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Afloran detalles sobre el caso de acoso sexual que estalló en el Gabinete de ministros de Brasil

La policía ya tomó declaración a la ministra Franco y al destituido Almeida en un caso que sigue secreto desde septiembre y tiene al menos cinco denunciantes

Silvio Almeida, cesado del cargo de ministro de Derechos Humanos el pasado septiembre tras ser denunciado por acoso sexual.EVARISTO SA (AFP)

Las denuncias anónimas -y ante la ONG Me Too Brasil- de que el ministro de Derechos Humanos de Brasil había acosado sexualmente a una ministra, entre otras mujeres, cayeron como una bomba atómica en septiembre pasado. En menos de 24 horas, el filósofo Silvio Almeida fue cesado por el presidente Luiz Inácio Lula da Silva. La titular de Igualdad Racial, Anielle Franco, alabó la destitución y anunció que colaboraría con la investigación. Transcurridos sei...

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Las denuncias anónimas -y ante la ONG Me Too Brasil- de que el ministro de Derechos Humanos de Brasil había acosado sexualmente a una ministra, entre otras mujeres, cayeron como una bomba atómica en septiembre pasado. En menos de 24 horas, el filósofo Silvio Almeida fue cesado por el presidente Luiz Inácio Lula da Silva. La titular de Igualdad Racial, Anielle Franco, alabó la destitución y anunció que colaboraría con la investigación. Transcurridos seis meses, ambos han declarado ya ante la policía en una investigación que sigue bajo secreto. Y han aflorado detalles en un amplio relato publicado por la revista Piauí que permiten vislumbrar mejor los contornos del caso. Franco ha sido parca hasta ahora sobre el caso Almeida. Mientras, el denunciado se declara víctima de una trama para destruir su reputación y su carrera. Jura por su esposa y por su hija que es inocente.

El reportaje describe varias de las supuestas agresiones que la policía investiga. Una de ellas ocurrió durante una reunión ministerial, el 16 de mayo de 2023. La había convocado y la presidía la ministra Franco y el asunto a tratar eran las políticas antirracistas en los aeropuertos. El director general de la Policía Federal se sentó a su izquierda; a su derecha, el ministro Almeida. Asistían también otros ocho altos cargos. “En medio de la reunión, Almeida avanzó sobre el muslo de Anielle y le colocó la mano izquierda entre las piernas. Ella lo repelió de inmediato”, relata Piauí. “Los presentes en la reunión no vieron nada de lo que pasó debajo de la mesa, pero notaron que, al final del encuentro, la ministra parecía estar en shock”, añade. Según le confesó luego a una amiga, ahí se dio cuenta de que él tenía “una alarmante seguridad de que quedaría impune”.

No fue así porque varias mujeres, incluida según Piauí la ministra, llevaron a la ONG Me Too Brasil sus denuncias contra el ministro, que luego trascendieron a la prensa.

El feminismo alabó el coraje de la ministra y su efecto pedagógico. Desde el primer minuto, el escándalo tuvo además un impacto enorme entre los progresistas brasileños, los activistas de derechos humanos, el movimiento negro… Por el tenor de las acusaciones y porque el presunto agresor y la más desataca de las supuestas víctimas eran dos de los ministros más populares del Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva. Ambos negros, ambos novatos en política.

Ella saltó al primer plano y a la política tras el asesinato de su hermana mayor, la concejala de Río Marielle Franco, asesinada por dos policías justo este viernes hace siete años. Hasta entonces era profesora de inglés. Almeida se había convertido en poco tiempo en uno de los intelectuales negros más relevantes y respetados de su generación, autor de un libro fundamental titulado Racismo Estructural. Todo eso saltó por los aires en horas hace seis meses. A las horas de conocerse las denuncias anónimas, una mujer, Isabel Rodrigues, contó a cara descubierta en un vídeo que colgó en Instagram que ella también había sido agredida por Almeida años atrás y describió una escena muy similar a la relatada sobre la reunión ministerial.

El relato de Piauí, una prestigiosa publicación inspirada en The New Yorker, se basa en entrevistas con 39 fuentes, la mayoría amparadas en el anonimato. Entre las fuentes no está el sospechoso porque declinó dar su versión, pero sí allegados tanto de Almeida como de Franco. La revista destaca que habló con cinco de las denunciantes.

La ministra Franco ha mantenido un perfil bajo en lo que respecta al caso. Al mes de estallar el escándalo, declaró ante la policía. Y, ese mismo día, habló en una entrevista sobre su odisea, “un conjunto de actos inapropiados y violentos, sin consentimiento ni reciprocidad, que, lamentablemente, viven a diario las mujeres de todo el mundo”. El asunto se desvaneció de los medios.

Desde que empezó el acoso, Franco apostó por la discreción, temerosa del enorme potencial dañino para el Gobierno si el caso trascendía. Al principio, se lo confió a una amiga, pero a medida que las agresiones fueron más graves habló con su marido, con varios miembros del Gabinete ministerial y con sus padres. Entre medias, se reunió mano a mano con Almeida en un restaurante de Brasilia para trasmitirle hasta qué punto su comportamiento la incomodaba. Tras lo que a ella le pareció una disculpa, él se despidió en el aparcamiento con un comentario lascivo.

Piauí sostiene que al menos cuatro altos cargos hablaron del asunto con el presidente Lula antes de que el caso saltara a la esfera pública. Un emisario con rango de ministro fue enviado a hablar con Almeida. Para entonces él ya tenía archivados todos los mensajes de WhatsApp que se habían intercambiado. El día que las denuncias trascendieron, Lula insistió en la presunción de inocencia —asunto vital para él, que estuvo 580 días en prisión por un caso anulado después—. Al día siguiente, citó al ministro en su despacho, escuchó sus explicaciones, le pidió que dimitiera y, al negarse, lo cesó.

Almeida dio una larga entrevista a UOL a finales de febrero, la víspera de prestar declaración ante los investigadores. Rechaza todas las acusaciones y acusa a la ministra de haber “caído en una trampa por su falta de comprensión sobre cómo funciona la política”.

Claudielle Pavão, profesora de historia e investigadora sobre las relaciones de raza y género, recalca que “el acoso es acoso y debe ser investigado, venga de dónde venga”. Explica que el caso Almeida ha supuesto un desgarro dentro del movimiento negro, especialmente entre las feministas. Ha causado “una ruptura entre las que insisten en que el acoso es un rasgo de masculinidad que viene de todos los lados, y entre otras mujeres, de una generación anterior, que alertan de que conviene tener cuidado porque existe un intento de aniquilar la vida pública de Almeida”.

Almeida se había labrado una carrera de intelectual respetado y honrado. Para el movimiento contra el racismo y a favor de que ese 56% de la población brasileña que es negra o mestiza alcance espacios de poder, su caída significa el fin abrupto de la ilusión que generó su entrada en la cúpula del poder y de una esperanza para el futuro. Para muchos era un auténtico referente, una personalidad pública con enorme proyección que estaba llamado a llegar aún más lejos.

Mientras la policía prosigue con su investigación en secreto y la ministra Franco, con sus tareas de gobierno al frente de Igualdad Racial, un Almeida sumido en el ostracismo anuncia la reedición de su libro más exitoso.

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