Axel Kicillof, gobernador de Buenos Aires: “Milei ni ajustó a la casta ni la casta está fuera del Gobierno”
Al frente de la provincia más poblada y rica de Argentina, el exministro de Economía de Cristina Fernández de Kirchner pugna por mantener en su distrito la idea del “Estado presente” que el presidente ultraderechista intenta destruir
Axel Kicillof (Buenos Aires, 52 años) gobierna desde 2019 la provincia de Buenos Aires, la más grande, rica y poblada de Argentina. En 2023, obtuvo la reelección con el 45% de los votos bajo la bandera del Frente de Todos, una coalición de distintas corrientes peronistas de centro izquierda liderada por la expresidenta ...
Axel Kicillof (Buenos Aires, 52 años) gobierna desde 2019 la provincia de Buenos Aires, la más grande, rica y poblada de Argentina. En 2023, obtuvo la reelección con el 45% de los votos bajo la bandera del Frente de Todos, una coalición de distintas corrientes peronistas de centro izquierda liderada por la expresidenta Cristina Kirchner. En un país que ha virado hacia la extrema derecha con Javier Milei en la Casa Rosada, Kicillof se posiciona como un custodio del legado kirchnerista, mientras disputa el liderazgo con los máximos referentes del sector. Su provincia es hoy un bastión de resistencia al ajuste económico y el achicamiento del Estado que promueve el presidente. Economista formado en las antípodas de Milei, también está en la trinchera opuesta en la “guerra cultural” que el mandatario nacional ha emprendido contra todo lo que huela a progresismo. El gobernador ha coincidido solo dos veces con el presidente, al que considera un “estafador electoral” que no ha cumplido con ninguna de sus promesas de campaña, como que el ajuste lo pagaría “la casta política”. “Lo único que conserva es un alto nivel de agresividad en Twitter [actual X] con todo lo que se le oponga: cantantes, artistas, empresarios, políticos”, dice.
Kicillof tiene su despacho en La Plata, la capital de la provincia, a 60 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires. En las paredes cuelgan oleos de próceres argentinos y en las repisas se ven fotos suyas con Cristina Kirchner, el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y las presidentas de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini y Estela de Carlotto. Hay también un retrato de Juan Domingo Perón y una imagen de Néstor y Cristina Kirchner. Antes de empezar a hablar, pide un termo de agua caliente y un mate que lleva labrados los dedos en V del saludo peronista. No tomará ni un mate durante la charla.
Pregunta. ¿Por qué, pese al ajuste económico, las encuestas siguen dando a Milei un 50% de popularidad?
Respuesta. No creo que tenga tan buena imagen. No veo un éxito, veo un estrepitoso fracaso. Todo lo que prometió no lo está cumpliendo, es un estafador electoral. Lo único que conserva es un alto nivel de agresividad en Twitter con todo lo que se le oponga: cantantes, artistas, empresarios, políticos. Por lo demás, sus principales promesas de campaña, que eran dolarizar y hacer un ajuste que prometió con vehemencia que no afectaría a trabajadores, empresarios pymes y jubilados, no lo ha cumplido. Ahí rompe el primer punto del contrato electoral. El segundo punto que rompe es que hace un acuerdo con sectores del poder económico y su expresión política en Argentina, que había denostado e insultado con tanta virulencia como había hecho con el peronismo. Había dicho de [Patricia] Bullrich, que hoy es su ministra de Seguridad, que era una montonera pone bombas, cosas muy duras. De Luis Caputo, su ministro de Economía, había dicho cualquier barbaridad. Y hoy tienen los roles más importantes en su Gabinete. Milei ni ajustó a la casta ni la casta está fuera del Gobierno.
