Mariane Ibrahim, la galerista que impulsa “artistas de la diáspora africana y más allá” en Ciudad de México
La marchante de arte abre en la capital mexicana su tercera galería, después de las de Chicago y París
La marchante de arte Mariane Ibrahim y su esposo, Pierre Lenhardt, notaron que la casona de paredes blancas y persianas negras sobre la calle Río Pánuco 36, en Ciudad de México, tenía algo de su galería en París y algo de su galería en Chicago. Tenía “la influencia de Haussmann”, el funcionario que reformó la capital francesa en el siglo XIX, y “un toque” de Frank Lloyd Wright, el arquitecto moderno que construyó sus obras más icónicas en la ciudad estadounidense. “El ed...
La marchante de arte Mariane Ibrahim y su esposo, Pierre Lenhardt, notaron que la casona de paredes blancas y persianas negras sobre la calle Río Pánuco 36, en Ciudad de México, tenía algo de su galería en París y algo de su galería en Chicago. Tenía “la influencia de Haussmann”, el funcionario que reformó la capital francesa en el siglo XIX, y “un toque” de Frank Lloyd Wright, el arquitecto moderno que construyó sus obras más icónicas en la ciudad estadounidense. “El edificio es una fusión perfecta de París, Chicago, una sensación de lo antiguo y lo nuevo”, pensó Ibrahim. Habían encontrado la locación para su tercera galería, que representa a “artistas de la diáspora africana y más allá”.
A la casona se entra a través de un portón metálico negro. Enfrente se abre un gran patio y a la izquierda una escalera lleva hasta el primer piso. Allí comienza el recorrido. Un pasillo vertebra las cuatro salas que ahora albergan la muestra del artista Clotilde Jiménez, expuesta desde febrero. Son espacios de paredes blancas a los que se accede por arcos amplios sin puertas. Allí cuelgan pinturas con cuerpos negros construidos a partir de retazos, o piezas de cerámica, una nueva exploración del creador. Ibrahim no tuvo dudas de que la tercera galería tenía que quedar inaugurada con una exposición del artista hawaiano, el único de los que representa que vive en Ciudad de México.
Ibrahim representa, sobre todo, a artistas cuyas herencias coinciden con la suya. La galerista nació en Numea, la capital de Nueva Caledonia, un territorio francés en el océano Pacífico. Cuando tenía cinco años, la familia se mudó a Somalia y después a Burdeos, en Francia. Ibrahim estudió Comunicación en la Universidad de Middlesex, en Londres, y trabajó en publicidad en París. En 2012, abrió su primera galería, en Seattle. La mudó a Chicago en 2019 y en 2021 abrió un nuevo local en París. Los primeros años, cuenta a EL PAÍS, fueron “muy difíciles” porque “no había ningún modelo o caso que seguir”.
Un artículo de The New York Times publicado en 2018 señalaba que los galeristas afrodescendientes eran “una excepción” en el mundo del arte contemporáneo: “Si hasta hace poco los artistas negros estaban prácticamente excluidos de la historia del arte, los marchantes negros han permanecido casi totalmente ausentes de la narrativa del arte contemporáneo”. Ibrahim, por ejemplo, fue solo la segunda galerista negra aceptada en la Art Dealers Association of America, una asociación creada en los años sesenta que reúne a 200 marchantes de arte líderes en el mercado.
Pero hoy, publicaciones especializadas dicen que su ascenso está siendo “meteórico”. “Necesitamos cambiar el paradigma de la historia del arte y ser conscientes de la discriminación que ha ejercido durante mucho tiempo con los no blancos, las mujeres y más. Las instituciones han sido cómplices y el vehículo de esta infrarrepresentación. Harán falta siglos para reducir la brecha”, dice Ibrahim. La galerista responde a EL PAÍS por escrito aunque está en México; acaba de llegar de Tokio y ya pronto tomará el siguiente avión. “Es preocupante oír decir que la inclusión de artistas infrarrepresentados es solo una tendencia del mercado”, agrega.
No es Chicago, no es París
Esta tercera galería, en Ciudad de México, le permitirá a Ibrahim “revelar” una historia “que no ha sido contada del todo”, según dijo en febrero a la revista Vogue: “Hay un gran velo de ignorancia de lo que pasó en este lado del mundo, y el lugar que ocupó Veracruz en la emancipación de las personas negras”. En México, el 2% de la población nacional se reconoce afromexicana, según datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, que solo en 2020 empezó a preguntar a la población sobre ello.
“He estado investigando y sí hay narrativas que vale la pena explorar entre los afromexicanos. Me fascina esta parte de la historia y la confluencia de culturas en México”, cuenta a este periódico. “Defendemos a los artistas afrodescendientes por su visión y sus aspiraciones”, señala Ibrahim, aunque aclara que la “prioridad” de la galería está en “presentar a artistas de hoy, africanos o no”: “Nuestra galería mira hacia delante y avanza, por lo que debemos reflejar los cambios actuales y el statu quo”.
En total, la galería representa el trabajo de una veintena de artistas, el más reciente, el haitiano-estadounidense Patrick Eugène. “Estos artistas nunca tuvieron una plataforma, nunca tuvieron un mercado. No es que esté de moda, se les está dando lo que no se les ha dado. Nosotros vamos a hacer que todos estos artistas queden en la historia”, dice Paulina Torres, directora de la galería en Ciudad de México, mientras recorre el espacio un lunes de finales de abril, cuando la galería está cerrada —abre de martes a sábados—. El espacio sigue en construcción, pero pronto abrirán allí un café y una librería.
Para la inauguración, y en paralelo de la exposición de Clotilde Jiménez, la galería organizó la muestra Un abrazo para introducir a los visitantes con su catálogo. Las obras de ocho artistas a los que representan están expuestos en un entrepiso al que se llega subiendo las escaleras azul pastel que están al final del pasillo: The Traveler, de Peter Uka, una artista nigeriano que vive en Alemania y aborda en sus pinturas temas como la nostalgia o la memoria; Spare Beauty, de Shannon T. Lewis, nacida en Canadá, cuyas obras tienden a lo surrealista; o Grey Collar, de Amoako Boafo, un creador nacido y radicado en Ghana, conocido por pintar los rostros o la piel con los dedos...
En los tres meses desde la inauguración de la galería, durante la Semana del Arte en la capital, en febrero, casi todo lo expuesto se ha vendido, cuenta Torres, nacida en Santiago de Chile hace 30 años. La capital está en el centro de la escena del arte contemporáneo mundial desde hace algunos años y la galería espera ser parte de eso. “A México venimos todos juntos a explorar esta nueva etapa de la galería, que va a ir evolucionando en un contexto nuevo”, cuenta Torres, y aclara: “No es Chicago, no es París… En México se ve diferente”.
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