En el corazón de La Casa de los Famosos, el ‘reality show’ más visto de la televisión mexicana

EL PAÍS se adentra en las entrañas del programa y habla con los productores de un fenómeno que ha atrapado a gente de todas las edades y clases sociales

La sala de control del programa durante una grabación, en el Estado de México, el pasado 21 de julio.José Pablo Díaz

Quedan dos horas y media para que empiece el programa de las diez en Televisa y todavía queda mucho por hacer. Es viernes y los viernes hay fiesta en la casa. El ambiente es frenético, la gente entra y sale, va y viene como si algo grande estuviera a punto de suceder. Nicolás, encargado de la dirección de arte, está en el jardín preparando una fiesta de temática disco para los concursantes. Sillones de un gris plateado, cócteles, una pista de baile, muchos globos y brillantinas. Son los preparativos para el reality show que ...

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Quedan dos horas y media para que empiece el programa de las diez en Televisa y todavía queda mucho por hacer. Es viernes y los viernes hay fiesta en la casa. El ambiente es frenético, la gente entra y sale, va y viene como si algo grande estuviera a punto de suceder. Nicolás, encargado de la dirección de arte, está en el jardín preparando una fiesta de temática disco para los concursantes. Sillones de un gris plateado, cócteles, una pista de baile, muchos globos y brillantinas. Son los preparativos para el reality show que ha conquistado México, La Casa de Los Famosos, en el que 14 participantes se encierran en una vivienda y tratan de ser el último en ser expulsado para ganar un premio de cuatro millones de pesos (unos 236.000 dólares).

Kirén Miret y Paly Alonso, los productores, atienden a EL PAÍS en una de las salas de reuniones de Endemol Shine Boomdog, la empresa que produce el programa para TelevisaUnivision en sus instalaciones del Estado de México. En las pantallas de televisión de la sala aparece Nicola, uno de los participantes, de 35 años. Hace unos minutos ha protagonizado una pelea con Wendy Guevara, la favorita del show, que amenaza con zanjar la relación cada vez más íntima que los dos participantes llevaban semanas construyendo. Eso ha obligado a Alonso a cambiar el plan que tenían para la noche: el peruano va a ser ahora el protagonista. Aun así, Alonso y Miret se sientan para analizar el fenómeno televisivo que los directivos de Televisa comparan, en términos de audiencia, con el mundial de fútbol de Qatar del año pasado.

Paly Alonso y Kirén Miret en el foro de grabación de las galas de 'La Casa de los Famosos México', el 21 de julio.José Pablo Díaz

La clave del éxito parece ser una combinación de varios trabajos bien hechos: el equipo de producción supera las 300 personas, las redes sociales han sido un revulsivo crucial para saltar de la pantalla de la televisión a la del móvil, y el casting ha sido “impresionante”. “Puedes tener el resto de los elementos a la perfección”, asegura Miret, “pero si las personas que has elegido no funcionan, nada funciona”. A su móvil no dejan de entrar mensajes. Afuera todo se mueve a la velocidad del rayo. Alonso añade: “En el casting siempre esperas algo de los elegidos, pero nunca sabes lo que va a pasar. Lo de Sergio Mayer [57 años, exdiputado de Morena, productor, actor] lo podíamos esperar, pero lo potenció, y lo mismo pasó con Poncho de Nigris [47 años, presentador, influencer]”.

La trastienda de la casa

Termina la entrevista. Quedan menos de dos horas para que empiece el programa. Alonso corre a revisar el guion, redactado por su equipo en el último minuto. Miret acompaña a los periodistas hasta las entrañas de la casa, el lugar en el que sucede el fenómeno que ha conseguido disparar los números de Televisa y Vix, la plataforma que retransmite el programa las 24 horas. Allí, en una puerta trasera, está Eduardo, encargado de la producción que rodea el recinto. La casa tiene 64 cámaras, asegura. Las paredes están recorridas por unos pasillos oscuros desde los que se puede ver todo. Los espejos que hay en la casa son transparentes para los trabajadores que están del otro lado. Un riel eterno recorre toda la longitud del exterior de la casa y los trabajadores, acostumbrados a la oscuridad, se mueven y siguen a los personajes con sus cámaras.

