Bolivia: el gran tropiezo de los extremos
Rodrigo Paz se impone a las opciones más radicales de derecha e izquierda
En el último semestre, Evo Morales intentó tumbar el Gobierno de su exdelfín Luis Arce y quitarle toda legitimidad al proceso electoral con una campaña en favor al voto nulo desde que no pudo viabilizar su propia candidatura. ...
En el último semestre, Evo Morales intentó tumbar el Gobierno de su exdelfín Luis Arce y quitarle toda legitimidad al proceso electoral con una campaña en favor al voto nulo desde que no pudo viabilizar su propia candidatura. Jorge Tuto Quiroga prometió un severo ajuste estructural, el regreso de la asistencia financiera del FMI -incluso dio el posible monto de la ayuda- y el alineamiento con Estados Unidos, la detención de Morales y una total intransigencia con el partido que gobernó casi 20 años Bolivia al que sólo reconoció, en una entrevista con EL PAÍS, haber construido canchitas de fútbol. Entre esos extremos, Rodrigo Paz, que ganó inesperadamente la primera vuelta, apeló en la campaña del balotaje a un difuso “capitalismo para todos”, la fuerza de lo nuevo que le aportó su candidato a vicepresidente, el enigmático capitán Edman Lara, una posición menos hostil al MAS y la promesa de una salida más gradual a la severa crisis económica que deja la presidencia Arce. Consiguió el apoyo decisivo del voto blando del MAS para ganar la elección y del Occidente del país que rechazó la restauración conservadora que prometía Quiroga. Pero perdió en el Oriente y, curiosamente, en Tarija, su ciudad de residencia.
Paz, economista de profesión, hereda urgencias que afectan severamente la vida cotidiana de los bolivianos, como la escasez de combustible con largas filas en las estaciones de servicio, inflación en un país que conoce el trauma de la hiperinflación y el aumento del precio del dólar. Carga con las debilidades de los que llegan muy lejos demasiado rápido. Carece, en principio, de un partido. Su sigla, la del Partido Demócrata Cristiano, fue ofrecida en un mercado interno informal en la que los dueños colocan sus siglas a cambio de cargos o estímulos materiales y la promesa de alguna coincidencia. Sin un equipo de gobierno ni un programa delineado, el flamante presidente tampoco cuenta con mayoría parlamentaria -su propio bloque es heterogéneo- y deberá establecer una serie de alianzas y pactos que le den cierta gobernabilidad.
Hijo de un expresidente, y con años de vida política propia, Paz sabe que esa gobernabilidad también requiere de un tipo de acuerdo con las organizaciones sociales y sindicatos afines a Morales y los gobiernos del MAS, que irán a la mesa de conversaciones para buscar los términos de esa convivencia. Ese pacto social estará sujeto a los resultados de la gestión económica y de lo que suceda con las fuerzas afines al MAS (reducido electoralmente al 3%) y del propio Morales, que consiguió que el voto nulo obtuviera el 19% de los votos en la primera vuelta.
La lábil justicia Bolivia -uno de los problemas estructurales irresueltos e incluso agravado durante los años del MAS- ha desplazado sus energías a auscultar a Arce, el presidente caído en desgracia. La desastrosa gestión económica y la pelea fratricida en la que se embarcó con Morales concluye con causas judiciales que afectan el buen nombre y honor de él y sus hijos -uno de ellos fue detenido por pegarle a su expareja- y una denuncia por abandono de mujer embarazada de una funcionaria con la que supuestamente tuvo una relación amorosa. Arce va camino a convertirse en el malo perfecto de la retirada del MAS del poder con temas judiciales sensibles y sin apoyos políticos y sociales.
La situación de Evo Morales -todavía una figura de peso- es distinta. Pesan causas judiciales en su contra -algunas motorizadas por el Gobierno de Arce- y un pedido de aprehensión por un caso de estupro que no le impidió votar en la elección del domingo. A diferencia de Arce, Morales conserva la capacidad de movilización, aunque sin la potencia de sus tiempos de esplendor. Edmund Lara, el outsider que dotó al proyecto de Paz del aire de recambio frente a las opciones tradicionales y el declinante partido de gobierno, es una fuente de preocupación para Morales desde que ha conseguido el interés y hasta el fervor del mundo popular del Occidente y Oriente del país.
Lara es, también, un tema de cuidado para el propio Paz. Habló anoche primero que nadie desde su casa de Santa Cruz y curiosamente no viajó a La Paz para estar con su compañero de fórmula. Su tendencia a autonomizarse y actuar por la libre parece impropio de un hombre de la policía. Vestido con la camiseta de la selección de Bolivia, Lara recordó la campaña sucia de un ciudadano ecuatoriano, en referencia al repertorio que recurrió nuevamente para desacreditarlo el consultor Jaime Durán Barba -uno de los grandes derrotados de la noche- que trabajó para Quiroga.
Más tarde, en La Paz y con la sola compañía de su esposa e hijos en el escenario, Paz buscó que su demorada salida a esa escena como presidente electo ratificara esa condición de moderado en la era de los extremos. Con apelaciones familiares, patrióticas, de grandes acuerdos y convocatorias locales, hizo referencias a las llamadas de presidentes y del secretario de Estado adjunto de Estados Unidos, que le contó de la disposición de la administración Trump a ayudar en la crisis. La comunicación con el mundo exterior fue más fácil porque, a diferencia de la noche de su victoria de primera vuelta, no le robaron el celular.