Nadie en el barrio sabe quién se robó el busto de bronce de José Alfredo Jiménez
La Plaza de los Compositores, en la colonia Condesa, luce desolada tras el robo de nueve bustos de bronce de míticos artistas mexicanos
La Plaza de los Compositores es un lugar de paso en la colonia Condesa. Ubicada entre dos grandes avenidas, podría ser una esquina más de Ciudad de México. Lo que la hacía especial era que allí estaban apostados 17 bustos de bronce de míticos artistas mexicanos como Consuelo Velázquez o José Alfredo Jiménez. Ahora solo quedan nueve. Los arrancaron de cuajo en diciembre y a mediados de enero. Y por robar, los ...
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La Plaza de los Compositores es un lugar de paso en la colonia Condesa. Ubicada entre dos grandes avenidas, podría ser una esquina más de Ciudad de México. Lo que la hacía especial era que allí estaban apostados 17 bustos de bronce de míticos artistas mexicanos como Consuelo Velázquez o José Alfredo Jiménez. Ahora solo quedan nueve. Los arrancaron de cuajo en diciembre y a mediados de enero. Y por robar, los ladrones se llevaron hasta las letras de las placas que reflejaban los versos de los cantautores. Sergio Peraza, su autor, está roto. “Ni he ido al lugar. Me da un poquito de terror ver eso, la nostalgia me va a pegar”, relata el escultor de 58 años.
La plaza ahora luce desolada. Un grupo de seis barrenderas limpia las hojas que habían caído entre los pedestales que soportaban los bustos de bronce. “Y allá en el otro mundo / que en vez de infierno encuentres gloria / y que una nube de tu memoria / me borre a mí”. Sobre la plataforma del autor de estos versos, el compositor sinaloense José Ángel Espinosa, el mítico Ferrusquilla, ahora solo queda un agujero gris donde antes estaba la escultura que rememoraba su vida, que terminó en 2015 a los 96 años.
Es difícil saber quién se llevó también la cabeza de Vicente Cordero, el Rey del Corrido, que falleció en 1983. La alcaldía Cuauhtémoc interpuso el 24 de enero una denuncia en la Fiscalía capitalina para intentar hallar al culpable, tres días después del segundo robo. De momento ni la justicia sabe lo que pasó. El robo se hizo de noche.
El único que parece tener información es Jorge Gasca. Vende muebles en la esquina del parque desde hace 20 años. En el barrio todo el mundo se para a dar su versión sobre cómo se los llevaron. “Una señora comentó: ‘Ah, es que creo que le van a dar mantenimiento’”, explica el hombre de 35 años.
La mejor hipótesis se la regalaron las personas sin hogar que vivían en el parque, a los que echaron hace unas semanas porque los vecinos se quejaron de que hacían hogueras para calentarse. “Había dos indigentes. Me contaron que con una moto le daban vuelta con una cuerda y le daban el jalón”, explica el Gasca.
El mismo tirón le dieron a la placa de Ricardo López Méndes, El Vate. “México, creo en ti / como en el vértice de un juramento. / Tú hueles a tragedia, tierra mía / y sin embargo, ríes demasiado”, rememora su placa. Frente a ella está un policía. “Ahora los vigilamos durante 24 horas”, explica sin querer dar su nombre. El primer robo fue a principios de diciembre. Se llevaron seis. La alcaldía Cuauhtémoc puso vigilancia, pero solo de día. La idea salió mal, porque el 21 de enero se llevaron otras tres cabezas de bronce.
En la Ciudad de México hay algunos precedentes del robo de esculturas de bronce. El 11 de enero la Secretaría de Seguridad Ciudadana informó de que había detenido a un hombre que transportaba en un triciclo dos estatuas del Jardín de la Paz, en Tlatelolco. En 2021 se detuvo al ladrón de la estatua de bronce de El David que lucía en una plaza de la colonia Roma Norte.
En la Plaza de los Compositores no ha habido tanta suerte. El escultor que hizo la mayoría de bustos que lucen en la plaza, Sergio Peraza, fue avisando a los familiares de los artistas del robo. “Le di la triste noticia a la familia de José Alfredo Jiménez, porque no estaban enterados”, explica el escultor. La estatua de El Rey tardó en crearse tres meses. Un tiempo parecido la de los demás cantautores, en los que Peraza estuvo en constante comunicación con las viudas, los hijos y otros familiares de los compositores para saber cómo querían que fuera su busto. “Cada busto que hice lo hice guiado por la sensibilidad del corazón y el cariño de cada uno de los familiares que me acompañaron”, explica por conversación telefónica el autor.
En el proceso de creación, había debate sobre cómo debía quedar la obra. “Los hijos de los compositores, los de mayor edad, recordaban y querían al papá joven. Los más pequeños, se acordaban de un papá más maduro, más grande. Entonces se tenían que poner de acuerdo antes de que yo me pusiera manos a la obra”, explica Peraza.
La idea de crear la Plaza de los Compositores fue de la Sociedad de Autores y Compositores de México. Los bustos se fueron inaugurando entre 2002 y 2011, año en el que se instaló el de Luis Demetrio Traconis, cantautor yucateco que había muerto en 2007. Por suerte su obra sigue en el pedestal. “Cuando los instalamos en el 2002 eran otros pedestales. Yo estuve pendiente de anclarlos muy bien”, explica Peraza. Al autor le parece mal que no lo avisaran cuando reestructuraron el espacio en 2016, cuando la entonces delegación todavía estaba en manos del morenista Ricardo Monreal. “Remodelaron la plaza y yo ya no tuve nada que ver”, asume de escultor.
A Peraza le duele mucho, sobre todo, que se hayan robado el homenaje de la pianista y compositora jalisciense Consuelo Velázquez. “Se vive solamente una vez / hay que aprender a querer y a vivir” decía su canción Amar y vivir. “Es una tristeza. Ella misma en vida estuvo con nosotros cuando lo reveló”, recuerda Peraza. El escultor sabe lo que habrán hecho con su busto. “Lo llevaron a una fundición pirata los malhechores, unos desalmados. Los destrozan, los funden y los venden como bronce”, narra con tristeza el artista.
La alcaldía Cuauhtémoc no quiere exponer lo que va a pasar con la plaza hasta que la Fiscalía termine con las investigaciones. EL PAÍS contactó con la institución para intentar conocer el futuro del espacio, pero solo se remiten a la denuncia en la que solo se reclaman seis de los nueve bustos robados. Cada pieza contaba con su certificado de autenticidad y eran únicas. Peraza si sabe lo que es perder un pedazo de su vida como escultor: “Qué sirva de precedente. Qué cuando se ponga una escultura pública, el autor de la obra esté presente con la gente de obras para diseñar cómo se va a hacer una estructura interna que de fortaleza y seguridad. Porque no se robaron una alcantarilla, se robaron una obra de arte y el recuerdo de una persona”.
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