La normalidad democrática llegó antes a la política que a la literatura. Cuando Andrés Trapiello publicó por primera vez en 1994 Las armas y las letras, su ensayo sobre la literatura y los literatos durante la Guerra Civil, el libro descubrió para el gran público un puñado de ideas y autores que hoy son moneda corriente pero que entonces levantaron polvareda.
Bastó una breve escena en la que un personaje cree haber visto un fantasma, para que la etiqueta de "realismo mágico" cayera sobre la edición estadounidense de Los minutos negros, el primer libro de Martín Solares.
Se daba por hecho. Sólo faltaba dilucidar cuándo ocurriría. Y sucedió ayer. Lourdes Fernández dimitía como directora de Arco poco más de dos meses después de la última edición de la cita, la más crítica de los casi 30 años de la feria madrileña de arte contemporáneo. ¿La razón? Las diferencias de criterio con la dirección de Ifema y, en particular, con Luis Eduardo Cortés.
Crisis, ¿qué crisis?, se preguntaba ayer la familia del teatro español, en su gran noche: la noche de los premios Max. Una noche en la que el tifón Urtain arrasó con todo, o con casi todo: nueve premios conquistados de entre 12 candidaturas, incluido -cosa que nadie se había atrevido a poner en duda- el que corona a Roberto Álamo como mejor actor escénico de la temporada.
Solo y con un guión que abandonó a los pocos minutos de comenzar a hablar salió ayer a escena Gerard Mortier, director artístico del Teatro Real, en su primera presentación ante el público de Madrid. Mortier quiso que los abonados del coliseo conociesen de primera mano lo que va a ofrecer en el escenario la próxima temporada.