La revolución del bigote
El locuaz nuevo liderazgo de Alexis Sánchez mandó a la ‘Generación dorada’ al baúl. Algo a lo que no se atrevieron los entrenadores que administraron el fracaso reciente de la selección chilena
Alexis Sánchez se dejó el bigote. “Para verse más sexy”, aseguró. Pero seguramente forma parte del proceso integral que inició el goleador histórico de la selección chilena para arrancar con lo que él mismo ha denominado “una nueva era”. También cambió el dorsal de su camiseta. Siempre fue el 7, pero en el triunfo ante Paraguay por 3 a 2 del lunes lució la misma que en su debut con La Roja, el 10. Inusualmente locuaz, pocos días antes del único duelo amistoso del equipo de Eduardo Berizzo en esta fec...
Alexis Sánchez se dejó el bigote. “Para verse más sexy”, aseguró. Pero seguramente forma parte del proceso integral que inició el goleador histórico de la selección chilena para arrancar con lo que él mismo ha denominado “una nueva era”. También cambió el dorsal de su camiseta. Siempre fue el 7, pero en el triunfo ante Paraguay por 3 a 2 del lunes lució la misma que en su debut con La Roja, el 10. Inusualmente locuaz, pocos días antes del único duelo amistoso del equipo de Eduardo Berizzo en esta fecha FIFA, Alexis había sentenciado el destino de la generación más exitosa de todos los tiempos, que fue capaz de jugar dos mundiales consecutivos –2010 y 2014– y que le ganó dos finales de Copa América a la Argentina de Messi. “La generación dorada se acabó. Hay que meterla en un baúl y no abrirlo nunca más”.
El proceso refundacional que propone el tocopillano no lo intentó nadie más en la selección chilena, que quedó eliminada de los últimos dos mundiales. Cargados de gloria, fama y dinero, el grupo se desintegró con acusaciones mutuas entre Claudio Bravo y Arturo Vidal tras quedar dolorosamente en el camino rumbo la Copa de Rusia. A partir de entonces jamás retomó el cariz competitivo, viendo pasar los procesos de Reinaldo Rueda y Martín Lasarte en una búsqueda vana de su hebra ganadora.
Ni el colombiano ni el uruguayo se atrevieron a ir tan lejos. Ambos confiaron el equipo a los veteranos con discretos resultados y una vana búsqueda de lo que se denominó “el recambio”. El mismo Alexis naufragó en un largo calvario que se acentuó al perderse el vínculo con el público en los partidos pandémicos y en los múltiples castigos disciplinarios que aplicó la Conmebol por gritos xenófobos, homofóbicos y racistas que aplicó cada vez que jugó de local.
En ese panorama llegó Berizzo, quien tampoco se animó contra viejos estandartes de la selección chilena, a los que respaldó cada vez que pudo. No logró vencer en los primeros siete partidos de su ciclo, perdiendo el gol y el brillo. Hasta que llegó Alexis, su bigote y su afán refundacional.
En una larga e inusual entrevista con el canal público, el delantero del Olympique de Marsella dejó clara la necesidad de olvidarse de las viejas glorias, de archivar las medallas ganadas y de comenzar un nuevo ciclo, por más que varios de sus compañeros se resistan a dejar el barco. Claudio Bravo -el capitán- ya tiene 40; Arturo Vidal no es titular en el Flamengo y Gary Medel ya no tiene la proverbial velocidad que lo llevó a ser símbolo en Bologna, pero los tres fueron titulares indiscutidos en el partido clave ante Paraguay. Y otra vez no salieron entre elogios, porque todos los aplausos fueron para Alexis, quien se quedó fuera del equipo titular por un golpe en el pie.
Cuando el equipo perdía dos a uno, las ideas naufragaban y la continuidad de Berizzo tambaleaba, El niño maravilla hizo su ingreso en el segundo tiempo (tenía un leve dolor en el pie) y cambió el destino de la historia. Rápido, oportuno, talentoso, pícaro y con un indiscutido liderazgo revirtió el resultado con un gol y medio, porque el de la victoria fue un error impresentable del portero Antony Silva tras un servicio de esquina. Bajo una ovación, volvió a enfrentar los micrófonos para ratificar su doctrina, enviando un sutil mensaje a sus compañeros: hay que corregir los errores cometidos, porque de otra manera no alcanza para ilusionarse.
El nuevo perfil del 10 de Chile es muy marcado. Alexis siempre fue el aglutinador de las vanidades de un grupo consumido por los egos y dividido por las indisciplinas. Vivió a la sombra de los liderazgos antagónicos de Vidal y Bravo, y pareció que tras sus opacos desempeños en el Manchester United y el Inter de Milán su influencia terminaría por extinguirse, como el del resto de sus compañeros, muchos de los cuales ya están retirados. Antes del pleito se homenajeó a Matías Fernández y Jorge Valdivia, dos de los talentos más grandes que vieron las canchas chilenas.
Pero en Marsella, Sánchez se reencontró con su mejor versión y tomó aire para convertirse en líder y emblema. De lo que pretende sea una nueva generación, encabezada, cómo no, por él mismo, en el entendido que puede llegar -es un disciplinado custodio de su físico- sin problemas al Mundial del 2026.
La apuesta es grande y ambiciosa. El nuevo Alexis hizo su debut. Con bigotes y la 10. Y guarda en algún lugar, la llave del baúl donde reposa, por pedido propio, lo que fue la generación dorada a la que ahora se pretende reemplazar.