Morir en el Senado
La salida de la Corte de Arturo Zaldívar, obsequiosa con el régimen del obradorismo, hirió a la República; las ternas propuestas por el presidente ahondaron esa laceración; y el comportamiento del Senado acabó en un golpe traumático al vigor republicano
Los senadores de la antigua Roma asesinaron a Julio César, 44 años antes del nacimiento de Cristo, precisamente en la sede del Senado romano. Creyeron, ingenuos, que con ello acababan con el poder absoluto de un solo hombre. Lo que provocaron fue exactamente lo contrario: hirieron de muerte a la República. Algo semejante hicimos los senadores mexicanos, al permitir que el presidente designara a Lenia Batres Guadarrama, como ministra de la Suprema Corte de la Nación...
Los senadores de la antigua Roma asesinaron a Julio César, 44 años antes del nacimiento de Cristo, precisamente en la sede del Senado romano. Creyeron, ingenuos, que con ello acababan con el poder absoluto de un solo hombre. Lo que provocaron fue exactamente lo contrario: hirieron de muerte a la República. Algo semejante hicimos los senadores mexicanos, al permitir que el presidente designara a Lenia Batres Guadarrama, como ministra de la Suprema Corte de la Nación. Este es mi testimonio, mi “mea culpa” parlamentaria.
“La República de Roma murió porque la dejaron morir”, dice Edward J. Watts, profesor de historia de la Universidad de San Diego, y esa muerte no era inexorable. Podría haberse evitado. También la llegada a la Corte de la ahora ministra Batres pudo detenerse. “Cada vez que Catón hacía mal uso de un procedimiento político, o Clodio intimidaba a un rival, o un ciudadano aceptaba un soborno a cambio de su voto, herían a la República”, sentencia Watts en su texto “República Mortal” (Galaxia Gutenberg). Quizá algo de todo eso ocurrió en el Senado mexicano, pero categóricamente usamos mal el procedimiento de elección de una jueza constitucional, y lastimamos gravemente nuestra vida republicana.
Cuando los ciudadanos, agrega el profesor Watts, dan por descontada la salud y durabilidad de la República, ésta corre peligro. Pues eso. La salida de la Corte de Arturo Zaldívar, obsequiosa con el régimen del obradorismo hirió a la República; las ternas propuestas por el presidente ahondaron esa laceración; y el comportamiento del Senado, acabó en un golpe traumático al vigor republicano. La falta de definición del Senado para elegir, por mayoría calificada a una ministra, concretamente a Bertha María Alcalde Luján, será uno de los más grandes errores históricos que este Senado heredará al país.
La renuncia del abogado Zaldívar sin “causa grave”, como exige la Constitución, pero peor aún, su comportamiento, sobretodo como presidente de la Suprema Corte, postrado al presidente, fue el inicio de este episodio caótico. Caos en el que el presidente nada como pez en el agua. La vida y formas institucionales del Estado de derecho le parecen estorbos innecesarios a su tarea de gobierno.
Nuestra historia constitucional tutela la “inamovilidad” judicial o la temporalidad definida, desde la primera Constitución de 1824, que les daba a los integrantes de ese alto tribunal el carácter de “perpetuos”, hasta la última gran reforma de 1994, que les dio una vida jurisdiccional de 15 años, y un “haber de retiro” generoso para garantizar independencia. Un órgano terminal debe garantizar una vida digna a sus integrantes, para evitar las presiones e intereses futuros. Zaldívar es el ejemplo más reciente de prostituir la toga para obtener un cargo público, pero ciertamente no el único. Y la mayoría oficial del Senado mexicano lo dejó pasar sin mayor reproche. Lastimó a la República, aunque la oposición al gobierno cumplió su papel de reprobar esa conducta lesiva.
La primera terna que envió el Ejecutivo para nombrar a una sustituta también fue una ocasión perdida por el Senado de enmendar al presidente, porque la pudimos rechazar “parcialmente”, como nos facultaba el artículo 96 constitucional. Lo que equivaldría a hacer valer el control constitucional en ese nombramiento; porque en una integración e interpretación de nuestro sistema legal, la consejera jurídica de la Presidencia, propuesta por el Ejecutivo, no cumplía los requisitos constitucionales, al estar ostensiblemente situada, en dependencia jerárquica y administrativa del presidente. Una corrección legislativa al poder presidencial y la correlativa obligación de mandar a una sola persona, hubiera dado un “triunfo” (pírrico si se quiere) a la oposición, pero también hubiera flexibilizado a los opositores, para llegar a un entendimiento y favorecer a la más votada en esa primera ronda. Debemos recordar que la hoy Ministra Batres, en la primera votación, de 112 senadores presente, obtuvo sólo 5 votos, y en la segunda votación, de un total de 113 votos, recibió la raquítica confianza de sólo 2 boletas.
