Albert Douer: “Creamos un problema enorme con los plásticos y UBQ lo ha resuelto”
El empresario colombiano dirige una multinacional latina dedicada a la fabricación de plásticos. Ahora apuesta por un producto que sustituya al material que tanto daño ha hecho al medio ambiente
Albert Douer (62 años), nacido en Barranquilla, en Colombia, dirige el Grupo Darnel, una multilatina que fabrica materiales de construcción y plásticos con presencia en más de 15 países y plantas en Estados Unidos, Europa y varios países de América Latina. Su empresa colombiana Ajover-Darnel, fundada en 1961 en Bogotá, es líder en la producción de envases desechables. Formado en la Universidad de Harvard, el último emprendimiento de Douer es una empresa innovadora con sede en Israel que, tras años de investigación, ha creado un producto que se presenta como la solución ecológica para reutilizar los desechos. El UBQ, bautizado con el mismo nombre de la empresa que lo produce, es un producto similar al plástico pero fabricado al 100% con basura y en cuya producción no se emite carbono. Douer asegura que el hecho de ser dueño de un negocio de plásticos no contradice su empeño por encontrar una alternativa más ecológica, sino que lo ha impulsado.
UBQ fue fundada hace 13 años en Israel. Inició su expansión en enero pasado con la apertura de una fábrica en Holanda y acaba de abrir una oficina en Miami, ya que Estados Unidos es uno de los mercados prioritarios. Entre sus clientes ya hay grandes firmas como Mercedes y Pepsi.
Pregunta. Su carrera profesional ya ha sido exitosa. Sus empresas tienen una importante presencia internacional, cuentan con fábricas en Estados Unidos, España, Turquía, Brasil, Argentina, Uruguay y centros de distribución en más países ¿Qué supuso para usted implicarse en el proyecto de UBQ?
Respuesta. Es como si toda mi carrera estuviera encauzada para esta nueva compañía. Es casi un milagro que me entregaron. Siento una responsabilidad muy grande. No muchas personas tienen la oportunidad de hacer algo que puede afectar al mundo entero y con UBQ estamos cambiando como la humanidad ha hecho hasta ahora las cosas.
P. Desde hace décadas la preocupación por el medio ambiente ha propiciado que tomemos conciencia de la importancia de reciclar y separar la basura se ha convertido en un acto habitual. La empresa UBQ surge para ir más allá en la protección al medio ambiente. ¿Qué aporta su producto?
R. Esto no es reciclaje. Es un producto totalmente diferente a lo que existía en el mundo. Para poder reciclar tienes que separar muy bien y luego utilizar mucha agua para lavarlo. No puedes reutilizar el producto como originalmente fue concebido. Lo que hace UBQ es que toma toda esa masa de desecho que no se aprovecha y la convierte en un material que no existía. Usamos lo que yo llamo “la bolsa negra”, que es todo lo que no se recicla. Entre el 80% y el 90% de esa “bolsa” son productos orgánicos. Es la comida que se tira, el papel y el cartón y los plásticos no reciclables. Y los pañales. Es increíble la cantidad de pañales que se tiran en todo el mundo, es un tema gravísimo. Con UBQ vamos a poder aprovechar todo lo que desechamos, es hacer realidad el concepto de economía circular.
P. ¿Cuál es el proceso para llegar a eso?
R. Recibimos los desechos y les extraemos dos cosas: los metales y el agua. Todo lo demás lo utilizamos para producir las tabletas del nuevo material, que hemos patentado. Creamos algo que aporta muchos beneficios al medio ambiente. No es un polímero, pero tiene las mismas características de ser termoplástico, lo que permite que se pueda utilizar en las mismas máquinas que fabrican plásticos. Puedes usar un 10% de UBQ para fabricar algo, o un 100%. Se puede mezclar con el plástico y hacer artículos de muchas clases: autopartes, muebles, productos del hogar… sólo no se puede utilizar para fabricar envases que estén en contacto directo con alimentos. Y otra ventaja es que en el proceso de producción no emitimos carbono, algo con lo que no contábamos y nos sorprendió.
P. El resultado parece prometedor, pero debió ser un proceso largo hasta conseguirlo.
R. Tardamos en sacarlo más de lo que queríamos. Cuando yo invertí, existía el concepto y la patente, pero no sabíamos cómo hacerlo. Lo que esperábamos que llevara tres años acabó necesitando diez. Pero una de las ventajas de que la tecnología se desarrollara en Israel es que encuentras expertos, de los mejores del mundo, en todos los temas, que podían resolver los problemas. También los hay en Europa y en Estados Unidos, pero hay una enorme diferencia. En Israel te atienden. Yo fui a Harvard y si quiero hablar con un profesor, no me recibe. ¿Quién es ese señor de allá, de Latinoamérica? Si después de dar mil vueltas por fin te reciben, lo primero que quieren saber es cuánto van a ganar con ello.
