Andrew Paxman: “A todo el mundo le fascina saber más de la vida de los ricos”
Coautor de una de las biografías más celebradas del México moderno, dedicada al Tigre Azcárraga, el académico británico desgrana el poder con bisturí y cincel. Acaba de firmar con una gran editorial para escribir la biografía de López Obrador
En la mesa de trabajo de Andrew Paxman figuran las vidas de los pudientes, con sus logros y miserias. Monstruos económicos han pasado por sus manos, imperios de un solo hombre, con todos los mitos, los prejuicios, las mentiras y las verdades. Cincel en mano, el académico británico ha dado forma a sus historias, ha tallado leyendas y exageraciones hasta reducirlas a su medida justa. Una pulsión, la de hurgar en el poder, que nace, según cuenta, “de una preocupación por el racismo en México, tan arraigado, y la falta de movilidad socioeconómica” que sufre el país.
Nacido en Londres, Paxma...
En la mesa de trabajo de Andrew Paxman figuran las vidas de los pudientes, con sus logros y miserias. Monstruos económicos han pasado por sus manos, imperios de un solo hombre, con todos los mitos, los prejuicios, las mentiras y las verdades. Cincel en mano, el académico británico ha dado forma a sus historias, ha tallado leyendas y exageraciones hasta reducirlas a su medida justa. Una pulsión, la de hurgar en el poder, que nace, según cuenta, “de una preocupación por el racismo en México, tan arraigado, y la falta de movilidad socioeconómica” que sufre el país.
Nacido en Londres, Paxman, de 56 años, llegó a México en el verano de 1990, subyugado por la literatura de García Márquez y Jack Kerouac. Quería viajar a Colombia por Centroamérica, pero la Ciudad de México lo atrapó. Alquiló un cuarto en Taxqueña, en el sur de la capital. Se pasaba la vida entre el metro y cantinas y bares del centro. “Era el mundial de Italia e Inglaterra llegó a semifinales. Me metía en cualquier lado, siempre quería estar rodeado de gente. Fue muy emocionante”, cuenta, “luego perdimos en los penales. Eso también le pasa a México”, ríe.
En los bares, antes de que empezaran los partidos y en los tiempos de descanso, veía los anuncios de las telenovelas de la tarde. No recuerda cuáles, había tantas... “En la televisión veías un país que parecía Suecia, dominado por gente blanca y rubia. Y en las calles no veías gente así. Esto me causó una gran fascinación y luego preocupación”, explica. “¿Cómo puede ser que un país mayoritariamente mestizo esté obligado a seguir dramas en la televisión donde los mestizos no existen?”, se pregunta.
Era el germen de una historia a la que dedicaría muchos años y esfuerzos. Junto a la periodista mexicana Claudia Fernández, Paxman es autor de una de las biografías más celebradas del México moderno, dedicada a Emilio El Tigre Azcárraga, padre de Televisa, gran imperio mediático en español, educador sentimental de generaciones de mexicanos. Publicado en 2000, el libro ha tenido una vida larga y ahora está en vías de convertirse en una serie, que bien podría verse como una Succession a la mexicana. “A todo el mundo le fascina saber más de la vida de los ricos”, dice.
A su obsesión por Azcárraga y Televisa, le siguió otra por el magnate estadounidense William Jenkins, uno de los hombres más ricos de México en la primera mitad del siglo XX, gracias a su imperio azucarero y luego a las salas de cine. El biógrafo apuntó después a Carlos Slim, proyecto que de momento no se ha concretado. Ocurre además que se le ha cruzado uno nuevo. Esta misma semana firmó un contrato con Penguin Random House para escribir la biografía de Andrés Manuel López Obrador. “No quiero alabarlo ni denigrarlo, quiero explicarlo”, argumenta. “No creo que ni sus simpatizantes más ardientes ni sus críticos más feroces lo entiendan”.
Pregunta. ¿Qué le atrae del personaje de López Obrador? Parece algo distinto de los otros hombres que ha retratado.
