Narcobloqueos, enfrentamientos y casi 60 muertos: el rastro de El Mayo y Los Chapitos en Sinaloa
La mayor fractura dentro del Cartel de Sinaloa en más de una década siembra el pánico en el Estado, donde las desapariciones, los heridos y detenidos en las últimas dos semanas también se cuentan por decenas
Una patrulla del Ejército recorría las calles de terracería de la colonia El Barrio, en el oriente de Culiacán, a primera hora de la mañana del martes, cuando encontraron los cadáveres de dos hombres que habían sido ejecutados. Sus cadáveres aparecieron bocabajo sobre un charco, con signos de tortura y envueltos en cobijas, y sobre sus cuerpos fueron colocados carros de juguete y una bandeja amarilla de plástico, según los relatos de testigos y periodistas locales. Apenas dos días antes, se dio el hallazgo de cinco personas asesinadas, todas con las manos atadas por la espalda y con pequeños sombreros colocados sobre sus cabezas, sobre la Carretera México 15, otro de los epicentros de la violencia.
Desde el pasado 9 de septiembre, los aliados de Ismael El Mayo Zambada y Los Chapitos, hijos de su antiguo socio Joaquín El Chapo Guzmán, han convertido a Sinaloa, en una zona de guerra. La mayor fractura al interior del Cartel de Sinaloa en más de una década ha dejado al menos 59 homicidios violentos y decenas de desaparecidos, heridos y detenidos, según datos oficiales, sin que la población y las autoridades puedan anticipar cuándo terminará el conflicto ni hasta dónde llegará.
EL PAÍS ha localizado cada uno de los asesinatos reportados por la Policía y la Fiscalía estatal hasta este viernes, y ha compilado las muertes violentas informadas por las fuerzas federales para tener una radiografía más clara de la crisis que azota al Estado y del rastro de destrucción que ha dejado el narco. En las últimas dos semanas hubo casi tantos homicidios como en las seis semanas previas, desde el arresto de El Mayo. Tres de cada cuatro víctimas fueron ultimadas en Culiacán y sus comunidades aledañas, el histórico bastión de la organización criminal. Y aunque las hostilidades se concentran en la capital del Estado, los incidentes se han dispersado a últimas fechas, con más de 220 kilómetros de distancia entre los dos puntos más alejados donde se ha registrado un asesinato.
Una venganza de efecto retardado
El 25 de julio fue el día en que todo cambió en Sinaloa. El Mayo, que no había pisado la cárcel en más de cinco décadas de carrera criminal, aterrizó de forma inesperada en un pequeño aeropuerto rural de Nuevo México junto a Joaquín Guzmán López El Güero, hijo de El Chapo. El capo de 76 años fue capturado sin que se disparara una bala y sin que los Gobiernos de ambos países hayan podido dar una explicación convincente sobre las circunstancias del arresto. En medio de la confusión, Zambada publicó una carta el pasado 10 de agosto en la que aseguró que fue traicionado por Guzmán López, su ahijado, y entregado contra su voluntad en Estados Unidos, tras ser citado a una reunión con el gobernador Rubén Rocha y el opositor Héctor Cuén, exrector y diputado electo. Cuén fue asesinado el mismo día de la detención. El Güero fue señalado el 21 de agosto como el principal sospechoso del secuestro por las autoridades mexicanas. Ninguno de esos eventos se tradujo en un aumento inmediato de los asesinatos en Sinaloa.
“Hago un llamado a los sinaloenses a la mesura y a mantener la paz en nuestro Estado. Nada se resuelve con violencia”, escribió El Mayo. La venganza se preparó lentamente. Poco antes de que se cumpliera un mes de la captura, Rocha ya había admitido que 10 miembros de ambos bandos, siete fieles a Zambada y tres a Los Chapitos, habían sido asesinados en eventos esporádicos, pero no había visos de un conflicto abierto.