En Israel la gente adora resolverle problemas al vecino. Yo no lo sabía porque no vivo en Israel. Pero un día pregunté quién era un señor que nos había ayudado muchísimo, quería saber qué cargo tenía en la empresa. Y me dijeron que ninguno, que no cobraba, solo ayudaba. Es algo que no he visto en ningún otro lugar. Yo vengo de otro mundo donde eso no pasa. Hoy en día tengo una regla de que a quienes nos van ayudando les entregamos acciones de la empresa.
P. Usted fue el primer inversor y apostó por un producto que debía concretarse en tres años. En esos 10 años de investigación durante los que las expectativas no se cumplían, ¿no perdió la esperanza?
R. Sí, hubo días que me preguntaba si había cometido el mayor error de mi vida, sobre todo cuando venían a pedirme que necesitaban otros tantos millones de dólares para poder seguir. Pero, por otro lado, iba viendo avances. Tuvieron la suerte de encontrar un industrial como yo, que no miro las cosas en términos de tres años ni de cinco, sino de 100. Yo pienso en mis nietos, en mis bisnietos.
P. Su experiencia profesional se inicia en América Latina, donde tiene la sede el Grupo Sanel. La empresa Ajover, de origen colombiano, está presente en muchos países. Es difícil para las compañías latinas competir en el mercado internacional?
R. Nosotros siempre hicimos las cosas de forma diferente. Lo usual es que América Latina absorba tecnología, pero desde muy temprano nosotros la hemos generado. Obviamente los primeros 20 años tratábamos de alcanzar a los europeos o a los americanos, pero yo diría que en los últimos 15 o 20 años hemos estado por delante. UBQ se aprovechó de eso, porque yo no había invertido de no haber sido porque éramos una empresa latina con una percepción del mundo muy diferente a la de la mayoría de las latinas, en el sentido de que siempre nos consideramos iguales a un europeo o un americano.
Los israelíes no son muy buenos en el tema del manejo de personal, de hacer crecer las empresas globalmente. Son buenos en la inversión, pero les cuesta trabajo crear compañías grandes y nosotros sí podemos hacerlo. Aunque UBQ es una empresa israelí tiene unos rasgos latinos, hay una mezcla interesante.
P. Parece una contradicción que en una empresa se dedique a fabricar plásticos y en otra busque cómo eliminarlos…
R. Hace 20 años, fuimos de los primeros en las Américas en reciclar las botellas de PET y convertirlas en envases de alimentos. Le vimos ventajas al plástico, y todavía se las veo. Soy un convencido de que el plástico aporta muchos beneficios, sobre todo para países pobres como Latinoamérica. En países como los nuestros, donde no tenemos las cadenas de refrigeración, donde no tenemos el dinero de Europa, donde pueden darse el lujo de pagar un empaque a tres veces su precio, el plástico sirve y tiene un valor muy importante para la comunidad.
Pero nadie puede negar que creamos un problema enorme, también. Y mi solución es resolver los problemas. Fuimos de las primeras empresas que convertimos las botellas de PET en envases de comida. Y de ahí nace por qué invertimos en UBQ. Porque resuelve muchos problemas que el reciclaje no ha podido resolver.
P. En Estados Unidos el porcentaje de latinos que ocupan puestos ejecutivos es inferior al de los que no son hispanos. ¿Ha sentido alguna vez que ser colombiano le perjudicara profesionalmente en un ambiente empresarial internacional?
R. No, gracias a mis padres yo nunca me he sentido menos que nadie. Siempre he sido orgulloso de donde vengo. Lo que he encontrado es lo contrario. La gente aprecia el hecho de que vengo de una cultura diferente. Algo que he aprendido es que la mayoría de las personas tenemos más cosas en común que las que nos diferencian. Obviamente, me toca aprender de cómo piensan otras culturas, pero me he dado cuenta de que puedo trabajar con todas.
P. ¿Cuáles son sus próximos planes?
R. Yo sigo metido en el tema del desarrollo. Ahora estoy buscando cómo fabricar empaques como los que hacemos de plástico, pero sin utilizar derivados del petróleo, con productos totalmente naturales.