“Si corres esta cortina, creo que este es el comedor”, dice Eduardo mientras tira de la tela negra. Al otro lado aparecen Poncho de Nigris, Emilio Osorio y Mariana La Barbie Juárez (43 años, antigua boxeadora profesional). Hablan y toman algo que parece un té. No se les escucha bien. ¿Ellos no nos ven? “No, ni siquiera saben que nosotros podemos verles a través de los espejos”, dice Eduardo. Seguimos avanzando entre los pasillos oscuros que rodean la casa. “Creo que esta es la habitación del equipo infierno”. Sí. Ahí está Sergio Mayer, al otro lado del cristal-espejo, ordenando la ropa encima de su cama. En el neceser tiene su desodorante, el cepillo de dientes, el champú para la ducha.

Paly Alonso en la sala de control.José Pablo Díaz

Por la puerta de la habitación entra Héctor Quijano (se hace llamar Apio) con una percha de ropa para la fiesta disco. Está tapada por una especie de bolsa con cremallera. La abre. Le encanta lo que ve dentro. “Gracias, Jefa”, se le escucha decir. Le agradece a La Jefa, la mujer a la que ellos solo conocen por su voz, que habla con ellos y les regaña cuando duermen demasiado o llevan el micrófono mal puesto. La siguiente sala es la habitación del Equipo Cielo, al que solo le quedan dos personas, Jorge El Español y Barbie, la boxeadora. Están los dos en la habitación. Sergio está vestido con su ropa de fiesta disco, vaqueros, botas, mirada un tanto arrogante. Barbie está frente al cristal-espejo en el que están los periodistas. Mira sin ver lo que tiene al otro lado, se maquilla sin saber que hay tres tipos mirándola. Es raro. Solo queda una hora para que empiece el programa.

“Este es un formato que te obliga a ser quien eres, antes o después”, reflexionaba hace un rato, en la sala de reuniones, Kirén Miret. “No puedes sostener al personaje demasiado tiempo, y el aislamiento en el que se encuentran exacerba todas las emociones. Cuando estás triste vas a estar muy triste, cuando estás feliz vas a estar muy feliz, y cuando estás enojado vas a estar muy enojado. Te lleva al límite”, cuenta. La productora para la que trabaja, Endemol Shine Boomdog, ha producido otros grandes shows como MasterChef Latinos o la serie Todo por Lucy. “La producción no mete la mano en lo que está pasando en la casa”, asegura, frente a las críticas de los fans de que están manipulando el escenario para conseguir unos supuestos objetivos que ellos aseguran no tener. “La casa lleva su flujo y nosotros nos vamos adaptando a él, sumando en lo posible, como cuando trajimos al hijo de Poncho en su cumpleaños”.

Una pantalla proyecta la imagen de Wendy Guevara en el foro de grabación.José Pablo Díaz

Sea como sea, La Casa de los Famosos ha sido un éxito de esos que la televisión mexicana no tenía desde hace décadas. “Habíamos perdido la experiencia colectiva de ver algo juntos como país y disfrutar y discutir sobre ello”, cuenta Cristina Salazar, doctora en Medios de Comunicación por la Universidad de Columbia. Parecía del todo imposible que en los tiempos que corren, un solo programa fuera de capaz de atrapar a los diferentes estratos sociales, económicos y de edades del país. La Casa de los Famosos lo ha conseguido. “Es muy fuerte que pueda platicar del programa con mi madre de León, Guanajuato, y también con mis amigas, que son académicas como yo, y hasta con mis sobrinos o con el portero de mi edificio”, dice emocionada sobre un programa que tiene a 20 millones de personas enganchadas.

En los pasillos oscuros que rodean la casa se percibe una sensación extraña, casi incómoda. Es como estar en las entrañas de un experimento sociológico, como observar los peces a través de la seguridad del cristal de un acuario. Tan cerca y tan lejos al mismo tiempo. En la siguiente sala, el confesionario, está Nicola, el peruano favorito de México. Está con un médico del equipo, explica Eduardo. Le está revisando la muñeca, parece que se ha hecho daño haciendo deporte. Nicola está cansado, las ojeras que tiene no las tenía hace unos días. Este miércoles le han nominado para salir de la casa. La resolución, que votan los fans del programa, es este domingo. Y encima la pelea que tuvo con Guevara. Se le acumulan los problemas.

