La extradición de El Chelelo: el último golpe contra Los Zetas
La historia de Eleazar Medina Rojas, un capo elusivo y sanguinario, esconde asesinatos, identidades falsas, escándalos judiciales y una lucha de casi dos décadas para lograr que rinda cuentas ante la justicia
El anuncio se dio de forma discreta. La Fiscalía General de la República (FGR) se refirió a Eleazar Medina Rojas como “una persona de nacionalidad mexicana requerida por la Corte Federal del Distrito de Columbia, por los delitos de asociación delictuosa y contra la salud” y dijo que El Chelelo, como se conoce al capo, “fungió entre los años 2000 y 2010 como líder de una organización criminal dedicada al tráfico de droga”, aunque omitió el nombre del cartel y el apellido del acusad...
El anuncio se dio de forma discreta. La Fiscalía General de la República (FGR) se refirió a Eleazar Medina Rojas como “una persona de nacionalidad mexicana requerida por la Corte Federal del Distrito de Columbia, por los delitos de asociación delictuosa y contra la salud” y dijo que El Chelelo, como se conoce al capo, “fungió entre los años 2000 y 2010 como líder de una organización criminal dedicada al tráfico de droga”, aunque omitió el nombre del cartel y el apellido del acusado. Detrás del escueto comunicado sobre su extradición a Estados Unidos, se esconde la historia de uno de los objetivos más codiciados por Washington en las últimas dos décadas, uno de los lugartenientes más temidos de Los Zetas.
Casi inmediatamente después de que fuera entregado a agentes estadounidenses en el Aeropuerto Internacional de Ciudad de México, las autoridades dieron a conocer que Medina Rojas, de 51 años, era buscado por dos cargos de narcotráfico en Estados Unidos, por tráfico de cocaína y de marihuana. La Casa Blanca lo identificó como uno de los altos mandos de La Compañía, el fruto de la alianza entre el Cartel del Golfo y Los Zetas. Pero la acusación no era nueva. Se formuló, de hecho, en mayo de 2013, hace 10 años.
Entre los 26 narcotraficantes que aparecen en ella figuran capos como Miguel Treviño Morales, alias Z-40, líder del grupo de sicarios; Heriberto Lazcano, conocido simplemente como El Lazca, o Antonio Cárdenas Guillén, apodado Tony Tormenta y hermano de Osiel Cárdenas, el fundador del Cartel del Golfo. Antonio fue abatido en 2010 por las Fuerzas Armadas en Tamaulipas, el bastión histórico del grupo criminal. Osiel se declaró culpable ese mismo año en Estados Unidos y recibió una condena de 25 años de cárcel. El Gobierno de Felipe Calderón (2006-2012) y sus homólogos estadounidenses señalaron a Los Zetas como los principales “generadores de violencia” en el país. Eran apenas los primeros años de la guerra contra el narco y las autoridades mexicanas daban prácticamente por desarticulado el Cartel del Golfo, una organización criminal que aún ha saltado a los titulares en las últimas semanas.
El Chelelo tenía un perfil más bajo, pero su papel en la estructura criminal era clave. Medina Rojas era el jefe de plaza del cartel en Monterrey, la segunda área metropolitana más poblada del país, y controlaba varios territorios del vecino Estado de Tamaulipas. En abril de 2007 fue detenido junto a siete cómplices en medio de un aparatoso operativo en la ciudad fronteriza de Nuevo Laredo, señalado por la extinta Procuraduría General de la República (PGR) de “ser uno de los principales homicidas y secuestradores del Cartel del Golfo”.
El capo intentó eludir su arresto al presentarse como Erick González Martínez, una identidad falsa. Pero era difícil librarse. Los agentes encontraron 170.000 dólares en efectivo, varios coches de lujo, un arsenal de armas largas y cortas, pistolas de alto calibre cubiertas de latón dorado, más de una decena de chalecos antibalas y joyas por un valor superior a un millón de pesos. Habían pasado menos de seis meses de la Administración de Calderón, pero la ola de violencia ya era omnipresente en la prensa mexicana. Fue reseñado por la PGR y la Secretaría de Seguridad de Genaro García Luna como el segundo golpe más importante contra los carteles de la droga hasta entonces, solo detrás del decomiso de más de 207 millones dólares al empresario chino Zhenli Ye Gon, ocurrido un mes antes.
