La ‘nanny’ ahora es la nana: cuidar niños para entrar al sueño americano
Miles de latinas entre los 18 y 26 años llegan a los Estados Unidos como ‘au pairs’. Algunas se regresan, pero muchas otras encuentran formas de quedarse
Karen Aguilar (nombre ficticio) tenía 25 años y vivía en Medellín. Estaba bien, pero nada fuera de lo común. Un día perdió su trabajo y escuchó la insistente idea de una de sus mejores amigas: “Vente a los Estados Unidos”. Llegó a New Jersey en junio de 2018 como au pair, y todavía no se ha ido. El programa de au pairs es uno de los 14 programas de migración temporal administrados por el Departamento de Estado de los Estados Unidos bajo la Visa de Visitante de intercambio J-1. Está diseñado para que haya un intercambio cultural y educativo entre una persona extranjera (18 – 26 años) y una familia anfitriona. Esta persona está a cargo del cuidado de los niños a cambio de alojamiento, comida, 500 dólares para educación y “derecho a salarios que cumplen con los estándares federales”, según un informe del International Labor Recruitment Working Group, pese a que las agencias patrocinadoras limitan los salarios da 4,35 dólares por hora.
Las personas interesadas en el programa deben contactar con una agencia especializada y acreditada para gestionar los trámites del proceso. En 2018, más de 20.000 au pairs llegaron a Estados Unidos. Durante el período de 2016 a 2018, los cinco principales países de origen fueron Alemania, Brasil, Colombia, México y Sudáfrica. Entre esos años, Colombia envió un total de 6.876 au pairs.
Karen es clara: “Pienso que fue el peor año de mi vida, me trataban como a una esclava. Me tocaba limpiar, lavar y trabajaba hasta las 21.30. Cuando vives con ellos, simplemente no respetan los horarios. Te tocan y te dicen ‘ay, Karen se presentó esto’, y si tú estas en tu habitación ¿cómo les dices que no?”. Según las regulaciones, una au pair no debe trabajar más de 10 horas al día ni más de 45 horas a la semana.
Según Maribel López, paralegal principal del Centro de los Derechos del Migrante (CDM), “las agencias venden la idea de que este es un programa de intercambio cultural estrictamente para temas educativos o de aprendizaje, pero la realidad, como con otros programas de visas temporales, es que el componente laboral es muy fuerte, y en el que es muy fácil que se violen los derechos laborales”
El proceso para ser au pair es muy sencillo. Y quizá esa sea una de las razones por las que muchas personas optan por este programa. Eliana Martínez (nombre ficticio) consideró que era la mejor opción para aprender inglés. “Te hacen una entrevista en inglés con preguntas muy básicas, que cualquier persona, creería yo, podría pasar. Debes ser menor de 26 años, no puedes tener hijos y ya, técnicamente es eso”, explica. Dayana Fernández acababa de terminar la universidad y estaba en una fiesta cuando una amiga le dijo que se iba de au pair. Dayana no sabía lo que era eso, pero la explicación le bastó para desearlo: “Me motivó lo de la agencia porque no era ir a otro país a buscársela, sino que era un proceso guiado”.
Eliana asegura que no se puede saber lo que esperar, “pero suceden casos exitosos”. Los derechos básicos de las au pair son como una moneda al aire. Carolina Torres, que regresó a Colombia al finalizar el programa, dice que “muchas agencias no estudian lo suficiente a las familias en donde se hospedan. Y cuando las chicas tienen problemas, las terminan devolviendo a su país”.
Entrar a la sociedad y a la economía estadounidense implica una serie de costos emocionales y físicos. Karen, además de ese primer mal año, pasó por todos ellos: “Yo no soy una familia con dinero, no tengo una familia que me ayuda, al final yo ayudo a mi familia y siempre me he preguntado: ¿en dónde le sirvo más a mis papás? Mi respuesta siempre va a ser aquí”. Seis años después de acceder al programa, aquí sigue. Atravesó los meses de la pandemia trabajando en la construcción, recogiendo escombros, limpiando oficinas. Ahora es niñera, gana más de 700 dólares a la semana y trabaja medio tiempo. Agradece no haber podido salir durante la covid porque de haberlo hecho, quizás hoy no estaría aquí: en su apartamento en Midtown Manhattan y con su esposo, un corredor de bolsa de Wall Street.
Hace un año el departamento de Estado inició un proceso para cambiar las reglas que se refieren a los salarios, horarios, tareas y tiempo extra de las au pairs. “Aunque aplaudimos los cambios, mandamos comentarios para mejorar aún más las protecciones. Por ejemplo, una de las cosas es que limiten las tarifas y las deducciones que las agencias y las familias le cobran a las au pairs”. Los contratos deben establecer que los derechos laborales son exigibles, por lo tanto, tienen que crearse mecanismos de supervisión externos a las agencias. “Nosotros creemos que el programa debería estar bajo el monitoreo del Departamento de Trabajo”. dice López, del Centro de los Derechos del Migrante.