Todavía se fuma marihuana a las puertas del Senado mexicano
Un vocero de los activistas que piden garantizar “los derechos humanos relacionados con el uso personal del cannabis” anunció el levantamiento de la protesta que realizan desde hace tres años ante la Cámara alta. Sin embargo, el campamento sigue
Fumó la última calada, apoyó las manos sobre las rodillas, que estaban abiertas, y lanzó el mensaje, un comunicado de 18 minutos para anunciar que se levantaba la protesta. José Rivera, vocero de un grupo de activistas que pide garantizar “los derechos humanos relacionados con el uso personal del cannabis”, se dirigió a los medios y explicó que la protesta que mantienen desde hace tres años ante el Senado mexicano dejó de incomodar a las autoridades y que por eso era necesario cambiar de estrategia. Algunos creyeron que, tras el anuncio, se iba a desmantelar ...
Fumó la última calada, apoyó las manos sobre las rodillas, que estaban abiertas, y lanzó el mensaje, un comunicado de 18 minutos para anunciar que se levantaba la protesta. José Rivera, vocero de un grupo de activistas que pide garantizar “los derechos humanos relacionados con el uso personal del cannabis”, se dirigió a los medios y explicó que la protesta que mantienen desde hace tres años ante el Senado mexicano dejó de incomodar a las autoridades y que por eso era necesario cambiar de estrategia. Algunos creyeron que, tras el anuncio, se iba a desmantelar el campamento y la plantación de marihuana levantados allí. Pero el plantón seguirá impulsado por otros colectivos.
Este viernes por la mañana, horas después del anuncio, el campamento seguía intacto. Allí estaban las plantas de marihuana —algunas de casi dos metros de altura—, las tiendas de campaña color café, los baños, la biblioteca todavía flaca, la cocina, los letreros que repiten consignas como “Hasta la victoria verde” o “El cannabis también salva vidas”. También el panel con las reglas de convivencia del espacio, que establecen que no se puede comprar ni vender marihuana en el interior del campamento, solo cultivarla; que recuerdan que la protesta es pacífica, y que recomiendan “evitar el consumo de otras sustancias” en el predio delimitado por vallas.
El campamento, bautizado Plantón 420, se creó hace tres años impulsado por el Movimiento Cannábico Mexicano y otros colectivos para presionar sobre la legislación en torno al cannabis. El espacio se definió como “la primera plantación no clandestina” y como un sitio para el consumo libre. En 2021, el Movimiento Cannábico Mexicano dejó de participar “en la administración y conducción del espacio”, según explicó el grupo en un comunicado de Facebook. El espacio siguió funcionando organizado por otros colectivos. Ahora, según explicó Rivera a EL PAÍS, él y otros miembros del consejo consultivo dejan el espacio porque temen que “se vulnere la protesta”. “Se quedaron con todo. Nosotros nos llevamos las demandas”, dijo.
Un joven de 22 años que prefiere no identificarse y que dice ser activista en el campamento desde hace un año explica que el anuncio llegó después de “una disputa interna”: “Las personas que ayudaron a establecer esto se querían marchar. Querían dejarlo abandonado”. Mientras habla manipula una pipa de silicona color rosa estampada con donas. Después, coloca cannabis en el interior de vidrio y con un tornillo lo aplasta. “Nosotros queremos que sea para todos y vamos a seguir sumando a lo que ellos hicieron”, cuenta. El joven identifica como coordinador a una persona que vive allí y que es conocida con el pseudónimo de Payácido.
El espacio está dividido en un área de campamento, donde está el huerto y donde duermen algunos activistas, y el área de consumo, donde se organizan talleres, conciertos, y otras actividades. Allí, en una silla, jugando con las chispas del mechero, está Mario Talavera. “Esto no puede morir. Aquí conoces gente, compartes experiencias, conocimiento, todo”, dice el chico, de 25 años, que estudia Comunicación y trabaja en una pulquería de la ciudad. Hace frío y la mañana está gris, pero por la tarde llegará más gente, cuenta. Esa es la dinámica del espacio, que se llena, sobre todo, cuando se hace de noche y durante los días festivos. El día anterior, cuando se conmemoraban los tres años de existencia del espacio, hubo música y fiesta. Talavera muestra en su celular las pilas de parlantes que se acomodaron allí para la sesión de música. En su celular, también enseña la conferencia de prensa que dio Rivera la tarde anterior, a un costado.
“El Senado de México le debe leyes justas a los ciudadanos que decidimos usar cannabis de forma responsable”, dijo Rivera. Después agregó: “Al menos de que los legisladores le vean algún valor electoral al tema del cannabis, es muy baja la probabilidad de que se publique una ley que garantice el derecho al libre desarrollo de la personalidad”. Por ahora, lo único que existe es una Declaración General de Inconstitucionalidad votada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación en junio de 2021. Con eso, se echó abajo la prohibición de sembrar, recolectar, transportar y distribuir marihuana entre particulares y se instó a la Secretaría General de Salud a emitir autorizaciones para que los adultos puedan hacer uso recreativo del cannabis mientras el Congreso no legislara adecuadamente sobre ello, algo que aún no ha ocurrido.
Después de tres años, Rivera cree que el plantón se ha convertido en un “gueto verde”, un espacio donde tienen permitido fumar marihuana, pero que está restringido. “Es importante salir del gueto para ejercer desobediencia civil”, reclamó el jueves Rivera. Tras la confusión generada por su anuncio, se emitió otro comunicado desde las redes sociales de una nueva plataforma que se llama Defensores 420 y que este viernes tenía 80 seguidores en Facebook: “Si otros colectivos se quieren quedar en el espacio, o tienen otro análisis de la realidad, está bien”. El escrito también dice que el grupo que abandona el plantón seguirá “capacitando en derechos humanos” y “apoyando los casos existentes o nuevos”, como ya hicieron con Oaxaca o hacen ahora con Yucatán.
Harold Barrios, de 22 años, estuvo durante el anuncio porque había acudido al espacio a “escuchar, pintar, fumar” y este viernes llegó cerca del mediodía. Es su día libre en el callcenter en el que trabaja y vino a fumar aquí porque si lo hace en su departamento los vecinos se quejan y la calle no es una opción. “En varias partes corro el riesgo de que la policía me quite mis cosas y me agreda por consumir marihuana. Aquí somos muchos los que protestamos y la policía no nos dice nada. Como quien dice: no estamos solos”, cuenta. Dentro de las vallas que delimitan el campamento, la policía no entra y las plantas se cultivan y crecen a la vista de las autoridades. “Vamos a hacer lo posible para que no se cierre”, dice Barrios y agrega: “Más bien, que se abran más [espacios así], donde no molestamos a los que no consumen. Así estamos todos felices”.
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