Respuesta. Bueno, tienen en común que son personajes comprometidos, que tienden a polarizar a la gente: o los quieres o los odias. O al menos desconfías. En el caso de Azcárraga, fue un hombre amado por sus empleados, odiado por la academia, los izquierdistas, el PRD, amplios sectores de la sociedad mexicana veían a Satanás en Azcárraga.
Con López Obrador, la tasa de indiferencia es muy pequeña. O te cae bien o lo odias. No solo encuentras una división de opiniones, sino opiniones estridentes, lo que presenta un gran reto para mi como biográfo. Una de las cosas fascinantes de él, es que en la mañanera proyecta una imagen que poco tiene que ver con su actuar. Es muy pragmático. En la academia, se considera su acercamiento al Ejército como un aspecto de su autoritarismo. Pero rara vez se detienen a pensar en el pragmatismo. Son el tipo de temas que quiero explorar.
P. Las mañaneras recuerdan a algo que escriben en el libro de Televisa: “Azcárraga se apoderó de gran parte del tiempo libre de los mexicanos”. La mañanera es lo mismo.
R. Sí, lo es. Es curioso, nunca ha habido un presidente tan mediático. Aunque hay que contextualizarlo. Salinas también fue muy mediático. Y no existían redes sociales entonces. 24 horas, el noticiero estelar de Televisa, siempre daba mucho espacio a las ponencias del presidente. Pero la calidad del enfoque sobre Salinas era… Hubo un amorío entre Azcárraga Milmo y Salinas que se veía en 24 horas.
P. El Salinato se inaugura, cuentan de nuevo en el libro de Azcárraga, cuando Televisa decide comprimir los últimos 30 episodios de Senda de Gloria, este biopic de Lázaro Cárdenas, en uno solo. De forma que la gente no se inspirase en las luchas del general, en un contexto de denuncias de fraude contra el candidato del PRI.
R. Televisa es también muy pragmática. Hay que entender eso de que ‘somos soldados del PRI’ como una gran insinceridad. Porque Azcárraga Milmo era, en realidad, soldado del presidente. Y ahí quería decir que lo más importante era mantener una amistad con el presidente. Es lo que han hecho ahora Azcárraga Jean y Bernardo Gómez con López Obrador. La cobertura de la campaña fue equitativa, no había criticas, menos algunos espacios en Foro TV. Y luego le prestan el Estadio Azteca para su cierre de campaña.
P. Con Belinda, la cantante.
R. Sí, un cierre de campaña además nocturno. Había habido cierres en el Azteca, pero en el día. Algo muy distinto es hacerlo por la noche, lo convierte en un espectáculo. Con estrellas cultivadas por Televisa. El estar bajo focos en vez de la luz del día transforma a AMLO de político en estrella de rock.
P. Es fascinante la relación de El Tigre con Echeverría, López Portillo, el fantasma de la nacionalización… Luego llega Salinas de Gortari, un sueño.
R. Exacto. Poco a poco le caen mejor los presidentes. Una cosa que encontramos en la investigación, fue que era una cuestión de conveniencia, nada de convicción. Parte de la simbiosis entre la tele y la figura del presidente desde los años 50. Claudia y yo escribimos ese libro con una fascinación emotiva, una persona de gran encanto, capaz de soltar las frases mas espantosas. Decía a sus novias, ‘¡cuando cumplas 40 te cambio por dos de 20!’.
P. Qué bruto. Recuerda un poco a Denegri, al menos ese Denegri que pinta Enrique Serna en El Vendedor de Silencio. Claro, Denegri estaba varios escalones por encima en la escalera machista, pero hay algo embrionario…
R. Sí, si, es una de mis novelas favoritas en cualquier idioma. Y sí… No son de la misma generación, Denegri es anterior, pero yo diría que los dos estaban cortados por el mismo patrón. Uf, una forma de pensar, en términos del poder, muy pragmática, egocéntricos, los dos muy mujeriegos. Denegri usaba información para manipular y enriquecerse y Azcárraga también, en cierto modo. Sobre todo en temporadas electorales. Azcárraga cosechó beneficios para sus monopolios, la tele abierta, el cable, era dueño o semidueño de tres equipos en la capital…
P. Construyó el Estadio Azteca, la Basílica de Guadalupe.
R. Sí, una fortísima presencia en la cultura popular, que tiene pocos equivalentes en todo el mundo.
P. Hay muchos episodios que retratan la contradicción andante que ustedes dicen que es Azcárraga. En su cuarta boda, con Paula Cussi, Azcárraga elige casarse en la marina de megayates que acaba de construir en Nueva York, su último capricho. Se casan y, esa misma noche, Azcárraga se excusa y se va a ver a una amante en un hotel de Manhattan.
