Daniela Tarazona: “La locura en las mujeres tiene una carga brutal de condena”
La escritora mexicana, que acaba de ganar el premio Sor Juana Inés de la Cruz, reflexiona sobre su forma de entender la literatura y la importancia de romper tabúes en la temática abordada por las autoras
Daniela Tarazona (Ciudad de México, 1975) acaba de llegar a Sevilla para participar en la Feria del Libro de la ciudad, menos de 48 horas después de haber sido reconocida con el premio Sor Juana Inés de la Cruz de la FIL de Guadalajara por su última novela, La Isla Partida (Almadía, 2021). Lleva dos meses e...
Daniela Tarazona (Ciudad de México, 1975) acaba de llegar a Sevilla para participar en la Feria del Libro de la ciudad, menos de 48 horas después de haber sido reconocida con el premio Sor Juana Inés de la Cruz de la FIL de Guadalajara por su última novela, La Isla Partida (Almadía, 2021). Lleva dos meses en España donde está trabajando para su futuro libro, indagando en los orígenes de su familia paterna, valencianos republicanos que tuvieron que exiliarse en México por la Guerra Civil. Un pasado que en ella actúa como un catalizador fundamental para explicar y ahondar en su propia identidad. Y es que la búsqueda de la esencia de lo que cada uno es, de lo que nos define y que ella percibe desde un punto de vista hereaclitense —”está en continúo desplazamiento”, sostiene― es uno de los ejes fundamentales de toda su narrativa y cobra especial importancia en La Isla Partida, el más íntimo de sus relatos, una historia arriesgada en el fondo y en la forma que aborda la locura a partir de una experiencia personal. De su estética narrativa tan particular, donde rompe y retuerce los tiempos, de su forma de entender la literatura y abordar la escritura conversa con EL PAÍS en el mediodía del arranque de un mes de noviembre en el que aún perdura la canícula. “Hay ciertas miradas que lleva décadas cambiar, no digamos esas que tienen que ver con lo que se espera que una mujer escriba”, asegura.
Pregunta. ¿Qué ha supuesto para usted haber ganado el Sor Juana Inés de la Cruz?
Respuesta. Estoy muy conmovida. Es un libro muy personal y por eso la emoción es muy profunda. Lo que a mí siempre me ha sacudido en mi experiencia como escritora es cuando algún lector me ha dicho cosas sobre mis textos. El empeño que tenía de que eso ocupara otra mente, otras emociones, es lo que a mí más me satisface. Esta distinción, y que le haya llegado al jurado de una manera tan completa es para mí lo más emocionante.
P. En sus dos primeras novelas, El animal sobre la piedra (2008) y El beso de la liebre (2012), el cuerpo, su transformación, estaba muy presente, en el primer caso a través de una metamorfosis, en el segundo con la reencarnación y la cirugía estética. En el último libro, sin embargo, todo gira en torno a la mente, a los problemas mentales. ¿Ha sido algo deliberado?
R. Quería hacer un libro que reflejara nuestros desajustes. Desde la estructura, la forma del libro, el capitulado, cómo está contado... Quería que no fuera lineal, que estuviera roto, como nuestra identidad, que está en continuo desplazamiento. Quería mostrar ese desplazamiento dentro de la novela. Y bueno, para eso me centré mucho en este personaje que se desdobla, una mujer que va haciendo varias mujeres a lo largo del libro.
Quería hacer un libro que reflejara nuestros desajustes, como nuestra identidad que está en continuo desplazamiento ”
P. Usted ha afirmado que el hecho de que una mujer escriba sorbe el cuerpo es un acto político. Que escriba sobre la mente, sobre la locura ¿es también un acto político o va más allá?
R. Desde luego que sí. La escritura es algo que yo hago con mucho compromiso. Trato de arriesgarme tanto en los temas como en la forma de mis textos. Y desde luego que la locura aquí puesta sobre la mesa, las condiciones neurológicas que se pueden encontrar en el aspecto más gráfico en algunos capítulos, lo que le ocurre a este personaje, son también una puesta sobre la mesa de tratar estos temas de una manera diferente. Yo estaba pensando en encontrar del otro lado lectores y lectoras que fueran cómplices, que hubieran atravesado situaciones parecidas. También creo que la locura en las mujeres, atribuida a las mujeres, tiene también toda una carga brutal de condena. La novela es un poco como esto me ocurrió y aquí estoy y lo comparto.
P. En los últimos años han aparecido otras novelas escritas por mujeres con protagonistas mujeres que atraviesan crisis y problemas de salud mental. ¿Es una coincidencia o es una necesidad, como usted apuntaba ahora, de romper con el estigma de locura y mujer?
R. Ha habido un cambio, una nueva poesía y nuevas de tratar los temas de parte de las escritoras. Pero creo que sí es necesario poner todos estos asuntos sobre la mesa con la intención de desbloquear este tipo de etiquetas que son antigüedades que no tienen nada que ver con las necesidades que tenemos en este mundo contemporáneo. Me parece muy importante hacer ese trabajo. En mis tres novelas las protagonistas, son mujeres. Para mí ha sido muy importante la inspiración que he tenido en las mujeres de mi familia y me interesa profundamente poner sobre la mesa el tema del desequilibrio mental.
Es necesario poner asuntos como la enfermedad mental sobre la mesa para desbloquear este tipo de etiquetas que son antigüedades”
P. Habla de que todas sus protagonistas son mujeres, pero además son personajes llevados al límite, que habitan en los extremos ¿Por qué?
