Shakira pone en riesgo el futuro del fútbol
Hoy se juega la final de Copa América y se anticipa que podría haber un show de 25 minutos en el entretiempo, lo que altera las bases mismas del juego. Y, obvio, se dice que es para favorecer a Messi, en un torneo lleno de sospechas
Si es verdad que la final de la Copa América entre Argentina y Colombia tendrá un entretiempo de 25 minutos para permitir un show de entretiempo a la usanza del Superbowl, estaríamos derechamente presenciando el fin de los Sudamericanos de fútbol. Alterar ignominiosamente los reglamentos del juego para una ceremonia musical es entregarle el control del fútbol continental a los Estados Unidos, ya no sólo como compensación por levantar la investigación de la corrupción en la FIFA y las Confederaciones, sino para ponerle en bandeja a los organizadores los capitales en disputa por derechos televisivos y venta de entradas.
Más aún, ya es un secreto a voces que Alejandro Domínguez y sus apóstoles, que han sucedido a Nicolás Leoz y compañía en la administración del fútbol sudamericano, pretenden entronizar a Estados Unidos como sede de la Copa América del 2028, con 24 equipos, a copia y semejanza de la Eurocopa, como una manera de incrementar los ingresos provenientes del certamen.
Una pretensión que topa con las severas críticas recibidas por la organización de este certamen, a todas luces uno de los más polémicos de todos los tiempos por situaciones vividas fuera de la cancha.
Esta Copa América tuvo varias particularidades. Se jugó sin alargues para definir los empates, en una medida sin parangón en las grandes competencias internacionales. Los argumentos fueron falaces, como proteger a los jugadores de las altas temperaturas, lo que no acontece, por ejemplo, en Copa Libertadores. La suspicacia, que a Domínguez parece importarle poco, es que se trataba de favorecer a Messi por su veteranía. Hubo drásticas sanciones económicas y deportivas para los entrenadores de los equipos que salieron con un par de minutos de atraso al campo de juego, lo que incrementó las arcas del organismo, pero desnaturalizó la competencia.
El ‘fixture’ diseñado fue otro de los aspectos criticados. No sólo por la facilidad de la programación de Argentina contrastada con la de otros favoritos, sino porque, de manera insólita en un torneo de eliminación y con pocos equipos, obligó a repetir partidos como el de Argentina-Canadá en semifinales. No hubo argumentos técnicos valederos para explicar esta modalidad.
La bajísima inversión tecnológica en el VAR, la disposición de las cámaras, los software reglamentarios y los chips en la pelota, evidenciaron el notorio contraste con la Eurocopa. Aunque la responsabilidad recae en el Comité de Arbitrajes de la Conmebol, es absurdo que los jueces tuvieran capacitación de cuatro días, que hubiera árbitros sin experiencia ni calificación operando el VAR y que medidas como explicar los cobros referiles, se aplicaran en algunas sanciones solamente. Fue un torneo de múltiples reclamos y sospechas sobre los árbitros y, sobre todo, las designaciones, repitiendo errores como el cruce de jueces uruguayos y argentinos en cuartos, una práctica que parecía erradicada hace décadas.
No hubo planificación eficiente ni organización para controlar a los barristas en las tribunas, mezclando hinchadas rivales; las canchas de entrenamiento tenían deficiencia y, en muchos casos, no otorgaban privacidad; hubo diferencias notables para cobijar en los estadios a los emisarios de Conmebol y sus familiares con respecto a las Federaciones y varios equipos se quejaron del exceso de funcionarios con tareas inentendibles pululando alrededor de los planteles.
Ni hablar de la presencia del Pastor Agüero en la ceremonia inaugural, con un mensaje religioso que no respetó la libertad de cultos que un torneo multinacional exige. O de los manifiestos errores u omisiones en las transmisiones televisivas, que contrastaron con el rigor de las emisiones en la Eurocopa.
La enumeración es larga y podría seguir con factores que fueron más que detalles, pero que ponen en evidencia la inoperancia, el desorden y la improvisación del evento, que debería encender alarmas para el Mundial de Clubes del próximo año y, sobre todo, la Copa del Mundo, que les fueron asignadas compensatoriamente a los Estados Unidos. Ni hablar si de verdad pretenden hacer de Norteamérica la sede casi definitiva de la disputa de este torneo.
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