R. Sí, era un hombre de fuertes contradicciones, que se dejaba guiar por sus impulsos. Algunos de sus impulsos fueron sin embargo loables. Su impulso patriótico, muy fuerte, fue lo que le llevó a crear un canal de noticias como ECO, que quería ser la CNN de habla hispana. Perdía un chorro de dinero, pero lo sostenía.
P. Tuvo una juventud marcada por la tragedia. Estuvo en un internado militar en EE UU, conoció a la que sería su primera mujer y enseguida se casan. Pero ella muere poco después. Y eso le lleva a una vida de desenfreno…
R. Es una combinación. Es la pérdida de su esposa a una edad muy temprana, aunada al profundo desprecio que le tenía su papa. No era tan notable entonces, pero en años posteriores sí se hace notar ese desprecio, en respuesta a lo que acabas de decir, ese libertinaje, la impulsividad…
P. Mencionan una anécdota divertida sobre su papá. Bueno, divertida… Azcárraga Vidaurreta tenía un enorme sillón en su despacho, hecho a propósito para que cuando llamara a un trabajador con el que no estaba contento, sentarlo allí y que no le llegaran los pies al suelo. Una humillación que dibuja al personaje.
R. Sí, su hijo heredó esa pulsión. Los dos tenían mucho en común, los instintos monopólicos, su forma autócrata de liderar la empresa, su visión de la política: no se puede confiar en ellos pero hay que complacerles.
P. Azcárraga Vidaurreta es contemporáneo de William Jenkins, otra de sus obsesiones. Me hace gracia pensar que dos de las grandes fortunas del México de mediados del siglo XX tienen que ver con los pies. El primero empezó vendiendo zapatos y Jenkins inició su imperio con una fábrica de calcetines.
R. Sí, es una buena metáfora de la aparición de una nueva élite empresarial. Los dos aprovecharon mucho las oportunidades creadas por el caos de la revolución, vieron oportunidades para lucrar y salieron ricos. Mientras tanto, la élite porfiriana sufrió grandes reveses.
P. Apuntan en el libro que en la época se comentaba que Azcárraga Vidaurreta logró hacer fortuna con el contrabando de oro durante la revolución. ¿Le da valor más allá del chisme?
R. No tengo evidencia documental. Es una versión que nos contaron varias fuentes, entre ellas un académico con quien hice amistad a principios de los noventa, un historiador de Berkeley, donde hice mi segunda maestría. El tenía un manuscrito, que luego no ha publicado, sobre Azcárraga Vidaurreta. Pero me prestó el borrador y ahí lo menciona también.
P. ¿Por qué esta fascinación con estos personajes?
R. Bueno, todo parte de una preocupación por un muy arraigado racismo en México y una falta de movilidad socioeconómica. También por las prácticas monopólicas, la relación simbiótica entre elites empresariales y políticas. Se puede decir que Jenkins y Azcárraga son dos partes, aunque no en orden cronológico, de una trilogía, que me conducía a querer hacer la biografía de Carlos Slim. Pero por varios motivos no procedió.
P. En el libro que escribió sobre Slim, Diego Osorno pinta su carácter a partir de una anécdota. Alguien llega a pedirle unos pocos miles de dólares para editar un libro, y él, uno de los hombres mas ricos del mundo, saca la calculadora de su cajón para hacer números. ¡O sea, un tacaño!
R. Sí, en eso es como Jenkins. A veces recibía cartas y quitaba la estampilla, el sello. ¡Los reutilizaba! Y ya tenía no se cuantos millones… Hay una genealogía empresarial indirecta entre Jenkins y Slim. Porque la mano derecha de Jenkins fue Manuel Espinosa, que luego se convertiría en el hombre mas rico. Jenkins lo fue en los 50, Espinosa en los 70, como dueño de Bancomer.