P. Pero su popularidad no se puede negar.
R. Voy a poner un ejemplo. Cuando gané la gobernación [en 2019], las encuestas me daban una imagen positiva de 30 puntos y en la elección saqué el 52% contra María Eugenia Vidal, que iba por un segundo mandato. Y Vidal me aventajaba en imagen en 20 puntos. Estas encuestas son muy distantes y a destiempo. El que lo votó a Milei, además, sostendrá algún grado de expectativa si es que aún no lo echaron del trabajo, puede pagar el alquiler, comprar la comida y pagar la cuenta de luz. Siempre que gobierna una fuerza que llega con estos programas económicos plantea que hay que atravesar una etapa de sacrificios para llegar a la tierra prometida. Milei usa un discurso muy mesiánico. Cuando la gente empieza a sufrir le piden paciencia. Y cuando sale mal, dicen siempre que el problema es que no se fue lo suficientemente a fondo o se implementó mal o no lo dejaron.
P. ¿Qué está haciendo Milei en materia económica?
R. Un ajuste tradicional. Tipo de cambio fijo y reducción del gasto público en un 30%, bajando sobre todo los haberes de los jubilados, una devaluación muy grande, apertura de las importaciones, tarifas dolarizadas, reducción salarial e interrupción del crédito productivo. Ese paquete es el clásico y los resultados son los de siempre.
P. ¿Hay además un recorte específico a la provincia de Buenos Aires?
R. Termina siendo la provincia más ajustada porque es la más grande y los problemas también son más grandes. En Buenos Aires tenemos el 50% de la industria nacional y el 38% de la población, pero tenemos el 60% de las familias en condiciones de vulnerabilidad. Milei dice que ganó con un mandato de ajustar y, desde su concepción anarcocapitalista, de destruir el Estado. Pero en Buenos Aires nuestro Gobierno fue reelecto después de una campaña que tuvo como eje la ampliación de derechos: particularmente de la educación, la salud, el trabajo, la seguridad. En campaña dijimos que necesitábamos más Estado, no menos. Y quiero dejar constancia de que el Estado bonaerense es el que menos gasto público y menos empleados tiene en relación con sus habitantes. Si los políticos y funcionarios de Buenos Aires cobraran cero pesos o los echáramos a todos, incluido el gobernador, la disminución del gasto sería del 0,37%.
P. Si no hay recursos nacionales y también baja la recaudación por la recesión, ¿qué estrategia aplica para cumplir ese mandato de más Estado?
R. Teníamos alrededor de 1.000 obras con financiamiento nacional y otras 1.000 con financiamiento provincial. A las provinciales las pusimos en marcha a todas, a las nacionales solamente algunas. ¿Cómo hacemos? Se necesita mucha creatividad y eficacia en la gestión, también manejar los ritmos. A la vez, sostenemos áreas que se han cerrado a nivel nacional y, en una especie de contagio, en muchas provincias, como el ministerio de las Mujeres o el de Ambiente. Milei no cree en el cambio climático: es un terraplanismo multidisciplinario, está en contra de cosas comprobadas y evidentes.
P. ¿La provincia es una especie de isla en la Argentina libertaria?
R. Como Milei no cree en el Estado, menos cree en la necesidad de articular políticas públicas entre las provincias. Hay una tendencia a la disolución nacional, por eso a este Gobierno yo lo llamo desertor. Para intentar contrarrestar esto, hemos hecho acuerdos con otros Estados provinciales, en materia de salud, de lucha contra el fuego, de seguridad. Pero no podemos arreglarnos solos con todo, no podemos sustituir al Estado nacional en áreas que son de su competencia originaria y a veces exclusiva.
P. ¿Cuál es la situación social, en particular en el conurbano bonaerense?
R. Como el Gobierno nacional no distribuyó los alimentos que ya tenía comprados para los comedores populares, estamos reforzando la asistencia alimentaria para morigerar los efectos de la crisis. Según los últimos cálculos que hicimos, en la Argentina hubo más de 600.000 despidos de trabajadores formales e informales este año. Si a eso lo multiplicamos por cuatro, tenemos 2,4 millones de personas que perdieron sus ingresos. La provincia está haciendo un enorme esfuerzo para compensar la ausencia del Estado nacional. Somos un escudo y una red ante lo que está sufriendo la sociedad. Los indicadores de demanda, de consumo, de producción, de desempleo, de pobreza... subió 20 puntos la pobreza infantil según Unicef, son todos números de catástrofe.