El médico termina de revisarle, parece que está todo bien. Ya puede volver a la casa, pero se espera un segundo, está cansado. Va a pulsar el botón para abrir la puerta, pero no quiere, no puede, baja la mirada, respira hondo, se le caen los hombros, casi parece que no quiere volver a entrar. Respira otra vez, levanta los hombros, pulsa el botón, y de vuelta al experimento sociológico. El médico abre la otra puerta y aparece en la oscuridad penetrante de los pasillos. “Hola”, dice, y se marcha. “Hay que irse”, dice entonces Eduardo. Solo queda media hora para que empiece el programa, tienen que trabajar. ¡Todavía faltan las fotos para el reportaje! Mejor en el jardín de la casa. Allí, Nicolás, el director de arte, está a punto de terminar las preparaciones para la fiesta de los concursantes de esta noche. Rápido, todo tiene que quedar perfecto. Miret y Alonso se sientan en el sofá plateado. Foto. Se plantan encima de la plataforma de baile. Foto. Listo.

Odalys Ramírez y Diego de Erice, conductores del programa.José Pablo Díaz

El factor Wendy Guevara

¿Y Wendy? “Esta no es La Casa de Wendy”, decía Miret en la entrevista de hace una hora, “pero es cierto que ella sienta un precedente no solo para este formato sino para la televisión y para un país donde la transfobia es una realidad que termina con la vida de muchas mujeres trans cada año”. “No somos wendydependientes”, insiste Alonso. “Es un personaje que tomó vida, tomó luz, pero, por ejemplo, hoy el programa está recostado sobre Nicola”, explica. Salazar, sin embargo, piensa que Wendy es el centro neurálgico del programa. “Lo más valioso es su naturalidad, y eso se lo ha contagiado al resto de concursantes. A los que mejor les ha ido es a los que han comunicado naturalidad como ella”, analiza la catedrática en medios de comunicación.

Quedan diez minutos para que empiece el programa. La sala de control, el corazón del programa, está en plena ebullición. Alonso es también el show runner, la persona a cargo del programa que se emite a las diez en Televisa. La sala de control es una pared llena de pantallas, un suelo lleno de mesas con ordenadores y al menos treinta personas operando. Alonso llega, se sienta. “Necesito que Nicola se ponga la playera [la camiseta]”, dice un poco al aire, al ver que Nicola está desnudo de cintura para arriba. Solo tiene un cinturón de cuero alrededor del pecho. Nicola estaba listo para la fiesta.

Kirén Miret fuera de cámara en el foro durante la grabación del programa.José Pablo Díaz

“Tienes que decirle a La Jefa que le diga a Nicola que se ponga la playera, porque le voy a poner a discutir con Wendy y va a quedar muy raro que esté sin playera”, vuelve a pedir. Quedan cinco minutos y contando. Nicola no se pone la camiseta. En el plato de televisión, los presentadores se preparan sobre el escenario principal, los comentaristas se acomodan en sus sillones, los espectadores se sientan en las gradas. Dentro de la casa, los concursantes se juntan en el sofá donde está la pantalla que les conecta con los presentadores del programa. Nicola sigue sin camiseta. “Necesito que alguien le diga a Nicola que se ponga la playera”, repite Alonso un poco más alto. Nadie escucha, Nicola no hace caso, nadie sabe lo que está pasando. “Ya le dijimos que se la ponga, ya se la va a poner”, dice alguien en la sala de control. Nicola está sentado en el sofá, no se mueve. Quedan dos minutos para salir al aire en Televisa. Treinta segundos, dice el encargado del tiempo. El peruano sin camiseta, por fin, se levanta y se pone una camiseta. Está todo listo. En el jardín les espera la fiesta disco dentro de un rato, después de la conversación con los presentadores. “20 segundos”, dicen, y luego “8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1, ¡aire!”. Que empiece el programa.

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