Enrique Krauze: “Las humanidades mexicanas son inimaginables sin el aporte de los intelectuales españoles”

El historiador, escritor y editor de la revista ‘Letras Libres’, que dedica un especial a las relaciones de ida y vuelta entre México y España, reivindica las historias olvidadas y el valor de la cultura frente a los pleitos políticos

Enrique Krauze en su casa en Ciudad de México el 29 de noviembre del 2024.Aggi Garduño

Cuando Enrique Krauze trabajaba en la empresa litográfica de su padre, entre sus clientes estaban empresarios españoles. Eran los Pando, los Llaneza, los Rodríguez. Familias de migrantes que se dedicaban a la perfumería o al papel y que cimentaron parte del tejido empresarial moderno mexicano. Además de los grandes nombres políticos o culturales durante la colonia o del exilio republicano, esas historias poco conocidas son las que también quiere reivindicar Krauze, historiador, escritor y editor de la revista Letras Libres, que este mes dedica su número a las relaciones de ida y vuelta entre México y España; y que coincide con la elección este año de España como país invitado la Feria Internacional del libro de Guadalajara.

“Incluso en las épocas más oscuras de la política no dejó nunca de haber relación cultural”, resume en el salón de su casa en Ciudad de México. Pone como ejemplo su propia revista, heredera de Vuelta, la publicación de su maestro, Octavio Paz, y que cuenta con una edición española y otra mexicana. “Lo que la política busca separar, la cultura lo une”, insiste en apuntar como el corazón de una historia de más de dos siglos, sin olvidar una de las últimas polémicas, la carta de hace cinco años del expresidente Andrés Manuel López Obrador al Rey de España llamándole a que reconociera los abusos durante la Conquista y pidiera perdón.

Pregunta. Hay nombres y espacios poco conocidos, sobre todo en el siglo XIX, desde la Independencia y hasta el exilio. Muchos españoles que vinieron a México y que no eran intelectuales.

Respuesta. Es un territorio inexplorado de la historia y una tarea pendiente para los historiadores. Llegaron oleadas de españoles sobre todo a partir de la segunda mitad del XIX. Llegaban, como se decía, con una mano adelante y otra atrás. El padre de Unamuno estuvo en Tepic. Tenía una panadería. Una buena parte de España está en América, en México. Empresarios de toda índole, de todas las provincias. Íñigo Noriega es un personaje de enorme importancia, amigo de Porfirio Díaz. Es probablemente el empresario más importante de la época. Y nadie lo conoce. Fueron una serie de empresarios que, en gran medida, fundaron la industria, el comercio, los servicios en México. Yo los conocí. Mi padre y yo teníamos una litografía. Hacíamos cajas y etiquetas para la perfumería española. Sus proveedores eran también españoles. Esa historia no está contada.

R. Durante siglo XIX también existieron tensiones entre México y España.

R. Las primeras décadas fueron difíciles. Hubo una expulsión de españoles. Y sin embargo, 15 años después de la consumación de la Independencia, en 1836, viene el primer embajador. Se empiezan a normalizar las relaciones y a venir y regresar españoles. Iturbide, quien consuma la Independencia, habla del tronco y la rama. Es una descripción muy bonita. La rama se separa del tronco. Pero son la misma esencia. El tronco español. La rama mexicana. Ha sido una buena relación en estos 200 años. Los pueblos, las personas, las empresas, la cultura han tenido concordia y convergencia.

P. La Revolución también marcó otro pico de desavenencias. Por ejemplo, con el apoyo de parte de la comunidad española al asesinato de Gustavo Madero.

R. Algunos hacendados eran españoles. Y esa España era conservadora. Ni España, ni Inglaterra, ni Francia vieron con buenos ojos la Revolución mexicana. Fue un cambio muy profundo y hondamente nacionalista. Y sin embargo, ¿quién viene a México en 1921? Valle-Inclán. Y Alfonso Reyes se va a vivir a España en los años 20. Es un intercambio continuo. Incluso en las épocas más oscuras de la política no dejó de haber relación cultural. Jorge Negrete y María Félix fueron ídolos en España. Igual que los toreros mexicanos. Agustín Lara le hizo una canción inmortal a Madrid. Los picos de tensión tienen que ver con la política.

P. Sobre todo durante esos tres hitos: Independencia, Reforma y Revolución. Aunque también se dieron paradojas.

R. Claro. ¿Quién vino a luchar por la independencia en México? Un español. Francisco Javier Mina. Luego, el México liberal de la Reforma, como es natural, se distanció de España. Pero nunca dejó de haber lazos. Los liberales tenían una relación cercana con Emilio Castelar y con la República. Es decir, es una de las grandes historias humanas que tiene su drama, tragedia, sangre, dolor. Pero, en términos de cultura, es una historia muy profunda. Pasarán generaciones y no dejaremos de admirar y estudiar. No debemos permitir que se trivialice en un pleito de cantina entre buenos y malos. La politización de la historia es una enfermedad de nuestro siglo y del siglo pasado.