P. Luego nacionalizan la banca.
R. Sí, pero se queda con activos no bancarios. Y todos esos activos, minería Frisco, compañías de seguros, se los vende a Slim. Es uno de sus mentores además. O sea, que hay una continuidad, lo que fue un motivo también para hacer la biografía. Es un proyecto que no descarto. Todavía me fascina su carácter, no solo por sus logros empresariales, sino por la cuestión internacional de su negocio, muy distinto al de Jenkins, también por su procedencia libanesa, que añade un sabor distinto a la historia. De hecho fui al Líbano, para visitar el pueblo donde nacieron su papa y sus tíos, en 2013, a inicios del proyecto.
P. ¿Ah si? ¿Qué encontró?
R. Pues que Slim y sus hijos lo habían visitado hacía pocos años. No ha ido mucho él. Fue en los años 60 y en 2010. Se recuerda que cuando llegó su papá a México a principios del siglo XX, fundó una tienda en el centro, La Estrella del Oriente. Bueno, décadas después, cuando el mismo Slim visitó el pueblo, un comité había preparado una bienvenida con una gran manta, que decía, ‘la estrella regresa al oriente’.
P. ¿Y qué le pareció al señor?
R. No sé, seguramente le dio risa. Me contaron que le recibieron como el mesías. Tambien con algunos toques ingenuos: se le acercaron algunas personas tratando de venderle algunos trocitos de terreno.
P. Igual para construir un mausoleo.
R. Sí, sí… Líbano me fascinó, es un país encantador. Tiene ciertas cosas en común con México. Una tarde estuve caminando desde Jezzine, el pueblo natal de los Slim, a otro pueblo. Un sendero que iba por el bosque, dos o tres horas. Y de vez en cuando me encontraba como unas pequeñas capillas, con imágenes de la virgen. Me quedé pensando, ‘ah, seguramente cuando los libaneses llegaron a México y pasaban por el campo, los caminos rurales, toparon con algo parecido, imágenes de la virgen en pequeñas capillas al borde del camino, que les habrán recordado a su propio país’. O sea, la tradición maronita del Líbano tiene cosas en común con el guadalupanismo mexicano.
P. Pensaba que en vez de AMLO o Slim, su próximo proyecto tendría que ver Ricardo Salinas Pliego, el dueño de TV Azteca.
R. Urge una biografía de él y de German Larrea. El hecho de que el segundo y el tercer hombre mas ricos del país carezcan de biografías habla de la poca tradición del género en México. Pero Larrea es hermetico, no habla con nadie, casi no le toman la foto. Mientras que Salinas es el polo opuesto, es completamente mediático, le gusta comentar, dar entrevistas. Pero es tan litigioso, que su biógrafo deberá ser muy valiente.
P. Hace poco se estuvo pegando con él en Twitter.
R. Sí, fue muy comentado. Creo que más de dos millones de personas siguieron el diálogo.
P. Yo creo que le molestó que balconeara su propuesta de aparecer en ese documental sobre su vida.
R. O el mismo hecho de que está financiando un documental sobre su persona. Ya tiene una biografía en Youtube, con medio millón de vistas, pero al parecer no es suficiente para satisfacer su ego y ambiciones políticas. Y con eso me refiero a las señales de que quiere convertirse en el Trump mexicano.
P. Esa conversación en Twitter, la zanjó Salinas Pliego diciendo, ‘no está mal tenerme miedo’. ¿Le llegó a dar cosquilleo?
R. A él le gusta que la gente le tenga miedo. Hay un dicho de Napoleon, en sus memorias. Lo parafraseo, dice algo así, ‘tanto me amaban, tanto me odiaban’. Le gustaban las dos cosas. Creo que Salinas Pliego es así. Lo que menos le gusta es que alguien diga, ‘me da igual’. Quiere que le amen o le odien.
P. Como Azcárraga Milmo.
R. Aun mas. Con Salinas Pliego es casi patológico.
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