En Tepito con Yung Beef: “Soy feliz en el barrio”
EL PAÍS acompaña al músico español por el centro de Ciudad de México. Visita un mural con su retrato, charla sobre música junto al altar del Angelito Negro e improvisa un videoclip. Todo ocurre entre dos calles
El cantante Yung Beef todavía no ha visto el gran mural de su retrato que desde hace unos días decora una de las calles del interior de Tepito, el barrio bravo de Ciudad de México. Toma un trago de su vaso de azulito, una mezcla de vodka con bebida energética, siempre de moda en el lugar, mientras camina rodeado de decenas de personas hacia el dibujo.
―¿Pediste tú el grafiti?
―Qué va, esto lo ha hecho la gente. Es de corazón.
El retrato, que...
El cantante Yung Beef todavía no ha visto el gran mural de su retrato que desde hace unos días decora una de las calles del interior de Tepito, el barrio bravo de Ciudad de México. Toma un trago de su vaso de azulito, una mezcla de vodka con bebida energética, siempre de moda en el lugar, mientras camina rodeado de decenas de personas hacia el dibujo.
―¿Pediste tú el grafiti?
―Qué va, esto lo ha hecho la gente. Es de corazón.
El retrato, que colorea sus ojos de rojo imitando a los de un vampiro, fue pintado por el artista Antonio Ruiz, Hesck, un seguidor convertido en amigo del músico español, que se enteró de que actuaría en la capital. “¡Ah!, ¿es el cabrón de la foto?”, “se parece al del mural”, gritan unos jóvenes, provocando la risa de la gente. La llegada de Fernando Gálvez (Granada, 34 años) ha convertido la calle Carpintería en una fiesta. Congrega desde niños pequeños que corretean hasta una anciana que le acompaña con su andador. Le piden fotos como a un rockstar (“eres lo que más amo”, le dirá una de sus seguidoras; “te quiero”, le responderá él sonriente). De fondo suenan canciones de salsa, como Tal Vez, de Jerry Rivera. “Todos los barrios donde la gente convive me gustan. Soy feliz en el barrio. Tepito siempre me ha acogido muy bien, y con México he tenido una conexión muy fuerte, la verdad. Me he sentido como en casa”, dice.
―¿De donde crees que sale lo artístico que hay en los barrios?
―El arte nace de la necesidad y en el barrio es donde más vas a encontrar necesidad. Cuando se sufre, cuando se lucha, crecen fuerzas creativamente muy grandes. El cerebro está al 1.000%, es donde se exprime bien.
La gran huella de Yung Beef en la música es la de haber apadrinado el trap en España. Pero no ha querido encasillarse en un solo género. Sus proyectos siempre han estado ligados a lo que llama “música de calle”, sonidos como el del rap, la salsa, o reguetón explican esa lógica. Nunca ha escondido la fuerte influencia que la productora Rosa Pistola ha tenido en la introducción de la esencia mexicana en el reguetón de La Mafia del Amor, su grupo dedicado al género. “La Rosa es mi jefa. […] Musicalmente, me ha abierto muchos caminos. He aprendido mucho de ella, tanto en lo musical como a moverme, como a conservar tu esencia”, explica.
―La letra en el reguetón mexicano es muy explícita. ¿Crees que te ha influenciado?
―Yo creo que aquí se conserva mucho la esencia del reguetón. México es un país en el que se consume más reguetón que en los propios países donde lo hacen, al final hay más gente [128,5 millones de personas]. Y siento que protegen más su esencia, su pureza. No creo que yo haya influido en eso, pero sí que he participado. Y me ha gustado mantenerlo en su origen y que no se pierda.
El arte nace de la necesidadFernando Gálvez, 'Yung Beef'
Considera que su pegada en el panorama español ha ido al son de su éxito en Latinoamérica: “La verdad que siempre ha ido muy parejo. Desde el principio siempre hemos estado en conexión con México, con Chile, con muchos países latinos”. Tres días antes colgó el cartel de entradas agotadas en el Frontón México, con capacidad para 4.000 personas. Un día antes actuó en el Flow Fest, punto de encuentro de los grandes nombres del reguetón. Y pese a su lucha como independiente contra la gran plataforma de Spotify, Beef acumula más de 2,5 millones de reproducciones mensuales. Hace un mes participó en el álbum de El Bogueto, el reguetonero de moda en México, con el tema Cuando no era cantante, que acumula más de cinco 5,5 millones de reproducciones. “Siempre me ha gustado mucho trabajar con gente de aquí”, resume de manera escueta.