Hubo Senadores de la República, dispuestos a aprobar a la aspirante Alcalde Luján, que en la primera ronda recibió 58 apoyos, mientras que en la segunda se incrementaron diez, esas confianzas senatoriales y recibió 68 votos. Sí, lo subrayo: en la segunda vuelta de la primera vez que compareció al Senado, Alcalde logró 68 votos de 113, mientras que Batres obtuvo sólo 2. Le faltaron a Alcalde sólo 8 votos para alcanzar la mayoría de dos terceras partes que exige la Constitución, de los cuales 5 estaban en Morena y, además, presentes en el salón (2 de Batres y 3 de Ríos), aunque fácilmente los hubiera tenido con las ausencias morenistas, algunas con causa justificada, otros artificiosamente desaparecidos; y también había Senadores de la oposición dispuestos a transitar, en esa segunda oportunidad, por la propuesta de Alcalde ese día 29 de noviembre pasado. No sé si los jefes de las bancadas oficialistas (Morena, PVEM, PT), pusieron todo su empeño, pero sus ujieres profesionales, trabajaron con dedicación para lograrlo en esa segunda votación de la primera terna. Incluso levantaron de una huelga de hambre a un Senador. En esa ocasión Morena tuvo parte de la responsabilidad de no llegar a puerto, pero la oposición se extravió, en esa confusión de ver en todo a López Obrador y dejar de ver a la República.
Fallamos rotundamente. En ocasiones, varios Senadores opositores tienen el tic de ese mito histórico que nos recuerda a los niños héroes de Chapultepec, que, sitiados por el ejército norteamericano en 1847, se envolvieron en la bandera mexicana y se arrojaron al precipicio. La oposición se debilita más cuando no logra ganar el debate aunque pierda las votaciones, pero aquí se intentó suicidar cuando teniendo una opción para jueza en Bertha Alcalde, con una vida académica de la UNAM y en la Universidad de Nueva York, especialista en sistema de justicia penal, docente, quien en sus comparecencias hablo de “autonomía” e “independencia” del Poder Judicial; sin embargo, mientras tanto dejó viable a Lenia Batres, que con absoluta sinceridad, dijo que la Corte debe plegarse a las demandas del Ejecutivo, se atrevió a sesgar la historia de Benito Juárez y comparar su llegada “indirecta” a la Corte, con la pretensión obradorista de elegir popular y “directamente” a los Ministros. Batres no pareció comprender el lugar que ocupará, acusó al pleno de la Tribunal Constitucional de “invadir” facultades del Legislativo y Ejecutivo. ¿Cómo entenderá (y sobretodo resolverá) la nueva Ministra, los asuntos que violentan, lo que en el mundo jurídico conocemos como el “bloque regularidad constitucional o convencional”, que no es otra cosa que la tutela efectiva nacional e internacional de los derechos humanos?, ¿los dejará ser sin defensa, por actuaciones del Ejecutivo o el Legislativo? Insisto: ¿invadir, para Batres, las labores del Ejecutivo es meterse con las decisiones del Comandante Supremo de las fuerzas armas y la Corte se debe detener a las puertas de un cuartel?. ¿Intentará acabar con todos los fideicomisos judiciales, aunque estén asociados a derechos laborales? ¿Promoverá otra sesión privada para que Zaldívar ya no reciba su pensión vitalicia? ¿Desincorporará los bienes muebles e informáticos que solicitaba el Ministro en retiro, para conservarlos bajo su propiedad y llevárselos a su casa?.
Nadie afirmaría que ambas propuestas, Batres o Alcalde, no son afines y hasta fieles al lopezobradorismo. Pero la oposición no estuvo a la altura en ese primer turno. No supo ver matices, se extravío en la coyuntura corta de la campaña electoral y dejó a la intemperie y sin abrigo el largo plazo de la Nación. En su mohína opositora ni aquilató trayectorias universitarias, biografías, discursos y actitudes de las candidatas. En lo personal fracasé en mis diálogos con mis compañeros. No persuadí a los suficientes.
La segunda terna y su procesamiento fue totalmente distinto. Aunque se intentó el acuerdo, las circunstancias aceleraron la riña política. Algunos Senadores de Movimiento Ciudadano que había dialogado anteriormente, después de la decisión judicial que impidió a Samuel García heredar a un gobernador sustituto en Nuevo León (más no competir como mentirosamente se afirma), su dirigente se rigidizó y advirtió contundente: “los agravios siempre tendrán consecuencias”. Prefirieron mostrar su papeleta agraviados, a instalar el perfil más sensato en la Corte mexicana.