No era el primer encuentro de El Chelelo con la justicia. En 1996 fue detenido con 153 kilos de marihuana, según dijo la PGR en la conferencia de prensa del arresto, pero salió libre gracias a un amparo. En esa comparecencia, se relacionó con al menos un caso de asesinato y de tratar de ingresar a Estados Unidos sin papeles. Durante un periodo que las autoridades no detallaron estuvo bajo custodia de agentes de Laredo (Texas), pero en un nuevo acto de escapismo había reaparecido del otro lado de la frontera como uno de los capos más sanguinarios.
Tras el arresto de 2007, Medina Rojas recibió una condena de ocho años de cárcel. Desde entonces datan las acusaciones en Estados Unidos, los expedientes dan cuenta de dos causas abiertas desde 2008. La extradición, sin embargo, no se concretó, a pesar de que durante el calderonismo se alcanzó un pico de extradiciones. Entre 2007 y 2012 fueron trasladados 587 acusados para enfrentarse a la justicia estadounidense. Con Enrique Peña Nieto hubo apenas 394 extradiciones de 2013 a 2018, según datos del Congreso de EE UU.
Después de cumplir su condena, El Chelelo regresó directo al negocio. Las autoridades estadounidenses dicen que mantuvo un papel fundamental en la coordinación de envíos de droga a su país desde 2000 hasta febrero de 2010, pese a que en el tramo final de esos años estaba en la cárcel en México. También acusan a Medina Rojas y a otros miembros del cartel de operar en países como Panamá, Colombia y Guatemala. En marzo de 2010 fue incluido en la llamada lista negra del Departamento del Tesoro y se le congelaron todos sus activos en el sistema bancario internacional. Todo, mientras estaba en prisión. Para 2016 ya estaba fuera y activo otra vez.
A finales de 2018, El Chelelo tropezó de manera inesperada. Fue detenido en un exclusivo fraccionamiento de Mérida (Yucatán) por cometer una infracción de tránsito. Igual que hizo una década antes, Medina Rojas se presentó con un nombre y una identificación falsos, dijo que se llamaba Máximo Tomás Roberto. Pero su perfil encajaba con la descripción que daba la DEA. “El fugitivo puede estar armado y ser peligroso. No intenten capturarlo”, se advertía. Después de ser descubierto, amenazó a los elementos que lo detuvieron, según varios medios locales. “No saben con quién se meten”, les advirtió.
En otro giro de la historia, ante la estupefacción de las autoridades, el juez que llevaba su caso argumentó que la infracción de tránsito no era motivo suficiente para mantenerlo en la cárcel y ordenó que lo dejaran en libertad. Al mismo tiempo que acarició su salida de la prisión, se montó un operativo coordinado por la Interpol para volverlo a capturar. Él mismo se percató y se negó a salir del tribunal. Finalmente, fue esposado, escoltado por agentes y trasladado en un avión del Gobierno al penal de máxima seguridad del Altiplano, reservado para reos de alta peligrosidad.
El Chelelo fue notificado de la orden de extradición en su contra apenas puso pie en el penal ubicado en el centro del país, el mismo de donde Joaquín El Chapo Guzmán se fugó en julio de 2015, a través de un túnel de un kilómetro y medio de largo. El capo logró dilatar el proceso judicial otros cinco años más, hasta que su extradición se anunció el pasado domingo por la noche. Su entrega, de hecho, se dio el pasado jueves y sin hacer mucho ruido. Tras entrar y salir de la cárcel a lo largo de casi 30 años, Medina Rojas se enfrentará a un nuevo juicio en el Distrito de Columbia.
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