R. Es una inclinación de mi ánimo creativo. Caminar en los bordes, construir la psicología de los personajes, pero en las orillas, y llevarlos a situaciones muy extremas. Desde hace bastantes años he tenido mucha inquietud sobre el sistema en que vivimos que quiere hacernos iguales, meternos en patrones de comportamiento definidos. A mí eso me repugna, me hace decir que no somos así, pero que si creemos que sí lo somos, lo que nos vamos a encontrar es el sufrimiento. Buscando esa diversidad, esa variedad en nuestra imaginación, de nuestros sentimientos y de nuestras diferencias, es donde me parece que están esas orillas, esos límites, y me gusta escribir desde ese lugar y moverme hacia esas fronteras.
P. Otro punto en común de sus novelas es la búsqueda de la identidad. ¿Tiene que ver también con esa obsesión por destacar lo que nos diferencia, lo que no nos hace iguales?
R. Estoy convencida de que somos criaturas, animales sujetos a cambios sostenidos a lo largo de la vida. A mí me asombra mucho cuando pienso en mí misma hace cinco años, 10 o 15 y hay cosas que desde luego reconozco en mí, pero me sorprenden mucho las variaciones que constato y lo mismo siento por otras personas. Creo que esta cuestión monolítica de lo que es uno, de cómo uno debe comportarse es completamente cuestionable. Hay una serie de cosas que sí te caracterizan, ciertos rasgos de tu personalidad, pero todo el tiempo estamos moviéndonos de lugar. Y también por eso el planteamiento de un tiempo lineal en mis libros no me ha llamado la atención. Me gustan los brincos, que quien esté del otro lado complete una parte de la historia o que incluso diga: ‘bueno, aquí no me regreso’. Extiendo este hilo que hago.
Caminar en los bordes, construir la psicología de los personajes, pero en las orillas, y llevarlos a situaciones muy extremas es una inclinación de mi ánimo creativo”
P. Ese desafío a la estructura narrativa a la que alude ¿es algo más filosófico o realmente es un estilo que ayuda al desarrollo de la historia de sus novelas?
R. Es ambas cosas, pero se ha vuelto más exacerbado con el paso del tiempo. El animal sobre la piedra tiene varias elipsis, faltan huecos, pero no es tan excesivo como en la última. Sin embargo, la novela en que estoy trabajando ahora no tiene esa condición tan rota, tan fragmentaria. También tiene mucho que ver con una lectura del mundo muy atravesada por lo tecnológico. Y ahí sí hay una ruptura continua, Si uno se mete en una red social y buscas una cosa en internet, las asociaciones han cambiado radicalmente. La percepción de la protagonista de La isla partida tiene que ver también con ese mundo que está en continua fragmentación. Ella trata de entender en medio de todo ese caos.
A través de mi escritura procuro responder a cómo en todo eso que sí somos cada uno, tiene mucho que ver con nuestros antepasados”
P. En esa búsqueda de la identidad ¿qué importancia tiene el pasado?, porque su primera novela está transitada por la memoria de su abuela materna, poetisa que la inició en la literatura y en la segunda la guerra también guarda ecos de su familia paterna, donde un tíoabuelo fue piloto republicano
R. Tiene muchísima importancia. Para mi ha sido fundamental para entender la incomodidad o esa extranjería, esta identidad no definida de mí misma en mi propia biografía. Me ha interesado observar esos ancestros, tratar de entender. Durante muchas generaciones mi familia se ha movido de lugar, han migrado y hay cientos de preguntas que tengo al respecto de aquellas historias. A través de mi escritura procuro responder, quizá no de una manera histórica o realista, a cómo en todo eso que sí somos cada uno tiene mucho que ver con nuestros antepasados. ¿Por qué miramos el mundo de una manera? Allí hay muchas cosas heredadas, no solamente de modo biológico, sino también hay muchas emociones que se transmiten y que no se mencionan o que no han salido a la superficie, pero que nos habitan porque nuestros padres vivieron determinadas cosas, nuestros abuelos, nuestras abuelas... Y todo eso nos constituye. Entonces sí, mirar al pasado para mí es importante. Soy una persona melancólica también y extraño muchas cosas del mundo de hace no tanto.
Hay ciertas miradas que lleva décadas cambiar, no digamos esas que tienen que ver con lo que se espera que una mujer escriba”
P. Usted ha comentado que cuando terminó su última novela le costó decidir sacarla al mundo. ¿Por qué?
R. Me daba muchísimo vértigo sacar algo tan personal y hubo algunos momentos donde no encontraba como su sitio. Afortunadamente la editorial Almadía dijo ‘vamos con todo’. Cuando ya me sentí un poco más acompañada decidí que en la presentación del libro quería cantar y escribí una canción con una compositora chilena que fue mi maestra de canto e hice una canción que es festiva y alegre para que saliera junto con la novela y que estuviera también su parte de festejo después de algo que me costó tanto trabajo.
P. ¿Se siente partícipe de esa generación de escritoras latinoamericanas que han roto con el tabú de la exclusión de la mujer de la literatura, con ese trato de condescendencia o aún no se ha roto del todo esa barrera?
R. Cuando yo publiqué mi primer texto con 26 años en el suplemento Arena del periódico Excélsior, eran tiempos en donde el lugar de una escritora tenía todavía que ser por un número mucho mayor de méritos. Era muy dificultoso. Con el paso de los años fue cambiando de manera notable, pero creo que hay mucho todavía mucho que hacer y barreras que romper. Lamentablemente hay ciertas miradas que lleva décadas cambiar, no digamos esas que tienen que ver con lo que se espera que una mujer escriba o lo que es más conveniente para que no se pongan sobre la mesa ciertos tipos de temas. Es como ese temor a que se tambaleen estas estructuras tan brutales y tan monolíticas. Tenemos que seguir peleando definitivamente.