El primer aviso de un aumento en las tensiones se dio el pasado 29 de agosto. Un ataque de “civiles armados” contra una patrulla del Ejército en la sindicatura de Jesús María, territorio clave para Los Chapitos, alimentó los temores de un nuevo Culiacanazo, como se conoce a los episodios de violencia extrema que afectaron a la ciudad tras sendos operativos de captura contra Ovidio Guzmán El Ratón, hermano menor de El Güero, en 2019 y 2023. Ese mismo día, la Fiscalía General de la República insinuó que El Ratón podía estar involucrado en el secuestro de El Mayo. Pese al pánico, ese día hubo sólo dos asesinatos. “Todo está tranquilo”, declaró Rocha un día después.
El estallido de la guerra
Fue otra agresión a las Fuerzas Armadas la que encendió las alarmas en Sinaloa. En la mañana del 9 de septiembre, un tiroteo entre civiles y militares en el barrio de La Campiña, al oriente de Culiacán, obligó a la suspensión de clases en ese sector de la ciudad. Todavía hasta ese momento, el gobernador aseguraba que se trataba de un hecho aislado y presumía que “no había habido bajas”. Horas más tarde, se dio a conocer que un sargento había muerto tras ser trasladado al hospital y otro elemento había resultado herido.
Pero la violencia no se detuvo ahí. Un hombre fue encontrado con un “tiro de gracia” en la colonia Simón Bolívar. Otro fue asesinado a tiros sobre la Carretera México 15, a la altura de la sindicatura de Costa Rica, también perteneciente al municipio de Culiacán. En el fraccionamiento Villa Satélite, un hombre fue matado a tiros tras ser perseguido con un arma corta. Y un hombre fue encontrado muerto y maniatado en la comunidad de Portaceli, en el municipio de Eldorado, a casi 70 kilómetros de la capital. Fueron sólo tres los homicidios que llegaron al tablero oficial de las autoridades federales.
El inicio de la guerra estuvo marcado también por el silencio de las autoridades estatales, que tardaron tres días en dar un informe detallado de la violencia y han presentado partes inconsistentes entre las cifras que reportan los tres niveles de Gobierno e, incluso, la Fiscalía y la Policía local. Las fuerzas federales tardaron aún más. Fue hasta el pasado martes que el secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval, reconoció 13 ataques del narco contra convoyes militares en Sinaloa. El saldo preliminar fue de dos militares muertos y nueve heridos, así como más de una treintena de civiles muertos. El otro elemento que murió era un oficial, fallecido tras otra agresión el pasado 16 de septiembre en La Campiña, la zona donde comenzó todo.
“Fueron cinco semanas en las que estuvimos monitoreando y no hubo ninguna actividad que nos indicara una confrontación o preparativo para una confrontación. En la sexta semana sí empezamos a tener datos, lo que nos llevó a incrementar los refuerzos”, señaló Sandoval. Una hipótesis que ha ganado terreno para explicar el efecto retardado de la violencia es que el grupo de El Mayo se armó y selló alianzas con otras facciones antes de lanzarse contra Los Chapitos.
Esta semana se registró al menos otro ataque contra militares en la colonia Genaro Estrada, que acabó con un detenido y dos vehículos asegurados. El saldo de los enfrentamientos con las fuerzas del orden es también un testimonio del poder de fuego de las facciones en disputa. Una agresión contra la Guardia Nacional se saldó con cinco rifles de asalto, más de 2.100 cartuchos y tres detenidos el pasado 15 de septiembre. En otros operativos se han decomisado drones, vehículos blindados, baleados y calcinados, “ponchallantas”, lanzagranadas, rifles antiasalto y drogas como metanfetamina, cocaína y marihuana. La Secretaría de Seguridad Pública de Sinaloa ha decomisado hasta el viernes 120 armas, 30.000 municiones de distintos calibres y 75 vehículos, y ha detenido a más de 40 personas.
Las Fuerzas Armadas han destacado a más de 2.200 refuerzos que han llegado en las últimas semanas y han enfocado su estrategia en la contención: inhibir los enfrentamientos y evitar las confrontaciones. “[El fin de la violencia] no depende de nosotros, depende de los grupos antagónicos”, dijo Jesús Leana, comandante de la tercera región militar, en declaraciones que reactivaron las críticas contra la política de seguridad de Andrés Manuel López Obrador. “Las fuerzas de seguridad no han tenido mucho impacto en el área”, afirma Mike Ballard, director de Inteligencia de la firma Global Guardian. “Nuestra principal preocupación es que esto sigue y potencialmente va a expandirse potencialmente más allá de Sinaloa”, agrega.
