Los plásticos de la agricultura inundan Almería
Toneladas de residuos de los invernaderos se acumulan en playas, descampados, solares abandonados y caminos. Ecologistas, administraciones y agricultores reconocen el problema
Garrafas, semilleros, sacos de sulfito potásico, montones de hilo de rafia sintética, redes de distinto grosor. Todos estos objetos tienen dos cosas en común. La primera, que son de plástico. La segunda, que se acumulan en enormes cantidades en la costa de Adra (25.148 habitantes, Almería) junto a kilos y kilos de otros plásticos de distintos grosores y colores procedentes de la agricultura intensiva. Un paseo por la playa de La Habana es una caminata envuelta en plástico, pero la imagen se repite en los alrededores de los invernade...
Garrafas, semilleros, sacos de sulfito potásico, montones de hilo de rafia sintética, redes de distinto grosor. Todos estos objetos tienen dos cosas en común. La primera, que son de plástico. La segunda, que se acumulan en enormes cantidades en la costa de Adra (25.148 habitantes, Almería) junto a kilos y kilos de otros plásticos de distintos grosores y colores procedentes de la agricultura intensiva. Un paseo por la playa de La Habana es una caminata envuelta en plástico, pero la imagen se repite en los alrededores de los invernaderos de toda la provincia almeriense. “Es increíble, hay por todos lados”, dice Judit Serrano, que trabaja en el camping de la zona. Agricultores, ecologistas y administraciones repiten el mantra de que los culpables de esta contaminación son minoría: “Es culpa del 1% del sector”, aseguran. El problema es que ese porcentaje es muy significativo en una provincia con más de 31.000 hectáreas de invernaderos, 1.389 de ellas en Adra. En conjunto, generan 33.500 toneladas de plásticos al año, de los que se reciclan el 85% según los datos de la Junta de Andalucía. Es decir, cada año se quedan 5.000 toneladas sin tratar.
Este rincón de la península Ibérica llamó la atención al actual ministro de Ciencia e Innovación, Pedro Duque, cuando viajó al espacio por su gran visibilidad desde allí. También se ven en Google Maps las montañas de residuos abandonados desde hace años. Hay plásticos en cualquier rincón. En las ramblas, los arroyos, en la mediana de la autovía, en caminos, solares vacíos, enredados en los arbustos o flotando en la pequeña albufera de Adra. La ciudadanía local ha acostumbrado sus ojos, pero quienes llegan de fuera, como Serrano, que se crio en Zaragoza, se sorprenden. “Esto es un desastre”, dice el jiennense Manuel Mata, que junto a la uruguaya Gianella D’Alessandro llevan un año fotografiando residuos procedentes de la agricultura intensiva para hacer visible el problema. Su trabajo comenzó tras las graves inundaciones de septiembre de 2019, que arrastraron toneladas de plásticos acumulados durante años hacia el mar cerca de su casa. Desde entonces, toman imágenes y han organizado una docena de recogidas de basura en el litoral almeriense, ya sea en Adra, el Campo de Dalias o Níjar, al borde del Parque Natural Cabo de Gata. Se han convertido, “casi sin quererlo”, en activistas reconocidos. Nadie lo busca en un lugar donde muchos agricultores miran para otro lado, no quieren hablar del tema e incluso se sienten amenazadas. “Solo venís a fotografiar esto”, dicen algunos con enfado.
El último vídeo de Mata y D’Alessandro, en la playa de La Habana, se volvió viral en la zona y ha vuelto a poner el foco en el problema de la gestión de los residuos plásticos en un sector que aglutina a 30.000 agricultores, 50.000 empleos y unas ventas al extranjero por un valor que ronda los 2.500 millones de euros anuales, según la Administración andaluza. “Llevamos años denunciándolo”, dicen desde Ecologistas en Acción, donde destacan la existencia de numerosos vertederos ilegales y cómo el plástico se acumula, año tras año, bajo el suelo. “Es un problema muy grave porque afecta al medio ambiente, a la salud de la gente y al turismo”, añade Francisco Toledano, portavoz de la asociación Promar, que también organiza salidas de limpieza y otras actividades de sensibilización desde hace dos décadas, al igual que hacen desde Ocean Clean Project. Los propios agricultores se sienten los más afectados, porque una mala imagen les perjudica en los competitivos mercados internacionales en los que se mueven. Por eso temen a los periodistas alemanes, franceses o nórdicos que viajan hasta Almería para grabar la contaminación plástica. “Quienes tiran los residuos en cualquier lado son unos cretinos y unos marranos”, afirma con meridiana claridad Andrés Góngora, secretario provincial de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG).