―Leí que escribiste “mi favorito” en una publicación de Junior H (el cantante de corridos tumbados).
―Junior H me gusta mucho, hay mucha gente de los corridos que escuchamos muchísimo yo y mi gente. Los corridos se consumen también mucho en España desde hace mucho tiempo, de antes de que pegara fuerte, fuerte.
El infierno en el día a día
El mundo se vuelve oscuro a solo unos metros del mural. La figura de un pequeño diablo negro vestido de un traje blanco pulcro de mariachi preside un altar, bajo el que sus seguidores han dejado diferentes ofrendas, como latas de cerveza, cigarrillos o la cabeza cortada de un cerdo. Es el altar del Angelito Negro de Ciudad de México, un lugar de culto instalado en una vecindad del barrio por Alexis El Chino Fabián (Ciudad de México, 30 años) hace cuatro años. “Yo le hice una promesa [al angelito, hace 14 años], que si sacaba del cáncer a mi madre, yo me entregaba en cuerpo y alma a él; y que le iba a montar un altar en el que la gente de todos lados pudieran pasar a ver que él no es malo”, explica El Chino.
Es junto a ese altar, apoyado en el marco de la puerta, donde Yung Beef conversa con este diario de manera cercana.
―Dice Alexis Fabián algo así como que el infierno realmente es lo que vivimos día a día.
―Yo creo que es exactamente así. Aquí, lo último que siento es miedo, donde siento miedo es en otro ambiente que lo pintan de otra manera y al final es donde encuentras la verdadera maldad, las cosas que de verdad dan miedo de la vida.
Durante la tarde han pasado varias personas por ese altar. Entran, se santiguan, cierran los ojos y murmuran algunas palabras con las manos en el pecho, como si se confesasen con susurros. Frente a ellos, aquella figura vestida de mariachi que saca la lengua. El cantante lo visita en cada uno de sus viajes a Ciudad de México y tiene una recreación del altar en su casa en Granada.
Encapuchado, mirando a cámara
Cuando Fernando Gálvez vuelve a salir a la calle, el panorama es el mismo. La gente se acerca a él y le saluda como si le conociese de toda la vida. El sol ha empezado a esconderse y hace algo más de frío. Se abrocha una chaqueta, se pone la capucha. De una bocina comienza a sonar Angelito negro, un tema en el que canta junto a Young Miky, un joven artista. No ha habido aviso previo, pero Beef y Miky se ponen a improvisar un videoclip. Dice el equipo de Gálvez que muchas de sus creaciones surgen así, de improvisto. Unas veces escribe y graba una canción en menos de un día; otras, como ahora, prepara un video.
Gálvez fundó en 2015 La Vendición Records (con V), un sello discográfico convertido en trampolín para algunos artistas latinoamericanos. Este también tiene presencia en la calle del barrio. Dice que descubre el potencial hablando con la gente de los barrios, y a través de redes (“es mi vida, estar en contacto con lo nuevo que sale en la música es lo que más me gusta”). El sello independiente ha sido parte de su lucha contra el sistema. Su voz es parte de una generación del descontento.
―¿Considera que el sistema es injusto?
―Sí, hay injusticia en todos lados, pero aquí [en Latinoamérica] la verdad que hay mucha desigualdad también. En todos lados, al final, cada uno tiene su pena y cada uno la sufre de una manera; pero en este mundo, ahora mismo, claro que sí que hay injusticia.
Yung Beef, Fernandito Kit Kat, RIP G Kalle, Aka Lana del Rey, el músico granadino de los mil nombres es abrazado por el barrio bravo de la capital mexicana. No se queda solo en ningún momento. Charla con la gente, y baila y canta con las canciones de trap y salsa que salen de las bocinas. Ha perdido el vaso de azulito un par de veces. Pero enseguida lo encuentra de nuevo y se ríe. Vuelve a tomar un trago.