La actualidad de ‘Alsino’
El lenguaje poético es uno de los grandes protagonistas de esta obra canónica de la literatura chilena. La relación con la naturaleza —el sol, el viento, el cielo, las nubes— se expresa siempre desde un lirismo solemne, aunque no grave
A pesar de que se suela ubicar junto a Augusto D’Halmar, Pablo Neruda y Gabriela Mistral como uno de los cuatro grandes de la literatura chilena —según la clasificación que hiciera el crítico Alone a principios de los sesenta— y que goce de prestigio entre especialistas, la obra de Pedro Prado no tiene una presencia demasiado relevante ni en librerías ni en la (exigua) discusión literaria local. De ahí que sea una excelente noticia la cuidada reedición de Alsino (Ediciones UC, 2025), su novela más importante, que vuelve a circular acompañada de textos de Diamela Eltit y Patricio Lizama, además de las ilustraciones originales que acompañaran la edición de Nascimento de 1920, realizadas por el autor mismo.
La obra relata la historia de un niño que vive en la costa de la provincia del Maule y que sueña con poder volar. Con un lenguaje cargadamente lírico y haciendo gala de un profuso vocabulario costumbrista, propio de su escenario rural, la narración sigue los anhelos de Alsino, quien luego de caer desde lo alto de un roble al cual se subió para llevar a cabo su proyecto, se le hincha la espalda en una prominente joroba desde la cual surgen dos alas que le permiten, por fin, cumplir su sueño. Alsino se convierte en un niño-pájaro, en un Ícaro criollo que sobrevuela los campos y se esconde en los cerros, pues luego de su transformación ya no calza con los dictados mínimos de la vida social. Sus alas lo animalizan y lo obligan a vivir al margen de los demás; en ese proceso, sin embargo, logra establecer una fina sintonía con la naturaleza, sus seres y sus elementos, comunicándose más fácilmente con insectos y animales que con sus propios congéneres. Así, a poco andar, luego de surcar los cielos y convertirse en un espectro que las personas confunden con un ángel o un demonio, es capturado por los peones de un cacique local. Encerrado, con sus alas recortadas y atado de manos, Alsino termina siendo considerado un monstruo, un animal de feria, una bestia extraña que ha perdido su condición humana.
El vuelo de Alsino posee múltiples significados. Por un lado, desliza una crítica al entorno pobre y basto en el que viven el niño y su familia. La convivencia con su abuela y su hermano Poli, la violencia doméstica, el alcoholismo de sus padres o la miseria del entorno son rasgos de un escenario chato, plano, que limita cualquier deseo de surgir o de desarrollar un proyecto de vida medianamente desafiante. El vuelo posibilita un escape; tal como en el relato griego de Ícaro y Dédalo, las alas permiten alcanzar esa libertad tan anhelada, que el joven contempla en los pájaros del cielo.
Pero el vuelo de este niño soñador también se ha leído como el deseo del artista por romper con las reglas de lo establecido. La misma figura de Pedro Prado, integrante del grupo de Los Diez e importante animador de la vida cultural y artística santiaguina de principios de siglo XX, puede ser leída a la luz su principal protagonista, sobre todo por su búsqueda de la libertad, del infinito, de la trasposición radical de los límites establecidos. Es este vuelo el que le permite, desde lo alto del cielo, observar las cosas en perspectiva y situarse a sí mismo en el centro del universo: “¡(...) ahora cuando vuelo, confuso veo que la tierra, las nubes y todas las cosas se acercan o se alejan de mí, vienen o van, mientras yo parezco fijo e inmóvil, y vislumbro que todas ellas buscan referirse a mi ser, y me están ligadas y dependientes, como si yo fuese el centro del universo!”.
El lenguaje poético es uno de los grandes protagonistas de esta obra canónica de la literatura chilena. La relación con la naturaleza —el sol, el viento, el cielo, las nubes— se expresa siempre desde un lirismo solemne, aunque no grave, sino capaz de dar cuenta de la liviandad de este ser que quiere despegar sus pies de la tierra para alcanzar a tocar el cielo: “¡Oh, sol de invierno! En el claro de este bosquecillo silencioso, desnudo te recibo, y veo que tu tibieza se ajusta a mi cuerpo mil veces más suave y más exacta que mi burda camisa. Eres siempre como un traje de justa medida que se amolda y ciñe uno a uno mis miembros, dejándolos abrigados y libres”. La desnudez de quien se ha liberado de las imposiciones de su entorno lo vuelve grácil y liviano para alcanzar grandes alturas, pero también lo convierte en una figura vulnerable, débil ante el orden político que representa la hacienda en la que termina capturado. El escenario criollo, caracterizado por las prácticas sanatorias ancestrales de la abuela y la presencia sutil de la flora y fauna —además del orden hacendal propio del campo chileno—, adquiere una especial profundidad por medio de las alusiones no solo clásicas o naturales que ya hemos mencionado, sino también cristianas donde el niño que desea volar se convierte en el chivo expiatorio de una sociedad desigual.
Pedro Prado desarrolló su carrera literaria en medio de los movimientos de vanguardia que, en Chile y otros países de América Latina, cambiaron por completo el escenario sociocultural. Con toda su carga simbólica y lírica, Alsino sigue siendo una obra fundamental de nuestro canon nacional. Capaz de renovar el lenguaje y los temas del criollismo así como de instalar una reflexión sobre el lugar del artista en la sociedad, esta novela de Prado, con su historia de un niño rural, desadaptado y de grandes anhelos, posee una enorme actualidad que hace que valga la pena volver a ella.