Morena busca ampliar su control territorial mientras ensaya el impulso de sus aspirantes presidenciales
La formación de López Obrador confía en asestar el enésimo golpe a la oposición en las elecciones del domingo en seis Estados. La campaña ha sido un trampolín para fortalecer la imagen de los principales precandidatos
Morena se presentó a su primera elección en 2015, al poco tiempo de constituirse como fuerza política, y desde entonces el movimiento de Andrés Manuel López Obrador no ha parado de crecer. El partido tocó aparentemente techo hace un año en los comicios federales, pero este domingo 5 de junio busca ampliar su control territorial en la renovación de las...
Morena se presentó a su primera elección en 2015, al poco tiempo de constituirse como fuerza política, y desde entonces el movimiento de Andrés Manuel López Obrador no ha parado de crecer. El partido tocó aparentemente techo hace un año en los comicios federales, pero este domingo 5 de junio busca ampliar su control territorial en la renovación de las gubernaturas de seis Estados. Los candidatos de la formación tienen ante sí un panorama despejado en al menos tres plazas, Oaxaca, Hidalgo y Quintana Roo, a las que se suman las mediciones favorables de Tamaulipas. Varios dirigentes nacionales han aprovechado el viento a favor para hacer de la campaña un trampolín y fortalecer su posición de aspirantes a tomar el relevo del presidente en 2024.
La carrera de la coalición oficialista encabezada por Morena, Juntos haremos historia, ha estado marcada por el repertorio habitual de la llamada Cuarta Transformación, en la que cada mensaje remite al ideario y a las palabras del mandatario. “No mentir, no robar, no traicionar”. Así, con uno de los lemas de López Obrador, concluyeron los cabezas de lista las actividades de propaganda el pasado miércoles tras unas semanas en las que recurrieron a todas las batallas del presidente para ahondar la polarización con la oposición, empezando por la defensa de la reforma eléctrica. El presidente del partido, Mario Delgado, derrochó optimismo y se mostró convencido de la victoria incluso en los Estados donde la alianza opositora, Va por México, acude a las urnas con ventaja, como es el caso de Aguascalientes. Otros pesos pesados de la formación, como el jefe de la Junta de Coordinación Política del Senado, Ricardo Monreal, se muestran algo más prudentes y confían en ganar en cinco de los seis territorios, según pronosticó en conversación con EL PAÍS. En cualquier caso, si Morena y sus aliados ya gobiernan en 18 de los 32 Estados, se preparan, salvo sorpresas, para salir de un proceso electoral nuevamente fortalecidos.
Francisco Abundis, director de la consultora Parametría, ha detectado que al principio de este proceso electoral los votantes se identificaban más con el partido, al contrario de lo que suele ocurrir en unas presidenciales, pero poco a poco los candidatos locales han ido tomando vuelo y se han fortalecido. “Su crecimiento ha sido notable”, apunta. En este contexto, hay al menos dos competiciones especialmente simbólicas para los aspirantes del Movimiento Regeneración Nacional. Una se da en Hidalgo, bastión del Partido Revolucionario Institucional (PRI) desde hace casi un siglo. Al igual que ocurrió en junio de 2021 en Campeche, el candidato oficialista, el exsenador Julio Menchaca, aspira a asestar un golpe a su antigua formación. Otra contienda relevante se celebra en Tamaulipas, donde el gobernador saliente, Francisco García Cabeza de Vaca, del Partido Acción Nacional (PAN), acumula unas investigaciones por defraudación fiscal. El político afrontó también una orden de aprehensión de la Fiscalía por unas propiedades no declaradas, tanto en el Estado norteño como en Texas. Hace un año la Cámara de Diputados federal intentó despojarle de su inmunidad, lo que generó un conflicto institucional con el Congreso local, controlado por los panistas. El caso quedó en un limbo por un cruce de recursos y ahora el morenista Américo Villarreal busca llevar por primera vez a su partido al poder en un territorio debilitado por una profunda crisis de seguridad.
En Quintana Roo, uno de los Estados por los que circulará el Tren Maya, proyecto de infraestructura estrella del Gobierno federal, la campaña dio un vuelco cuando el cuestionado actor y empresario Roberto Palazuelos tuvo que renunciar a la candidatura de Movimiento Ciudadano por la difusión de unas declaraciones en las que confesaba haber participado en el asesinato de dos personas. Esa fuerza optó entonces por postular a José Luis Pech, quien hasta el pasado febrero fue senador de Morena. El partido de López Obrador presentó a una mujer, Mara Lezama y la exalcaldesa de Benito Juárez, el municipio donde se encuentra Cancún, dominó con holgura la campaña. Lo mismo ocurrió en Oaxaca con el oficialista Salomón Jara y después de las tensiones iniciales por la exclusión de la senadora Susana Harp del proceso de selección. Más dificultades han afrontado la aspirante de Aguascalientes, Nora Ruvalcaba, y, en la recta final, también la de Durango, Marina Vitela.
El lunes, pase lo que pase, también el sexenio de López Obrador entrará en una nueva fase. Después de estas elecciones solo quedarán dos citas con las urnas en 2023, en el Estado de México y en Coahuila, antes de las próximas presidenciales. Todos los focos ya están centrados en la sucesión del mandatario y todos los favoritos se volcaron en esta campaña. Lo hizo Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de Ciudad de México, la precandidata que más necesita impulsar una imagen nacional fuera de la capital. Y lo hicieron el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard y el veterano senador Ricardo Monreal, que decidió viajar a Hidalgo, Oaxaca y Tamaulipas para el cierre de campaña. A ellos se sumó el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, considerado el tapado del mandatario pese a su escasa proyección pública.
La escena se ha repetido, muy similar, en distintos actos los últimos fines de semana. Todos han sido recibidos por los simpatizantes de Morena al grito de “presidente” o “presidenta”. La campaña es un escenario que pone a prueba su capacidad de movilización y, al mismo tiempo, les da la oportunidad de capitalizar un probable triunfo, algo especialmente importante para la jefa de Gobierno y el canciller. Ambos, para el politólogo y profesor de la UNAM Khemvirg Puente, encarnan “el juego de los dos grandes bandos en Morena”. Por un lado, “la facción de los autodenominados puros, los de la izquierda, de los movimientos sociales que ven en la figura de la jefa de Gobierno a una posible candidata de izquierda que le dé continuidad al proyecto”.
Sin embargo, todos, puros o pragmáticos, comienzan también a enfrentarse también a las descalificaciones de un sector de la militancia. Monreal recuerda que “ahorita hubo una tregua por los seis Estados”, pero el clima va camino de complicarse en los próximos meses con una serie de pulsos ya visibles: por el protagonismo de algunos aspirantes, por “el favoritismo” que lamentan otros, por el mecanismo de selección interna, la claridad de las reglas del juego y la gestión del partido del propio Mario Delgado. Lo positivo para Morena es que enfrente, en las filas opositoras, quizá haya de momento una menor exhibición de tensiones internas, pero eso sucede porque el PRI, el PAN y el PRD aún no han logrado reponerse de la derrota de 2018 y siguen sin liderazgo claro. Así, el grueso de la conversación pública, para bien y para mal, gira en torno a la Cuarta Transformación.
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