Otra circunstancia fue la rebelión y trifulca en el Tribunal electoral que acabó removiendo a su presidente, ello dio ocasión para un “debate pactado”, tal y como consta en el oficio donde lo solicitó Movimiento Ciudadano a la presidenta de la Mesa Directiva. El Senador Monreal y el Senador Dante Delgado aprovecharon la discusión para sus particulares intereses, pero estallaron por los aires el diálogo y quizá los acuerdos que había para nombrar a Bertha Alcalde y otras magistraturas de las Salas Regionales del Tribunal electoral, también pendientes de resolver. Monreal se brincó a su Coordinador formal y uso esa discusión para congraciarse con los duros seguidores de su otrora adversaria Claudia Sheinbaum; y Dante Delgado, astuto y hábil, recuperó el perfil opositor que el gobernador de Nuevo León desdibuja con sus arrumacos al presidente López Obrador. Ambos liderazgos “pactaron” un mitin electoral, en lugar de pactar las judicaturas vacantes.
La primera votación de la segunda ronda, ya el 13 de diciembre, anunció el triunfo de quienes buscaron despanzurrar el perfil más prudente para llegar a la Corte, puesto que sólo la respaldaron 29 votos, mientras a la aspirante más radical le concedieron 33 senadores su confianza. La suerte estaba echada. En la segunda votación: Alcalde sólo obtuvo 16 votos, y la aspirante Batres 54. ¿Cómo explicar el ascenso de Batres de 2 votos a 54 boletas? Sólo desde un motín sedicioso interno de senadores morenistas a su Coordinador, que quizá incluyó una operación mayúscula en la venció el Jefe de Gobierno de la Ciudad de México a la secretaria de Gobernación. Cabe señalar que Batres no superó los 68 votos de Alcalde de la última sesión de noviembre. ¿Por eso reveló el presidente López Obrador, el viernes 15 de diciembre, una conversación privada entre Alcalde y Batres, donde supuestamente Alcalde declina por haber obtenido menos sufragios? Extraña explicación para un presidente acostumbrado a mandar sin dar razones.
El Senado de México, se amputó su mano en el poder judicial, al no ejercer una de sus atribuciones de nombramiento más importantes. Con ello infligimos un daño a la República. Al poder central de un solo hombre, lo antecede una República de mediocres. Eso fuimos, una medianía capitulando, orgullosa de su fracaso. “En la antigua Roma y en el mundo moderno, una República es algo que hay que valorar, proteger y respetar”, dice Watts. “Si desaparece, lo que aguarda al otro lado es un futuro incierto, peligroso y destructivo”. En su libro, tiene en la portada la pintura de “La muerte de Julio César” de Vincenzo Camuccini, que cuelga en una pared del Palacio Real de Capodimonte, en Nápoles. Allí aparece en el suelo, moribundo, Julio César, y una revuelta de senadores de la República con sus cuchillos al aire, festival sangriento donde dizque se aniquila al Emperador, ingenuos creyeron que con el cuerpo de Julio César desangrado a los pies de la estatua de Pompeyo, ganó el Senado y triunfó su República. ¡Qué candidez!. A Roma le esperaría los años más duros de la tiranía, por citar tres conocidos ejemplos, el asesinato de Cicerón y los espectáculos de Calígula y Nerón.
Quizá haya una gota de optimismo y un pequeño triunfo en este episodio: el comunicado oficial de designación de manera directa de la Presidencia de la República, en uso de la facultad “soberana y discrecional” que le confiere la Constitución, el presidente nombró a Lenia Batres, en el cargo con una duración de 15 años, tal y como lo pedí en mí voto particular en la tribuna de la Cámara alta. Si acaso es cierto que la Ministra Batres estará 15 años en el Tribunal Constitucional, entonces podemos deducir que no habrá “elección popular” de nuestros jueces constitucionales. Eso sí será una victoria: desterrar la chorrada de inaugurar el populismo judicial. Acaso sea mejor ver esa demagogia judicial en las sentencias de la jueza Batres, que ver anuncios en la televisión para elegir a un jueces supremos, que acabarían poniendo la plutocracia o los criminales, tan apapachados, ambos, en este sexenio.
La verdad: fuimos ingenuos y no supimos defender a la República. Derrotados, cabe y debemos pedir disculpas a los ciudadanos; y acogerse al viejo y honorable Senador uruguayo, José Mujica, quien, en su última sesión como Senador de la República, afirmó: “Triunfar en la vida no es ganar…triunfar en la vida es levantarse y volver a empezar cada vez que uno cae”.
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