Joel Calero, autor de la película que ha escandalizado a Perú: “No he romantizado el terrorismo”
Su obra ‘La piel más temida’ ha sido acusada de “humanizar a terroristas” de Sendero Luminoso, reavivando el inacabable debate público sobre la memoria que polariza al país y poniéndolo a él en la diana de los extremistas
Hace unos días conceptos como “conflicto armado interno” y “terrorismo” fueron tendencia en Perú, en la red social X, a raíz del estreno de una película y la acusación de un conductor de televisión. “Trata de romantizar y humanizar a terroristas”, fueron los reproches hacia La piel más temida, un drama sobre una jovencita que regresa a su país después de haber vivido veinte años en Suecia para vender una casona colonial de la familia en el Cusco. Pero descubre que su padre, de quien no guarda el más mínimo recuerdo, purga condena por terrorismo tras haber ordenado una masacre de 73 camp...
Hace unos días conceptos como “conflicto armado interno” y “terrorismo” fueron tendencia en Perú, en la red social X, a raíz del estreno de una película y la acusación de un conductor de televisión. “Trata de romantizar y humanizar a terroristas”, fueron los reproches hacia La piel más temida, un drama sobre una jovencita que regresa a su país después de haber vivido veinte años en Suecia para vender una casona colonial de la familia en el Cusco. Pero descubre que su padre, de quien no guarda el más mínimo recuerdo, purga condena por terrorismo tras haber ordenado una masacre de 73 campesinos.
Joel Calero, el director, sostuvo un debate con Francisco de Piérola, el conductor del programa Mundos paralelos. Debate que se enfrascó en por qué no se había pronunciado la palabra terrorista explícitamente en los 121 minutos del filme y que fue interrumpido abruptamente a los catorce minutos. Sea por simple curiosidad, genuino interés o ánimo de reivindicar la película, el público se volcó hacia las salas en lugar de alejarse. Esta mañana Joel Calero (Huancayo, 1968) está en su oficina —un espacio donde alternan afiches de In the mood for love de Wong Kar Wai y retablos andinos—, en San Isidro, revisando las capturas de pantalla de las distintas salas de cine. Lucen abarrotadas, lo cual sorprende para no ser fin de semana.
Por estos días, desde el Congreso, una parlamentaria envió un oficio al Ministerio de Cultura, solicitando información acerca de las películas que son financiadas por el Estado y que estarían “relativizando las acciones y delitos de grupos terroristas”. En esa misma línea, este lunes otro legislador ha pedido la creación de una comisión para investigar los procesos de asignación de los estímulos económicos otorgados a proyectos cinematográficos y audiovisuales entre el 2011 y el 2023. El gatillador: que La piel más temida haya ganado en un concurso nacional, organizado por el Ministerio de Cultura, 570 mil soles (154.000 dólares) en el 2017 y luego otros cien mil soles (27.000 dólares) para la distribución en el 2023.
Pregunta. ¿Reflexionar y tratar de entender un fenómeno como lo fue el terrorismo es justificarlo?
Respuesta. Cómo va a serlo. Abordarlo no es justificarlo porque si no alguien pensaría que abordar el tema del nazismo en Zona de interés es una defensa a los nazis. Nada más absurdo. Esta es la segunda película de una trilogía fílmica sobre la memoria que empecé con La última tarde (2016). Lo particular es que aborda en el presente los ecos del pasado. La primera trata sobre el reencuentro de una pareja de terroristas que ajustan sus pendientes y devenires ideológicos varias décadas después. Esta segunda es acaso la menos política. Es un viaje a la identidad, es el descubrimiento del origen campesino y humilde de una mujer que ha vivido en el extranjero toda su vida. El encuentro con los ancestros en un país que los niega y bromea sobre la piel cobriza llamándola color cartón o color puerta.
P. Una gran parte de la población se pregunta, con indignación, por qué se siguen escribiendo libros y filmándose películas sobre lo que sucedió en el Perú en los años ochentas y noventas. ¿Por qué es necesario?
R. Por la misma razón que casi 70 años después de haber concluido el Holocausto se estrenan películas como El hijo de Saúl. Dicho de otra manera: porque los hechos traumáticos de un país necesitan ser abordados una y otra vez para poder curar esas heridas, reflexionar sobre ellas y visualizar cómo están presentes. El director de Zona de interés (Jonathan Glazer) al recibir el Oscar no reflexionó acaso sobre la paradoja de mostrar a los judíos como víctimas, cuando ahora ellos están comportándose de la misma manera con los palestinos. A todo esto mi película ni siquiera va sobre ese tema, es más bien colateral.
P. ¿Qué le parece lo más grave en esta discusión?
R. Me parece haber demostrado plenamente que no existe ninguna romantización sobre el terrorismo en la película. Pero resulta inadmisible pretender negar el terrorismo de Estado y llamarle “defensa nacional”. Esa es una falta de respeto a las víctimas. A estas alturas es un negacionismo que nos hace daño. ¿Cómo podemos pretender una reconciliación si no reconocemos que el Estado se equivocó? Es inconcebible.