P. Nos quedamos en la época de la Revolución. El muralismo también fue crítico con la historia colonial.

R. Sí, Orozco y Rivera vuelven al tema de la conquista. Orozco tiene un temperamento dramático y una visión, digamos, anarquista. También porque ha vivido la Revolución. Tiene una visión muy crítica de la Conquista, incluso de la evangelización. Rivera, sin embargo, tiene una buena imagen de los evangelizadores, pero muy mala imagen de los conquistadores. Pero eso es ya es en los treintas, que es el momento del ascenso del marxismo. Es una visión muy dicotómica. Ahora, siempre hubo hispanistas e indigenistas. Pero esa polémica quedó atrás gracias a la influencia de los transterrados y en particular de ese gran discípulo de Menéndez Pidal que fue Silvio Zabala, el fundador del Centro de Estudios Históricos del Colegio de México, la antigua Casa de España en México. Gracias a esas generaciones de historiadores mexicanos formados con los historiadores españoles, lo que se estableció fue el estudio profesional de la historia.

P. Y aquí es clave la figura de Cosío Villegas.

R. Daniel Cosío Villegas era un intelectual mexicano que era embajador en Portugal. El gobierno por algún motivo lo cesó y se fue a Valencia. Él ya conocía a todos los intelectuales principales del país y se da cuenta en un momento dado de que la causa republicana va a perder. Entonces empieza escribir al ministro de Educación, Narciso Bassols, para que convenza a Cárdenas con esa carta de que tienen que llegar los intelectuales a México, de que tienen que acogerlos.

R. Otro detalle poco conocido.

R. Cosío Villegas merece un reconocimiento en España. Cárdenas aceptó y los recibió. Los primeros que llegaron fueron León Felipe, José Bergamín, los escritores. Toda esa generación, los amigos de Octavio Paz, la generación de Cruz y Raya. También los que luego fueron los traductores y los maestros de la Casa de España y del Fondo de Cultura Económica, cuyo director de ambas instituciones fue Cosío Villegas. Todos los traductores de los clásicos, de Marx, Ricardo, Weber. Todos eran españoles. Es obligación de los historiadores recordar esto para que no se olvide.

P. ¿Cree que ese impulso debe venir de México o de España?

R. De los dos. Es el mejor proyecto que tenemos. España y México. Tenemos que proponernos el rescate de estos dos siglos de relación. Pero repito, no solo la intelectual, la cultural, la artística. También la empresarial, la social. La huella de México en España y la de España en México. Es una huella mutua. Por ejemplo, todo lo relacionado son las editoriales. En los tiempos en que España estaba cerrada a la cultura fue importantísimo el Fondo de Cultura en España. Toda esa historia no está contada.

Enrique Krauze editor de la revista ‘Letras Libres’, dedica un especial a las relaciones de ida y vuelta entre México y España.Aggi Garduño

P. Esa es la tradición de Letras Libres.

R. Cuando fundamos Letras Libres en España pensamos deliberadamente que un sueño de Octavio Paz había sido el tener la revista Vuelta en España. Hace 24 años nacimos allá con el apoyo de muchos empresarios españoles y ahí seguimos. En este número queremos decir que lo que la política busca separar, la cultura lo une. Esto, después de una conducta incomprensible, inadmisible y, para mi juicio, grosera, irracional, innecesaria, de hostilidad. España y México. La política separa, la cultura une. La política sería como la fronda superior de los árboles que mece el viento, pero la cultura es el tronco. Aquello va a pasar y la cultura queda.

P. Qué opina de los estudios poscoloniales, que critican la mirada occidental de los procesos políticos, culturales o económicos de las antiguas colonias, que dicen atravesada por la dominación y no por la igualdad.

R. Pienso en la mirada de José Moreno Villa, que es la mirada del poeta y del pintor, del hombre sensible, llena de comprensión, abierta. En la obra de la inmensa mayoría de los escritores españoles que en sus distintas disciplinas escribieron sobre México tampoco vas a encontrar nada que tenga que ver con una voluntad de dominación o con un complejo de culpa. Más bien con una actitud de respeto. José Gaos escribió todo un libro y reivindicó la filosofía mexicana. El gran intelectual José Manuel Gallegos Rocafull hace la historia de la filosofía y del pensamiento en Nueva España. Son inimaginables las humanidades mexicanas sin el aporte de ellos.

Creo que todos ellos verían con mucha extrañeza la moda actual. Esta imposición de categorías morales al estudio de la realidad y de la historia. Se trata de una moda académica que distorsiona la historia, que impone categorías que no le son propias y que en el fondo es una forma de la voluntad de poder y no de deseo de saber. Es un canon académico que simplemente repites y los alumnos no aprenden nada más que una especie de historia daltónica de buenos y malos. Además, es anglosajona y viene del complejo de culpa del esclavismo. Por cierto, basta leer a John Elliot y a tantos otros para darse cuenta de que, después de todo, la experiencia de España en América fue bastante distinta a la experiencia anglosajona en Estados Unidos. Elliot decía que en Estados Unidos no hay un Bernardino de Sahagún ni un Bartolomé de las Casas. Y tenía razón.

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