En los invernaderos existen dos tipos de plásticos. Los más resistentes, son los que sirven de cubierta a las instalaciones. Tienen una vida útil de entre tres y cinco años y se necesitan tres toneladas por hectárea. Cuando toca cambiarlos, se llevan a plantas recicladoras que pagan unos tres céntimos por kilo al agricultor. Las empresas transforman esos residuos en granza —pequeñas bolitas— y las venden a China y al mercado nacional donde les dan una segunda vida en forma de suelos de parques infantiles, cubos, bolsas y muchas aplicaciones más. Los otros plásticos son más endebles, como los de acolchado, manta térmica o el de solarización ―similar al que se usa para envolver bocadillos― que es utilizado para desinfectar el terreno. La Ley también obliga a su traslado a plantas certificadas, que en este caso cobran 14 céntimos por cada kilo que gestiona ―el doble que hace un año, según denuncian en la Asociación Agraria Jóvenes Agricultores (Asaja) de Almería― porque su tratamiento es más complejo. Cada hectárea, de media, genera unos 250 kilos de este tipo de plásticos. Es decir, su entrega a centros homologados cuesta 35 euros.
“Está claro que no es una cuestión de dinero”, insiste Andrés Góngora, que pide sanciones ejemplares para los responsables y exonera a la mayoría de cualquier culpabilidad. Joaquín López, portavoz de la Unión de Agricultores Independientes, está de acuerdo. “La imagen es desoladora, pero corresponde a un 1% de agricultores”, subraya el profesional, que denuncia la existencia de “puntos pirata” de recogida de residuos, donde los entierran, ilegalmente, bajo el suelo o se queman. “El plástico también es un negocio”, insiste. Para esta organización, como para COAG y los propios ecologistas, la solución pasa por solicitar a cada agricultor un documento que certifique la gestión ordenada de sus residuos. Es decir, una trazabilidad del plástico ―como ya lo existe de los productos que cultivan y su transporte― y que, sin ella, no sea posible comercializar. “La mayoría del sector estaría de acuerdo porque ya lo hace y, así, el 1% que desprestigia la imagen del campo estaría obligado a cambiar sus desastrosas prácticas”, subraya Joaquín López.
Este agricultor envía con cierta frecuencia imágenes de suciedad a los responsables municipales de Adra. En el Ayuntamiento son conscientes del problema, que también achacan “a unos cuantos que son la excepción”. Fuentes del consistorio explican que limpian algunas vías, aunque los plásticos invaden casi todas las cunetas del laberinto de caminos de las zonas de invernaderos por los que pululan camiones constantemente. También que, cuando se detectan vertidos ilegales, avisan a la Junta de Andalucía —“porque es la Administración competente”— e incluso a la Guardia Civil. “No podemos poner un policía en cada invernadero”, señalan fuentes municipales, que en el caso de la basura acumulada en la playa de La Habana pidieron a la Dirección General de la Costa y el Mar, del Ministerio de Transición Ecológica, que retire los residuos “porque es su competencia”. Unos por otros, el campo almeriense, sin barrer.
Compromiso blanco para aumentar el reciclaje
Adra, junto a otra docena de municipios almerienses, ha firmado un acuerdo con la Junta de Andalucía para poner en marcha la iniciativa Compromiso blanco, que busca conseguir reciclar el cien por cien de los plásticos generados en los invernaderos. La campaña pretende la adhesión voluntaria de agricultores para la vigilancia y control de los residuos, así como informar y “fomentar la correcta gestión” al sector. La consejera de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo Sostenible, Carmen Crespo, explicó hace unos días que en Almería hay siete plantas de gestión de estos residuos con capacidad para 33.000 toneladas y que actualmente tratan 28.500 toneladas, el 85% del plástico que se deshecha en el campo. Es decir, que los invernaderos de la provincia generan 33.500 toneladas de plásticos anuales, 500 más que la capacidad actual. Fuentes de Ecologistas en Acción tachan de “papel mojado” esta propuesta porque “las iniciativas previas nunca funcionaron”. Mientras tanto, la Asociación de Organizaciones de Productores de Frutas y Hortalizas de Andalucía (Aproa) ha puesto en marcha un teléfono (687 500 400) y un correo (residuos@aproa.eu) para denunciar puntos negros en la gestión de residuos.
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