedrecistas están malditos. Tienden a mentir más que el resto de las personas”. Por fortuna, sus respectivos Gobiernos no les hicieron el menor caso: Arabia Saudí se unió a la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) hace unos años. Turquía es un país muy destacado en la introducción del ajedrez en las escuelas como deporte.
La Iglesia católica también prohibió el ajedrez en diversos momentos y lugares, argumentando que distrae del rezo, hasta que el papa León X (1475-1521) le dio su bendición. La motivación fue muy distinta cuando lo hizo en China un Gobierno provisional mientras el gran líder Mao Zedong (1893-1976) agonizaba. Fue durante la Revolución Cultural (1966-1976), cuando se prohibió todo lo que sonara a occidental (a pesar de que también existe el ajedrez chino, parecido al internacional), incluida la música de Beethoven. La policía multaba los jugadores de ajedrez y quemaba los libros técnicos en las plazas del pueblo. Pero duró muy poco: en 1991, la campeona del mundo ya era china, Xie Jun.
En su conversación con este periódico, el capitán de la selección afgana, Farazi, se muestra muy comedido al hablar de su Gobierno, y da la impresión de no contar todo lo que sabe. Pero subraya: “Que estemos aquí es muy importante; no solo por nosotros, sino por las repercusiones beneficiosas que puede tener, sobre todo para las mujeres”.
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