Los focos rojos
Los primeros episodios de violencia ofrecieron indicios de los puntos álgidos de la guerra. En La Costerita, una zona al sur de Culiacán que colinda con la Carretera México 15, ha habido casi una decena de asesinatos en las últimas dos semanas. El pasado lunes, un hombre murió por disparos de arma de fuego. El martes, otro hombre fue asesinado a tiros. El miércoles, las autoridades comunicaron el hallazgo de tres hombres muertos, dos de ellos decapitados y con las manos cercenadas, debajo de un puente. Ese mismo día se reportó un feminicidio, con la víctima abandonada con las manos amarradas. El jueves se informó de un hombre que fue acribillado después de que esta semana se denunció su secuestro.
La Carretera México 15, una de las principales vías de comunicación de la ciudad y el país, se ha convertido también en un corredor de la violencia, con agresiones contra las autoridades, enfrentamientos entre narcos y narcobloqueos. El homicidio múltiple de las víctimas con sombreros colocados sobre sus cadáveres se dio frente al Splash Club, justo en la entrada de Culiacán. Además del homicidio registrado en Costa Rica, otro hombre fue asesinado el pasado fin de semana y dos más el pasado viernes. La historia se repite en otras vías clave como la autopista Culiacán-Mazatlán, con decesos registrados en poblados alejados y comunidades serranas, como en el municipio de Elota o Navolato. El municipio de Concordia, donde ha habido al menos cinco asesinatos esta semana, ha sido sitiado e incomunicado durante días. Las autoridades estatales aseguraron que no ha habido bloqueos carreteros desde el pasado lunes.
En El Barrio, donde fueron hallados los cuerpos con juguetes, otro hombre fue acribillado el miércoles y otro más murió en las mismas circunstancias la semana pasada. En la colonia Simón Bolivar se han encontrado al menos tres ejecutados en las calles cercanas al conocido parque 87. La guerra se ha intensificado en los últimos días con amenazas y demostraciones públicas de violencia para intimidar a los enemigos e infundir miedo a la población. Se han registrado ataques letales en el estacionamiento de un supermercado, en una funeraria, en una gasolinera y en un hospital.
López Obrador ha insistido en que Sinaloa no está “fuera de control”, pero la escalada de violencia lo ha llevado a ventilar el reclamo más duro que ha hecho contra Estados Unidos tras la captura de El Mayo. El presidente afirmó que Washington es “corresponsable” de la pugna por el control del Cartel de Sinaloa, al no consultar ni avisar a las autoridades mexicanas hasta concretar el arresto. “Si ahora estamos enfrentando en Sinaloa una situación de inestabilidad, de confrontación, pues se debe a que tomaron esa decisión, y nosotros pues no estamos de acuerdo en que se ignore a México porque aquí tenemos el problema”, aseguró.
Ballard afirma que el “vacío de poder” tras la detención de Zambada ha acelerado los conflictos internos por el territorio, las rutas de tráfico de drogas y el acceso a drogas y precursores químicos. El especialista pone en la mira Estados cercanos como Chihuahua, Durango, Sonora y Baja California, donde ha habido enfrentamientos entre grupos criminales en disputa. Esta semana, por ejemplo, fueron hallados seis cuerpos calcinados y dos acribillados tras un enfrentamiento en una carretera al sur de Chihuahua entre La Línea, cercana a la facción de Rafael Caro Quintero y el Cartel de Juárez, y Los Salgueiro, viejos sicarios de Sinaloa.
La jornada más letal fue el pasado domingo, cuando en plena celebración del Día de Independencia, se registraron 14 asesinatos. Pero el impacto del conflicto va más allá de las muertes violentas. Es cada uno de los puestos de trabajo que se han perdido, los niños que no han podido ir a la escuela, los negocios que se han mantenido cerrados, los reportes de desapariciones forzadas, las imágenes que inundan las redes sociales, la psicosis colectiva, los toques de queda informales, el asedio de la delincuencia, la brutalidad que no pueden transmitir los números. Mientras las autoridades intentan decretar la normalidad, la guerra entre El Mayo y Los Chapitos ha dejado ya una huella permanente en Sinaloa.
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