Nuestra Malintzin y la Malinche de Nacho Cano. Taxekp

No sé de dónde habrán sacado aquello de que Malintzin fue precursora del cristianismo mientras se omite que el bautizo precedió muchas de las violaciones dado que los españoles no podían tener relaciones sexuales con mujeres no bautizadas

Nacho Cano entre los asientos del teatro donde se presenta 'Malinche'.Álvaro García

Hace unos meses, gracias a las diligencias del periodista Jacobo García, pude asistir a ver el espectáculo llamado Malinche, un musical creado por Nacho Cano, ex-integrante de Mecano. De entrada, me sorprendió el gran despliegue de publicidad que anunciaba la obra musical en los espacios más concurridos de la capital española. Este musical, probablemente el proyecto más ambicioso de los que ha hecho su creador, cuenta una peculiar versión de la historia de Malintzin, la joven cautiva oluteca entre...

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Hace unos meses, gracias a las diligencias del periodista Jacobo García, pude asistir a ver el espectáculo llamado Malinche, un musical creado por Nacho Cano, ex-integrante de Mecano. De entrada, me sorprendió el gran despliegue de publicidad que anunciaba la obra musical en los espacios más concurridos de la capital española. Este musical, probablemente el proyecto más ambicioso de los que ha hecho su creador, cuenta una peculiar versión de la historia de Malintzin, la joven cautiva oluteca entregada a los españoles en 1519 después de la Batalla de Centla; con el paso de las semanas y los meses, Malintzin se convirtió en intérprete y pieza crucial para crear el entramado de alianzas entre distintas unidades políticas mesoamericanas y los españoles dirigidos por Hernán Cortés; todo este proceso culminaría con la caída de la ciudad de Tenochtitlan después de muy duros meses de sitio.

Ninguna de las complejidades de la vida de Malintzin se encuentra en este musical a cuyo estreno acudieron personajes de la derecha española como José María Aznar. En esta ocasión, fuimos dos mujeres mixes y Susana Albarrán, una periodista mexicana que colabora ahora en El Salto, quienes nos dirigíamos a conocer a la Malinche que Nacho Cano había construido. A diferencia de la palabra Malinche, una adaptación al castellano de su nombre, prefiero utilizar Malintzin que lleva al final el morfema honorífico propio del náhuatl y que refleja mejor, creo yo, la importancia que ella tuvo en su contexto y que se aleja del adjetivo despectivo “malinchista”.

Mi interés en Malintzin tiene que ver con el hecho de que, según diversas fuentes históricas, lo más probable es que el oluteco haya sido su lengua materna, precisamente una lengua hermana del mixe con la que comparte origen histórico. Por otro lado, durante 2019, como parte de la conmemoración de los 500 años de la llamada Conquista de México, participé, junto con otras mujeres indígenas, en el proyecto Noticonquista para dar voz a Malintzin en redes sociales. La Malintzin que fuimos construyendo colectivamente planteaba preguntas sobre el papel de las mujeres en distintos momentos del establecimiento del orden colonial para alumbrar luces sobre las luchas que enfrentamos las mujeres indígenas en la actualidad, tocamos temas como el multilingüismo, la relación entre colonialismo y patriarcado, las amenazas sobre nuestros territorios y cuestionamientos sobre quiénes comandan los relatos históricos a los que estamos expuestas; al mismo tiempo fuimos narrando en tuits los hechos acaecidos hace 500 años.

Con estas reflexiones de fondo, mis compañeras y yo llegamos al complejo en donde se llevan a cabo las representaciones del musical Malinche. Anticipamos que nuestra experiencia sería interesante pero lo que nos encontramos superó nuestras expectativas. A la entrada nos recibió una especie de centro comercial en donde puedes comer tacos, tomar tequila y bañarte en un mar de clichés de lo que es ese “México mágico” al que se aludirá insistentemente en una de las piezas musicales. Los elementos gráficos a las afueras son una especie de mezcla sin mucho sentido en el que igual puedes ver elementos culturales mayas, nahuas o tocados de plumas más propios de los pueblos del norte de este continente. En una versión más cercana a las telenovelas que a las fuentes históricas, se nos presenta a una Malinche que será convertida en esclava (al estilo romano) para evitar así ser entregada en sacrificio, además, se le promete que cuando encuentre el amor fundará una nueva nación, un México distinto que es la mezcla alegre de españoles e indígenas, idea que no resiste el mínimo acercamiento serio a la historia.

Al poco tiempo de ser entregada a los españoles, la Malinche es bautizada en uno de los momentos cumbres del musical, increíblemente el documental que narra el proceso de creación del musical sitúa a Malintzin como precursora del cristianismo sin hablar de las brutalidades asociadas al proceso de evangelización forzada. No sé de dónde habrán sacado aquello de que Malintzin fue precursora del cristianismo mientras se omite, como ha dicho la historiadora Frances Kartunnen, que el bautizo precedió muchas de las violaciones dado que los españoles no podían tener relaciones sexuales con mujeres no bautizadas. La canción que acompaña el bautizo de la Malinche fue ofrecida hace algunas semanas como un regalo al Papa Francisco de parte de Nacho Cano.

El musical avanzaba y no podía hacer mis notas a la velocidad requerida pues cada escena daría para una columna aparte. Después del apoteósico bautizo de la Malinche, ella se enamora casi de inmediato de Hernán Cortés; en bikini blanco y bajo una cascada sellan su amor del que surgirá el primer mestizo, un dato falso también considerando que antes ya habían nacido los hijos de una mujer maya y Gonzalo Guerrero, el español que muy probablemente luchó junto al pueblo de su esposa en contra de los colonizadores.

El enamoramiento entre Malinche y Cortés, un tópico insostenible que a estas alturas solo genera bostezos de este lado del océano, es el argumento principal con el que se justifica el nacimiento de una nación mestiza. En el documental asociado, se explica que este musical se trata de “la historia de amor que cambió el mundo”. Además de lo anacrónico que resulta la narrativa del amor romántico, un breve revisión crítica de las fuentes nos permite entender que la historia de Malintzin y Cortés fue todo menos una historia de amor. El referente más cercano que tuvo tal vez Cortés al respecto, fue el amor cortés de las novelas de caballería, pero ni aún así, Malintzin no fue su Dulcinea del Toboso de ningún modo. El Cortés que asesinó años después a su esposa se presenta en este musical como un hombre que, salvado por el amor de Malintzin, comienza a restarle valor al oro que tanto ambiciona. El musical culmina con el nacimiento de Martín Cortés que, como metáfora del nacimiento de una nueva nación mestiza, da fin a la obra en medio de cánticos celebrando al México mágico que existe solo en la mente de Nacho Cano.

Me dio mucha tristeza que una artista de flamenco de la talla de Olga Llorente interprete al sanguinario y despiadado Pedro de Alvarado, pero de este personaje, del mito del mestizaje como principal argumento y de la despreciable representación de Moctezuma hablaremos en próxima columna.

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