América Latina: ¿estar peor para estar mejor?
En el debate entre Trump y Harris no habrá un planteamiento elaborado de los candidatos sobre si debería haber o no un plan para desestimular la migración ilegal a través de la cooperación conjunta, del comercio y el desarrollo sostenible
A medida que se acerca el debate entre Kamala Harris y Donald Trump me ha venido a la cabeza un episodio que viví en 1999 o 2000. En aquel entonces, siendo yo un alto diplomático colombiano en Washington, estaba teniendo una conversación con un importante funcionario del Departamento de Estado, en el marco del trabajo de los dos Gobiernos para lograr aprobar en el Congreso americano recursos para el Plan Colombia, concebido en aquel momento como un plan amplio para combatir el cultivo, producción y tráfico de drogas ilícitos. La situación de ustedes en América Latina —me dijo— es muy paradójica: la región es pobre, pero no tanto como otras del mundo, es violenta, pero no es una violencia masiva como en otras partes y ciertamente no es por razones religiosas o étnicas, no se embarcan en guerras entre países y definitivamente no representan una amenaza terrorista de gran nivel para nosotros. Lo único que realmente preocupa a Estados Unidos es la producción y entrada de drogas ilegales —especialmente cocaína— a este país.
En aquel entonces el tabú de la discusión sobre la legalización de la droga y su tratamiento a través —primordialmente— de educación y prevención más que de interdicción era más profundo, por lo que la discusión se daba muy aisladamente.
Mucha agua ha corrido por debajo del puente en estos últimos 25 años. La discusión sobre las drogas ilícitas es diferente y las mismas drogas son distintas. Los opioides se han convertido en un nuevo azote en Norteamérica, aunque la cocaína sigue predominando en Estados Unidos, Europa y Asia. Ya no se habla tanto de esta y la heroína, ahora la discusión pública son los opioides, especialmente el fentanilo.
Hoy, a nivel político y especialmente en las campañas, el gran tema que preocupa a Estados Unidos frente a América Latina es la migración masiva, a diferencia de hace 25 años. Y no es que antes no estuviera en el radar, pero no era un asunto tan controversial y —sobre todo— no estaba tan politizado como hoy.
La llegada de personas indocumentadas, especialmente por la frontera sur, la forma y magnitud de las deportaciones (que incluye estas y las remociones o “removals”) es un tema que ha estado en la agenda de Harris y de Trump durante su paso por el Gobierno federal, ella como vicepresidente y él como presidente. Para Trump el tema es más de ejercicio de autoridad dura con la construcción de su controversial muro, las deportaciones en lo que él ha prometido será “la mayor operación de deportaciones en la historia americana” y restricciones al asilo. Harris, por su parte, ha sido parte de la ejecución de la agenda Biden en inmigración que muchos consideran demasiado blanda. Más que a cargo del control operativo de la frontera, Harris se ha centrado en trabajar con los países —especialmente centroamericanos— buscando mejorar sus condiciones y desestimulando así la entrada masiva de personas indocumentadas y apoyando a los que llegan. Los resultados de esta gestión no parecen haber sido muy convincentes.
En múltiples encuestas se muestra como para los estadounidenses controlar la migración es un tema prioritario, más para los republicanos que para los demócratas, aunque en general no es el primero de la lista. De acuerdo con un reciente estudio de Pew Research Center, los tres temas prioritarios son la economía con el 81%, la salud con el 65% y los nombramientos en la Corte Suprema con el 63%. Este último asunto es mucho más importante para los demócratas (73%) que para los republicanos (54%); no se puede olvidar que estos últimos dominan ese cuerpo colegiado, con seis magistrados conservadores contra tres liberales, lo cual tiene grandes implicaciones en temas como el aborto, la amplitud para el ejercicio de los derechos civiles y eventualmente la migración.
A continuación vienen la política exterior con el 62%, los crímenes violentos con el 61% y —finalmente— la migración en sexto lugar con el 61%, con un énfasis claro en los republicanos (82%) y mucho menor en los demócratas (39%). Las políticas de control de armas, si bien está más abajo en la lista de preocupaciones de los votantes estadounidense, está en el séptimo lugar con el 56%.
Todo lo anterior nos lleva a temer lo peor en el debate presidencial. El único tema de la agenda —en lo que respecta a América Latina— va a ser el de cómo trancar la migración, cómo restringir o no el derecho de asilo y si la mano dura o la mano blanda es lo que se debe aplicar.
No oiremos hablar de cómo la migración ilegal tiene origen en causas tan disímiles como la extrema pobreza, la inestabilidad política, la persecución o el cambio climático. Este último, dicho sea de paso, está en el décimo lugar de las preocupaciones de los votantes, según Pew, con el 37% general, que incluye al 62% de los demócratas y solo al 11% (¡!) de los republicanos.
Tampoco habrá un planteamiento elaborado de los candidatos sobre si debería haber o no un plan para desestimular la migración ilegal a través de la cooperación conjunta, del comercio y el desarrollo sostenible o de una aproximación mixta, con unas reglas migratorias rígidas y pragmáticas que traigan orden, pero sin desconocer el drama humano que hay detrás de cada familia que deja su casa para adentrarse en lo desconocido, en un país del que desconoce hasta el idioma.
Lejos están los días en que la visión de América Latina en Washington era más integral, empezando por la famosa Alianza para el Progreso de John F. Kennedy, truncada con su asesinato en 1963.
Gane quien gane, lo más posible es que Washington siga dando a América Latina por descontada, aunque haya unos pocos países “problemáticos”. La paradoja de hace 25 años se mantiene: la región es pobre, pero no tanto; es violenta, pero no tanto y no por razones religiosas o étnicas; nuestros países no se embarcan en guerras e invasiones y tampoco representan una amenaza terrorista de gran nivel. La gran preocupación de Estados Unidos —hoy— es la entrada de personas ilegales a su territorio. Así lo veremos en el debate, en el que seguramente solo habrá “punch-lines” y planteamientos muy generales.
Todo parecería indicar que si América Latina quiere tener una relación relevante y amplia con Estados Unidos, tendrá que estar peor, para poder estar mejor.
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