Fon Román o cómo ponerle música a los poemas de Octavio Paz
El exguitarrista de la desaparecida banda de rock española Los Piratas se alimenta de las letras del poeta mexicano en su último álbum, ‘En blanco’, una apuesta personal con la que busca cerrar su ciclo en México, donde vivió durante seis años
Fue en 2014 cuando Fon Román (Vigo, España, 52 años) comenzó a bucear en la poesía de Octavio Paz, uno de los grandes nombres de la cultura mexicana que nacía justo 100 años antes, en 1914. Era un momento de cambio para la vida del músico, y sentía que México podía ser el lugar indicado para esa transición. “[El país] tiene un pulso vital muy fuerte. O vas con su corriente, o no la soportas. Sentí que me venía bien”, cuenta en un céntrico parque de la capital. En una visita a Bellas Artes, el músico compra un libro de Paz. Elige por azar una de sus páginas, y lee el título de uno de los poemas: “La Caída”. Compone. Cuatro años después, consigue utilizar esa composición inspirada en la pieza del poeta para abrir y cerrar una obra de teatro. La directora queda embaucada con el resultado, y le presenta a Román un poema menos conocido del autor para que le experimente poniéndole música: Blanco. Esa recomendación, ocurrida hace ya seis años, fue la raíz de En Blanco, un álbum estrenado en mayo, donde el guitarrista arropa la mística obra de Paz de forma minimalista; y con el que busca cierra su etapa mexicana.
Es temprano, y el día aún refresca por la lluvia que cayó durante la noche. Román baja de un coche a unos metros del verde del Parque de los Venados. Cubre su cabeza con una gorra; y de su hombro cuelga una bandolera, de la que más tarde sacará una de las 300 copias del disco de vinilo. No había visitado este lugar en ninguno de sus viajes al país. El guitarrista pisó por primera vez la capital en el año 2000, cuando actuó con Los Piratas, una extinta banda que dejó huella en la escena rockera española de los 90. Atrapado por la viva vida de la ciudad, volvió en repetidas ocasiones, pero fue en 2014 cuando estableció su residencia por seis años.
En 2019 lanzó La Chispa, la Llama y el Humo, un álbum donde trató de mostrar las influencias que el país tuvo en él; algo que también ha tratado de reflejar en En Blanco. “Empiezas a escuchar armonías que al final acaban impregnándose en mis composiciones de alguna manera […] El último disco transita también por sitios que podrían recordarte a la música latinoamericana, un poco por las progresiones armónicas y todo eso. Aunque sigo estando en un territorio más tirando al rock o pop”, explica sosegado.
Una partida de ajedrez y el ladrido de un perro
Resulta complicado incluso para el propio músico encasillar el álbum en un género concreto. Durante la entrevista, reflexionará acerca ello. “Pasa por distintos tramos. Al estar grabado acústicamente, tiendes a etiquetarlo por ahí: ‘Suena acústico, pues es folk’. Pero después tengo dos canciones tocadas con [guitarra] eléctrica que ya no dirías tanto eso”, comenta. Aún en ese periplo de sonidos, los 39 minutos de duración del disco tienen algo en común, un minimalismo instrumental: batería, bajo, guitarra y voz. “En En Blanco, quería que el propio poema tuviese el protagonismo, la voz en este caso. Quería que la producción tampoco invadiese mucho el poema, que hubiese mucho despiste en el sentido instrumental”.
“Quería que el propio poema tuviese el protagonismo”Fon Román, músico
El silencio en los Venados se rompe momentáneamente, con los ladridos de los perros que juegan en una pequeña zona vallada, a solo unos metros. Román está sentado sobre el asiento de cemento, y apoya sus codos sobre una mesa de ajedrez. El poema Blanco (1967) de Octavio Paz, como el mismo ajedrez, se convierte en un juego complicado. Escrito en tres columnas, permite diversas lecturas de un texto influido por la mística de la estancia del poeta en la India ―donde fue embajador de México entre 1962 y 1968―.
El músico salta las separaciones con las que Paz alteraba la simpleza del poema: “El comienzo / el cimiento / la simiente / latente”. El poeta mexicano juega con esos blancos durante el poema, una forma de silencio que toma un papel protagonista en la comprensión del mismo.
―¿Cree que en el álbum el silencio tiene importancia?
―Sí, lo tenía muy presente. Hay un tema que es a capella (en referencia a la pista VIII), en el que entra solo el (sonido) ambiente al principio. Solo se oyen pájaros, la grabé a las siete de la mañana. Dije: “Pongo dos micros, la grabo al aire libre y le hago una toma a capella”. Ahí aparece el silencio―, sostiene.
Román juega con ese “silencio” influido por la obra del compositor estadounidense John Cage, 4′33″, la que, dice, también tuvo influencia en el juego de silencios del poema de Paz. En esa obra, Cage deja de utilizar el instrumento durante cuatro minutos y 33 segundos y contradecía ese acto al asegurar que no guardaba silencio. “Para él, realmente la obra no era lo que tenía que tocar el músico, sino el silencio que estaba provocando, es decir: los ruidos de las toses, el movimiento de alguien…”, narra.
“Casi un suicidio comercial”
No hay una razón que explique por qué Román decidió publicar un álbum de Octavio Paz en este momento. Han pasado seis años desde que esa directora de teatro le recomendara Blanco, y 10 desde que se cumpliera el centenario del nacimiento del escritor. En la conversación, además, destaca que toma del poeta solo los tintes de su faceta artística, alejándose de la figura personal del mismo. “En mi trayectoria, siempre me dejo llevar por lo que me aparece de una manera natural. Sentí que Blanco tenía que hacerlo de alguna manera. Me dejo llevar por ese impulso”, asevera Román, que se acaricia la cara a modo de reflexión cuando piensa una respuesta.
Román se hace eco de la reseña hecha por el periodista Fernando Neira, que tildaba En Blanco como “un proyecto arriesgado y audaz”. “[El álbum] es irme por una tangente total. Es casi un suicidio comercial. Pero yo no lo puedo evitar en mi carrera, y al final es mi manera de hacer las cosas. Como decía él [Neira]: ‘Son cosas de Fon’. Me baso en lo que voy sintiendo. La parte creativa va mucho más por encima de lo comercial”.
Ahora hace lo que quiere con su música. Ha invertido tiempo y dinero en este proyecto que, dice, supone su cierre de etapa en un país que le arropó durante seis años. “Aunque me fui de México, ya llevaba mi mochila toda mi influencia, y para mi, [En blanco] es un cierre de mi etapa mexicana. Es como una hoja en blanco y ahora voy hacia otros territorios”, asegura.
De su bandolera extrae el vinilo. Quería que el proyecto se convirtiese en algo más que las canciones. Una travesía de cintas, contactos y grabaciones artesanales. Quería que el disco se grabase como se grababan los vinilos en el año en el que Paz escribió Blanco: a ocho pistas de una pulgada. “Este vinilo no tiene nada digital. Lo grabamos en ocho pistas, en vivo, menos la voz”, explica. En ese proceso, Román se apoyó en diferentes expertos para plasmar su idea, entre ellos, un alemán que hizo una maestría enfocada en este método de mezclado analógico de cintas.
El detalle de En Blanco llega hasta al color del vinilo, de un blanco impoluto. “Me devolví loco con esto”, bromea.
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