P. Si la provincia de Buenos Aires se sale de control, como ya sucedió en la crisis del corralito en 2001, afectaría también al Gobierno nacional. ¿A Milei no le conviene que, de alguna manera, le vaya bien a Kicillof?
R. No sé qué le conviene. Lo que sé es que no está reconociendo todo el esfuerzo que hacen los intendentes [alcaldes], los comedores, los docentes, los trabajadores de la salud, los clubes de barrio, para acompañar a las víctimas de Milei. En los hospitales públicos, desde que llegó Milei, tenemos un 20% más de demanda, porque la gente ya no puede pagar los aumentos de los servicios privados y de los medicamentos desregulados. Estamos viendo una paradoja: Milei dijo que venía a privatizar y está estatizando: la educación y la salud cada vez más recaen sobre el Estado. Pero no hay Estado nacional y estamos tratando de acompañar en todo lo que podamos. Pero hay cosas que son obligaciones del Gobierno nacional y no las están cumpliendo. Milei, porque leyó a [Friedrich] Hayek, a [Ludwig von] Mises, a [Murray] Rothbard, piensa que puede estar en contra de la educación o la salud públicas, pero estos son derechos constitucionales. Es nuestra obligación política también deslindar las responsabilidades.
La crisis del peronismo
Kicillof es el peronista con el cargo ejecutivo de mayor poder y responsabilidad. Desde allí pretende reordenar al partido, luego de haber llamado a buscar “melodías nuevas” tras la derrota electoral ante Milei. Las denuncias por violencia machista que enfrenta el expresidente Alberto Fernández (2019-2023) no han hecho más que profundizar la crisis del movimiento. En ese trabajo de reconstrucción, el gobernador mantiene una relación de tensa cercanía con Cristina Kirchner, quien reclama para sí la conducción. En las calles de muchas ciudades de la provincia aparecieron durante las últimas semanas pintadas con la leyenda “Kicillof o Milei”. Al mismo tiempo, Kicillof ha levantado su perfil internacional, con viajes oficiales a Brasil, donde fue recibido por el presidente Lula da Silva, y a Uruguay.
P. ¿Qué opinión tiene sobre la carta pública de Kirchner que cuestiona el modelo económico de Milei y llama a reorganizar el peronismo?
R. Comparto que es necesario articular y que hay una demanda de la gente a la política. Es importante que haya una propuesta novedosa, distinta y profunda. Ella habla del dólar, de la economía bimonetaria, de la inflación y el trabajo... También hay que dar una discusión acerca de dónde insertar al país en un mundo complejo, con China y Estados Unidos como sistemas antagónicos. Las respuestas clásicas del peronismo y el campo popular a estas cuestiones hoy están desafiadas por transformaciones sociales, económicas y tecnológicas que exceden a la Argentina. Estoy de acuerdo con plantear grandes desafíos y me parece alentador poder dar discusiones que hasta hace poco parecían complicadas.
P. ¿Qué lugar cree que debe ocupar Kirchner en esa alternativa pensada desde el peronismo?
R. Un lugar fundamental. Dentro del escenario de la Argentina actual, Cristina tiene una envergadura y una importancia que le reconocen todos los sectores políticos. Después está el que prefiere o no prefiere, el que le guste o no, pero su lugar es fundamental.
P. ¿Usted está trabajando para, a futuro, enfrentar a Milei como candidato a nivel nacional?
R. Me tocó una situación que tiene pocos precedentes: un enfrentamiento que no es entre el presidente de Argentina y el gobernador de la provincia de mayor envergadura. No es que Milei sea un farsante plagiador y yo un economista doctorado en la Universidad de Buenos Aires, yo un keynesiano y él de la escuela austríaca. El problema es que el mandato que tenemos en Buenos Aires es la antítesis del que plantea Milei. Estamos en una especie de pantalla partida, con un Gobierno nacional que va en la dirección contraria a lo que necesita Buenos Aires y a lo que su población expresó en las urnas. Recordemos que Milei perdió las tres vueltas electorales en la provincia.
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