P. Dígame, ¿denunciar a los malos elementos de una institución, en este caso las Fuerzas Armadas, es ser un anti?
R. No, al contrario. Es como cuando a un cuerpo le extraes un órgano putrefacto. ¿Quién podría pensar que el Ejército que se fajó por el país, que combatió el terrorismo era todo malo? Por Dios. De ninguna manera. Vaya que tienen héroes. Pero también es cierto que hay que señalar a los militares y policías que tuvieron un mal proceder como el exteniente Telmo Hurtado, que en los ochentas asesinó niños. Es justamente revalorar y no meter en el mismo saco a esos buenos elementos.
P. Hay quienes consideran que utilizar el término conflicto armado interno es una tibieza, una forma de no llamar a las cosas por su nombre.
R. Qué extraña demanda de nominalización de terrorismo cuando el expresidente Alan García los llamaba subversivos. ¿Nos vamos a quedar en el rótulo o vamos a hacer un intento por profundizar? Ese es el fondo del asunto.
P. Se le acusa de no incluir la palabra terrorista en su película. ¿Es la literalidad uno de los males de nuestro tiempo?
R. La literalidad y la falta de inteligencia. Si el padre de la protagonista ordenó matar con machete a 73 campesinos y destazarlos como vacas, aludiendo a la masacre de Lucanamarca, ¿habrá necesidad de decir que es un terrorista para complacerlos? ¿En algún momento en la saga de El Padrino a Vito Corleone se le dice capo de la mafia? A quién le cabe duda que lo es, pero nunca se lo dicen. Es una pretensión desmedida e inconsistente. ¿Acaso decir conflicto armado interno es negar el terrorismo? El terrorismo es una forma de violencia que existió durante el conflicto armado interno.
P. También se le criticó por humanizarlos. En general, ¿por qué cuesta comprender que los personajes de una ficción son complejos y que hasta los más sanguinarios tienen otras capas?
R. Creo que sí. Cada vez se entiende menos lo que es una ficción. Y se entiende menos en aquellos que ni siquiera han visto la película. Es una historia tierna entre una nieta y su abuela, una abuela campesina que un inicio la trata con distancia y no acepta abrazos. El problema son todos esos sectores que imponen un juicio a priori.
P. A propósito de la abuela Dominga. En algún momento de la película dice: “¿acaso no eran seres humanos? Los humanos también se equivocan”.
R. Es una frase tan clara. Eran seres humanos, perversos, pero eran seres humanos. ¿O acaso eran unicornios? La abuela dice una perogrullada. Desde su perspectiva cómo no va a ser una equivocación. Ella nunca estuvo de acuerdo con los pasos que siguió su hijo.
P. En otro pasaje, el tío de la protagonista dice: “Cómo no va a surgir Sendero”. ¿Otra parte que se evita en esta discusión es no entender el contexto de cómo nacieron los grupos terroristas?
R. Todas estas insurgencias que surgen en América Latina parten de un contexto de asimetría social, de injusticia, de un aprovechamiento desmedido de ciertos sectores. Ante ello un grupo quiere obtener justicia, pero no por las vías legales sino por las armadas. El documental La revolución y la tierra no exhibió acaso cómo los hacendados trataban como siervos a su gente. Y no estamos hablando del medioevo, sino del Perú de hace 50 años. ¿Estos hechos no son entonces un caldo de cultivo para que aparecieran movimientos al calor de las ideologías de aquella época? Fue una explosión de insatisfacción que capitalizó Abimael Guzmán, líder de Sendero Luminoso. Guzmán no era un tipo particularmente brillante, pero se dirigía a gente devastada económica y socialmente.
P. Usted nació en el 68. Eso quiere decir que en los años más álgidos del terrorismo pasó de la pubertad a la juventud. ¿De qué manera le tocó a usted y su familia?
R. Yo soy huancaíno, pero en el 83 me vine a Lima a estudiar ingeniería industrial, hice media carrera y luego me pasé a literatura. Muy pronto me hice cinéfilo. Pero fue cuando volví a Huancayo que conversé con amigos entrañables que me contaron cómo en sus universidades vivían amenazados por los comandos terroristas y los ingresos de El Ejército. Mi vivencia fue más bien tamizada. Se remitía a los apagones. No viví el horror. Acaso por eso lo quiero contar.
P. ¿Por qué no ha podido extirparse el cuco del terruqueo?
R. Porque es una estrategia política. Llamar terruco a alguien es ponerle un sambenito y como es terruco lo puedes matar. Es una manera de denigrar, de manipular. Basta que un joven proteste para que lo llamen terruco y al hacerlo le están dando el estigma mayor de este país. Así se deslegitima la capacidad de protestar y discernir. Es una estrategia para no visibilizar la diferencia, para mantener un status quo injusto, podrido. Por eso existe el terruqueo.
Siga toda la información de El PAÍS América en Facebook y X, o en nuestra newsletter semanal.