El Papa recibió a una hija y nieta de víctimas de la dictadura argentina: “No aflojen, conserven la memoria”

Mientras en Argentina sigue abierto el escándalo por la visita a represores condenados que hicieron diputados alineados con Milei, Francisco pidió proteger la memoria de las ideas y los testimonios

El Papa Francisco recibió a Ana Fernández, hija y nieta de víctimas de la dictadura militar argentina.Ana Fernández

“No aflojen, conserven la memoria”, fueron las palabras del Papa Francisco. Las pronunció en un encuentro con Ana Fernández, hija y nieta de víctimas de la dictadura militar argentina (1976-1983). Su abuela, Esther Ballestrino de Careaga, una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo, era amiga del Papa y en 1977 fue secuestrada, torturada y asesinada en uno de los “vuelos de la muerte”. Por ese y otros crímenes fueron condenados el marino Alfredo Astiz y otros represores. El encuentro privado en El Vaticano se produjo mientras en Argentina sigue abierto el escándalo por la visita que diputados del partido de Javier Milei le hicieron en la cárcel a un grupo de condenados por delitos de lesa humanidad durante la dictadura. Incluido Astiz, uno de los símbolos del terrorismo de Estado.

El mensaje del Papa no fue casual: por su propia cuenta hizo explícita mención a esa reunión en la cárcel y la definió como “algo muy peligroso”, según cuenta Ana Fernández (46) desde Roma. No fue un gesto aislado de Jorge Bergoglio. La semana pasada, se había mostrado con una sobrina de la monja francesa Léonie Duquet, otra víctima de Astiz y sus cómplices.

En la residencia de Santa Marta, donde vive Francisco, el encuentro con Fernández fue este miércoles. Como tuvo carácter privado, no lo difundió oficialmente El Vaticano y se conoció este jueves, a través de un comunicado del Instituto Espacio para la Memoria y del relato de la propia Fernández. Ella le había solicitado la reunión al Papa “hace un mes, para conversar sobre la situación de los derechos humanos en Argentina”, cuenta, y sobre su abuela, con quien Bergoglio tuvo un vínculo personal.

La madre de Anita Fernández, Ana María Careaga, fue secuestrada por represores de la dictadura en junio de 1977, cuando tenía 16 años y un embarazo de tres meses. Estuvo cautiva hasta septiembre en el centro clandestino Club Atlético, donde fue torturada. Tras ser liberada, logró viajar a Brasil y luego a Suecia. Allí nació su hija. Mientras estuvo secuestrada, su mamá, Esther Ballestrino de Careaga, comenzó a buscarla y se unió a otras mujeres en la misma situación, el origen de las Madres de Plaza de Mayo. Aquel mismo año, Ballestrino sería secuestrada y finalmente asesinada. Fue una de las víctimas que integraban el grupo conocido como “los 12 de la Iglesia de la Santa Cruz”, el lugar donde se reunían para coordinar la búsqueda de sus familiares desaparecidos. En ese grupo se había infiltrado como espía el marino Astiz, para organizar el operativo represivo.

El Papa Francisco conocía a Esther Ballestrino de Careaga desde los años 50, cuando trabajaron juntos en un laboratorio. Doctora en bioquímica, ella era la jefa de un joven Bergoglio que se desempeñaba como personal técnico, recién egresado de la escuela secundaria.

“Lo que me contó Francisco de mi abuela fue maravilloso”, dice Ana Fernández, después del encuentro en El Vaticano. “Yo no tuve la suerte de conocerla, pero he hablado con muchas de las Madres de Plaza de Mayo que la conocieron, siempre me hablaban de una mujer muy inteligente y muy comprometida. Pero el Papa, que la conoció antes del secuestro de mi mamá, me habló también de una mujer muy alegre. Esa alegría de mi abuela no me la había contado nadie, no vieron esa faceta porque tenía a su hija desaparecida. Y después desapareció ella, nunca pudo volver a mostrar esa faceta.”

El Papa también le contó a Ana que aprendió de Ballestrino “el valor y el compromiso del trabajo”, así como “su amplitud política”. “En estos tiempos en que en Argentina se promueve el odio hacia el que piensa diferente, eso me pareció muy importante”, dice Ana Fernández. “Mi abuela y Francisco tenían ideas muy diferentes, pero pudieron ser grandes amigos, apoyarse mutuamente [...] Nos contó que un día mi abuela lo llamó y le pidió que fuera a su casa con la camioneta. Cuando llegó, ella le pidió que le guardara sus libros. Se había dado cuenta de que corría riesgo, de que la estaban persiguiendo. Y Francisco se llevó los libros, en plena dictadura. Fue un gesto de amistad y de jugársela por alguien que no pensaba lo mismo.”

La visita a la cárcel

Cuando Ana Fernández le pidió la reunión al Papa, en Argentina aún no había estallado el escándalo por la excursión que seis legisladores de La Libertad Avanza, el partido de Milei, hicieron al penal de Ezeiza para visitar a condenados por crímenes del terrorismo de Estado. Esa visita se produjo el 11 de julio y esta semana se conoció la foto que retrató la reunión. Según trascendió, entre los objetivos de la visita estuvo el de avanzar en un proyecto para que los represores condenados dejen la cárcel. El hecho generó múltiples rechazos de organismos de derechos humanos, también de la oposición e incluso de sectores oficialistas. Hay una investigación judicial en marcha y, en el Congreso, pedidos para expulsar a los diputados.

Esa visita a la cárcel fue “muy preocupante y angustiante” para Ana Fernández. “Era una de las preguntas que le iba a hacer al Papa, pero tuve la gran sorpresa de que él sacó antes el tema. Dijo que le habían contado que un grupo de diputados se había juntado con algunos genocidas, entre ellos Astiz, y que eso le parecía algo muy peligroso y que estaba preocupado.” Ana le pidió grabar unas palabras para difundir en el programa de radio que hace con su mamá, “Ahora y siempre”. Francisco accedió y el resultado es un video donde aparece diciendo: “No aflojen, conserven la memoria. Conserven la memoria de lo que han recibido. No solo de las ideas, sino de los testimonios. Ese es el mensaje que les doy en este día”.

Ana se fue de El Vaticano con la sensación de haber recibido “un mensaje fundamental”, político y personal. “A pesar de todo el dolor y la tristeza”, dice, “el amor venció. Mi mamá sobrevivió. Yo nací y pude tener dos hijos maravillosos. Las ideas de mi abuela están presentes y sus amigos, como el Papa Francisco, la siguen reivindicando”.

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