Sin habilidades básicas, no hay progreso para Chile

Las cifras del Informe de Evaluación de Competencias de Adultos de la OCDE nos muestran grandes desafíos país y nos vuelven a dar el sentido de urgencia (...) No estamos actuando con la celeridad, foco y ambición requeridos

Un informe de la OCDE muestra que las personas con mayor nivel de habilidades se benefician de mejor manera en la sociedad.Mayur Kakade (Getty Images)

A simple vista, el resultado de Chile en el Informe de Evaluación de Competencias de Adultos de la OCDE recientemente publicado podría resumirse como catastrófico; percepción que se oscurece aún más cuando nos vemos en el último lugar de la tabla de los 31 países medidos.

Un 56% de la población nacional se desempeñó en el peor quintil de habilidades (nivel 1 de 5 de la escala). Un egresado de enseñanza media de Finlandia tiene mejores habilidades para resolver problemas utilizando números o para comprender textos, que un egresado de la educación superior en Chile.

Los resultados de Chile son muy similares a los obtenidos en la versión 2015 del mismo estudio y posiblemente también respecto de la versión 1998, primera versión de esta medición de competencias básicas de adultos.

Las cifras nos muestran grandes desafíos país y nos vuelven a dar el sentido de urgencia que requerimos en estas materias. No estamos actuando con la celeridad, foco y ambición requeridos.

¿Qué consecuencias tiene la falta de habilidades lectoras, matemáticas y de resolución de problemas para la sociedad chilena y el desarrollo de las personas? Innumerables, sin duda. Por un lado, estas habilidades son importantes para que las personas puedan ejercer sus derechos e integrarse plenamente a la sociedad en diversos aspectos de la ciudadanía. La evidencia de la OCDE muestra que las personas con mayor nivel de habilidades participan y se benefician de mejor manera en la sociedad, tienen mayor bienestar personal (con mejores ingresos), mejor salud y son ciudadanos más efectivos.

Desde el punto de vista del empleo y la productividad, bajas destrezas de la fuerza laboral limitan seriamente el potencial de la economía para transformarse en una más intensiva en innovación, capaz de absorber nuevas tecnologías y habilitar industrias con alto potencial. La literatura habla de una trampa de un equilibrio entre bajas habilidades-empleos de baja calidad e ingresos-baja inversión. No queremos estar en ese espacio.

Muchos de los países que lideran el ranking de este informe (encabezados por Finlandia) destacan por su convicción respecto al rol crucial del desarrollo humano para lograr sociedades prósperas, inclusivas y ambientalmente sostenibles. Pero destacan también por su capacidad para orquestar grandes acuerdos y definir políticas públicas con el financiamiento adecuado y distribuido entre niveles formativos, de modo de asegurar una educación inicial robusta.

Un aspecto clave en las trayectorias de estos países es que asumen que las habilidades adquiridas en un nivel educativo son el piso para el desarrollo de otras más complejas. Un estudiante con ‘mala base’’ tendrá más obstáculos para integrar nuevas habilidades en etapas posteriores. La capacitación laboral o de educación superior no tienen la capacidad de compensar la falta de competencias básicas de la población.

Por eso la principal conclusión del estudio es que se requiere una mirada integral a la formación, cautelando que el esfuerzo y la inversión sean particularmente robustos en las etapas tempranas de la vida, pero, en el intertanto, es indispensable tomar acción remedial con la fuerza de trabajo actual y las generaciones que egresarán de la educación inicial en los próximos años.

En esa línea hay varias experiencias exitosas de las que aprender como, por ejemplo, Talento Digital para Chile, financiada por el Servicio Nacional de Capacitación y Empleo (SENCE) y el Ministerio de Hacienda y recientemente destacada como una política pública con alto impacto positivo, según mediciones realizadas en forma independiente por la Dirección de Presupuestos (DIPRES).

Finalmente, resultan también clave, las políticas de desarrollo productivo habiliten sectores e industrias tecnológicas de gran potencial, incluyendo las empresas y emprendimientos de base científico tecnológico. No se trata solamente de mejorar las habilidades, sino, también, de sofisticar la demanda.

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