Josefina Araos, historiadora: “El Gobierno no tiene demasiada gente, hay una falta de cuadros”

La investigadora del Instituto de Estudios de la Sociedad plantea que el desafío de la Administración de Gabriel Boric no es solo poner nombres nuevos, sino “un cambio de actitud”

Josefina Araos, investigadora del Instituto de Estudios de la Sociedad, IES.

La licenciada y magíster en Historia de la Universidad Católica, Josefina Araos (36 años, Santiago de Chile), forma parte de un grupo de intelectuales de derecha que desde el Instituto de Estudios de la Sociedad (IES) lleva años empujando la investigación en torno a temas públicos con énfasis en las humanidades y las ciencias sociales. Columnista y escritora –es autora del ensayo El pueblo olvidado–, Araos considera que el último cambio de Gabinete realizado por el preside...

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La licenciada y magíster en Historia de la Universidad Católica, Josefina Araos (36 años, Santiago de Chile), forma parte de un grupo de intelectuales de derecha que desde el Instituto de Estudios de la Sociedad (IES) lleva años empujando la investigación en torno a temas públicos con énfasis en las humanidades y las ciencias sociales. Columnista y escritora –es autora del ensayo El pueblo olvidado–, Araos considera que el último cambio de Gabinete realizado por el presidente chileno Gabriel Boric fue confuso y que no marcó el cambio de estrategia que se esperaba. A su juicio, para lograr un diálogo fructífero entre la oposición y el Ejecutivo, este último debe “dejar de estar permanentemente emplazando solo a la derecha, porque al Gobierno también le cabe un papel fundamental en asegurar la posibilidad de una conversación armoniosa y eficaz”.

Pregunta. ¿Cree que era necesario un cambio de Gabinete?

Respuesta. No sé si era un requisito el cambio de Gabinete, pero el Gobierno necesitaba dar señales de advertir la crisis que vive en distintos ámbitos: en el diálogo con la oposición, en materias fundamentales para la ciudadanía, a propósito de todo el escándalo con el caso Convenios y en problemas que se tienen en la administración cotidiana del Estado, lo que he llamado el problema de conducción o de gestión del Gobierno, que tampoco es menor. El presidente decidió mostrar un cambio por medio de este ajuste de Gabinete, que, sin embargo, fue un poco confuso.

P. ¿Por qué confuso?

R. Hubo mucho ruido y pocas nueces. De partida, son cambios sectoriales, no parece nada muy sustantivo o más de lo que ya significó la salida de Giorgio Jackson [que renunció el viernes al ministerio de Desarrollo Social]. No me queda claro cómo con estas modificaciones el Gobierno enfrenta sus desafíos. Educación efectivamente era un área muy problemática, con un ministro muy cuestionado y con una crisis en educación muy profunda. Y Cultura también estaba en una situación difícil, sobre todo después de la salida de Patricio Fernández [exasesor para la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado]. Pero siguen siendo ámbitos acotados que no modifican necesariamente el diseño general del Gobierno. Además, queda la duda de cómo un ministro del Partido Comunista [Nicolás Cataldo que asumió en Educación] ayudará a descomprimir la discusión con la derecha que, obviamente, no lo va a leer bien y con un nombramiento que, además, ya había sido cuestionado. Cuesta entonces entender e interpretar qué señal quiso dar finalmente el presidente.

P. ¿Considera que como dijo Francisco Chahuán, presidente de RN, este es un cambio cosmético?

R. No sé si es cosmético, eso se va a ver sobre la marcha. Me parece, en cualquier caso, que el desafío que tiene el Gobierno y el presidente Boric es un cambio de estrategia y dirección que no necesariamente pasa por un cambio de Gabinete. En ese sentido, pueden rotar los nombres y mantenerse las cosas de la misma manera.

P. ¿Este ajuste ayuda a descomprimir el caso Convenios?

R. Creo que la salida de Jackson fue la que más ayudó para descomprimir en el ambiente, lo que se observó en las reacciones de muchas figuras políticas después de la renuncia. Porque los nombramientos de ayer no alcanzan a dar cuenta de una modificación en la estrategia o en el diseño demasiado significativo. El problema que tiene el Gobierno hoy es que tampoco tiene demasiada gente. Hay una falta de cuadros, por lo que tiene no solo el desafío de poner nombres nuevos que ayuden a salir de la crisis, sino de tener un cambio en la actitud, en la disposición que le permita salir de este momento de dificultad. Creo que eso se resume, sobre todo, en dejar de plantear las dificultades como un problema exclusivo de cerrazón de la derecha al diálogo y no de las dificultades que han tenido ellos para demostrar que son capaces de asumir que son minoría, que tienen que hacerse responsables políticamente por los escándalos y sentar las condiciones para un diálogo fructífero con la oposición.

P. ¿Qué señal da el presidente al hacer un cambio de Gabinete solo sectorial?

R. Me parece que, finalmente, lo importante es la consistencia que logre mostrar el Gobierno y el presidente, más allá de sus nombres nuevos o viejos. Boric pasó, en una semana, de atacar al fundador de uno de los partidos de la oposición [Sergio Onofre Jarpa, exministro del Interior de Augusto Pinochet, fundador de Renovación Nacional] a invitar a Sebastián Piñera a subirse al avión [para asistir al cambio de mando en Paraguay]. Ahí hay una tensión, una contradicción en las señales del presidente Boric a la derecha, que me parece importante que resuelva. Y quizás es más importante que los ajustes ministeriales, si es que quiere lograr de manera efectiva una convocatoria al diálogo con las distintas fuerzas políticas.

P. ¿Debería haber sacado al ministro de Vivienda, Carlos Montes, socialista?

R. Me parece que el presidente hace una apuesta por él. Uno no sabe por qué lo hace, pero es arriesgada porque no sabemos cómo va a seguir evolucionando el escándalo con los convenios vinculados a su ministerio. Si siguen saliendo antecedentes nuevos, pueden eventualmente enlodarlo. El presidente hace un acto de confianza de que, sea como sea que avance esa investigación, el ministro va a lograr mantenerse en esa función sin ensuciarse. En eso consiste la apuesta.

P. ¿En qué pie queda la derecha tras la salida de Jackson y de los ministros salientes?

R. La derecha también está llamada a cuidar y generar las condiciones para el diálogo. Pero también le corresponde como oposición exigir responsabilidades. Y, en ese sentido, me parece que la derecha tiene que equilibrar dos tareas difíciles: ser capaces de sentarse a conversar, mostrar esa apertura, y no estar cobrando todo el tiempo lo que pasó en el pasado, que es efectivo. Tenemos un Gobierno que cuando fue oposición dañó severamente las condiciones para el diálogo, pero si nos encerramos en eso, estamos todos perdidos. Me parece que en ese equilibrio, mejor o peor, ha intentado moverse la derecha en el último tiempo. Por eso se pedía, entre otras cosas, la salida de Jackson. No era un odio injustificado frente a una determinada figura, sino exigir que alguien asumiera responsabilidades políticas, lo que no significa que sea un culpable directo de lo que pasó, pero sí una cabeza que asume responsabilidades políticas de un escándalo como el que se ha mostrado en el caso Convenios.

P. ¿Considera que la reunión de Piñera con el presidente pone mayor presión a la derecha para sentarse a conversar con el Gobierno para sacar adelante las reformas?

R. Me parece que es una buena señal. No creo que presione a la derecha, sino que es el símbolo de una necesidad de que la fuerzas políticas se sienten a conversar, que aquellos que emplazaron tan duramente al Gobierno anterior estén dispuestos a convocar, a limar asperezas y a avanzar en reformas fundamentales para el país.

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