Venezuela pide a los profesores jubilados que regresen a las aulas para paliar la deserción de maestros
La emigración y los sueldos bajos de los trabajadores de la educación explican la baja de más de 100.000 maestros en los últimos años a poco más de una semana del inicio de las clases
El ministro de educación de Venezuela, Héctor Rodríguez, ha firmado una resolución en la cual invita a los profesores y maestros jubilados a regresar a trabajar a las aulas, a poco más de una semana del inicio del año escolar en el país. La medida busca cubrir una gran cantidad de vacantes existentes, particularmente en el sector público, a causa del desmantelamiento de su estructura salarial y la emigración masiva de trabajadores de la enseñanza.
Rodríguez también anunció a los profesores del ministerio que estén en “comisión de servicios” -es decir, trabajando en funciones administrativas diferentes a las de la enseñanza- que deben regresar a trabajar como maestros. Al hacer el anuncio, Rodríguez reconoció que existen “algunas dificultades” para cubrir materias de enseñanza como matemáticas, física y química en la instrucción pública nacional, y agregó que era necesario “lograr rápido que los alumnos tengan todos sus profesores a tiempo completo”
“La principal tarea que tenemos es garantizar una educación de calidad, inclusiva y para todas y todos, pero la principal dificultad para lograr ese objetivo es nuestra propia burocracia, el funcionamiento del Ministerio”, manifestó. La tormenta hiperinflacionaria y la brutal contracción económica que vivió el país en el periodo 2014-2020 produjo un éxodo masivo de profesores desde finales de la década anterior, y un grave deterioro en el sistema educativo venezolano, una de las banderas de la propaganda chavista cuando habla de inversión social y logros de su gestión. La Federación Venezolana de Maestros, un sindicato educativo, calcula que se han marchado 100.000 maestros entre 2015 y 2020.
El Gobierno de Maduro se pasó varios años negando esta realidad, reivindicando que, pese a la crisis, “en Venezuela no se ha cerrado una sola escuela”. En este momento, sus voceros responsabilizan de las sanciones internacionales de lo que sucede, puesto que, según afirman, les ata de manos en términos presupuestarios. Un maestro de escuela pública gana en este momento un aproximado a 25 dólares mensuales (en 2010, pasaba de 400, y ya estaba mal pagado). Se benefician de algunos bonos adicionales que coloca en el Gobierno en sus billeteras digitales (unos 150 dólares más), y eventualmente buscan otros ingresos dando clases particulares.
Abundan historias de maestros migrando al comercio, haciendo de mototaxistas o aceptando los primeros créditos que ofrece la banca pública en casi siete años para financiar micro-emprendimientos. Si el sector público de la educación venezolana atiende al grueso de los sectores populares del país, la educación privada habitualmente cubre a los sectores de clase media y alta, un 30% de la población. La educación privada tiene muchos problemas para retener a los profesores que se quieren ir del país y también ha mermado sus servicios, pero en general sus condiciones son considerablemente mejores.
En este regreso a clases, Nicolás Maduro ha anunciado un plan de ayudas socio económicas y mejoras para los empobrecidos maestros venezolanos, los más pobres de toda Sudamérica. Consisten en un programa digital de compras por crédito para adquirir bienes; un nuevo plan de asistencia sanitaria; cobertura del transporte urbano y un subsidio mensual con bolsas de comida. La red de escuelas públicas del país, también muy deterioradas en los últimos tiempos, han sido objeto de un plan general de mantenimiento, para el cual Maduro pidió ayuda logística a las Fuerzas Armadas
El sindicato magisterial venezolano, uno de los más grandes del país, tiene tiempo muy molesto con los rezagos salariales del ejecutivo, y ha sido uno de los epicentros del malestar social expresado en protestas en las calles en los últimos dos años. Algunas de ellas han sido reprimidas con dureza por el Gobierno, judicializando a sus organizadores. Desde los tiempos de Hugo Chávez, la revolución bolivariana ha invertido muchísimo dinero en la salud y la educación, con algunos resultados alentadores en los primeros años que fueron derivando a la larga en catastróficas experiencias administrativas y fracasos sin atenuantes.
Los proyectos educativos chavistas tuvieron un momento de éxito y arraigo, con la creación de las denominadas Escuelas Bolivarianas, y proyectos de atención a la pobreza en las escuelas como el Programa de Alimentación Escolar. Se lograron claros avances en materia de educación preescolar y se expandieron modelos alternativos de acceso a la educación superior, a través de la llamada Misión Sucre.
Los logros chavistas en educación, como en salud, comenzaron a agrietarse cuando se concretó el colapso socioeconómico nacional, en plena crisis cambiaria del año 2013, y los precios de los bienes y servicios comenzaron a desaparecer de los mercados y encarecerse. La corrupción estructural debilitó casi todos sus programas sociales y la acelerada devaluación de la moneda evaporó los salarios de los maestros, además del dinero disponible para el mantenimiento.
Luego de importantes avances registrados desde los años 40 hasta los años 80 -tiempos en los cuales casi se erradicó el analfabetismo y se masificó el acceso a la educación primaria- la educación en Venezuela, particularmente la pública, entró en una decadencia de la cual no se ha podido recuperar.