Alberto Fujimori regresa a la primera línea como ‘influencer’ en Twitter y Tik Tok
El autócrata, al que se le concedió un indulto por su mala salud, anuncia su incursión en las redes sociales para “ampliar su defensa” en los juicios que enfrenta por crímenes de lesa humanidad
Desde hace 35 años, Alberto Fujimori es el gran influencer de la política peruana y no piensa dejar de serlo. Cada uno de los pasos del outsider que derrotó a Mario Vargas Llosa en los noventa tienen un impacto directo en la realidad nacional. Instauró una dictadura y una fuerza política inclaudicable con su apellido; sembró ambiciones políticas en su hija Keiko, quien no ha cesado de tentar el poder; dio lugar al antifujimorismo, el partido político más robust...
Desde hace 35 años, Alberto Fujimori es el gran influencer de la política peruana y no piensa dejar de serlo. Cada uno de los pasos del outsider que derrotó a Mario Vargas Llosa en los noventa tienen un impacto directo en la realidad nacional. Instauró una dictadura y una fuerza política inclaudicable con su apellido; sembró ambiciones políticas en su hija Keiko, quien no ha cesado de tentar el poder; dio lugar al antifujimorismo, el partido político más robusto del país; y ha sido la papa caliente de varios presidentes que se han debatido entre otorgarle el indulto o no.
Se han cumplido tres meses desde que el patriarca de los Fujimori abandonó la cárcel de Barbadillo, al noreste de Lima, gracias a un cuestionado fallo del Tribunal Constitucional que revalidó un indulto humanitario, concedido por el expresidente Pedro Pablo Kuczynski en diciembre de 2017. Su imagen ha dado un vuelco notorio, despertando una ola de críticas al considerar que su excarcelación es una farsa. Del Fujimori demacrado que salió de prisión, con una cánula nasal y un balón de oxígeno, al Fujimori que hace poco anunció su nueva cuenta de TikTok y su página web, sin problemas para respirar y luciendo una juvenil camisa color turquesa, hay un abismo.
“Estimados amigos: para ampliar mi defensa expuesta en las audiencias judiciales, en las que se dispone obviamente de un tiempo limitado, he decidido reabrir mis redes sociales oficiales”, dijo el antiguo autócrata para luego dar la dirección exacta de cada una de sus cuentas. Apenas un día antes, Fujimori, esta vez sí con la cánula nasal puesta, le había hecho un pedido a la jueza Miluska Cano, a cargo del caso Pativilca —donde se le acusa de ser autor mediato del secuestro, tortura y asesinato de seis campesinos en 1992—: que le reduzcan el número de audiencias por su delicado estado de salud.
“Solicitaría que, por favor, se pudiera programar, a lo máximo, dos audiencias por semana, porque tres me producirían un fuerte estrés, tensión que agravaría mi condición de salud. Yo sufro de desfibrilación auricular paroxística, una enfermedad al corazón; y sufro también de fibrosis”, le imploró a la magistrada, con un semblante claramente distinto. La jueza dejó abierta la posibilidad, haciendo hincapié en que su presencia es necesaria en casos indispensables: “en cuanto tenga una dificultad en su salud, usted lo pone en conocimiento del tribunal y el tribunal lo ponderará de la manera más justa posible”.
Tras su excarcelación el pasado 7 de diciembre, Fujimori no se dejó ver en las primeras semanas, incluso en las fiestas de fin de año. Reapareció públicamente en enero para realizar trámites, como la actualización de sus datos en el Registro Nacional de Identificación y Estado Civil (Reniec), y se limitó a enviar saludos. En la quincena de febrero, luego de realizarse unos chequeos en una clínica, toreó preguntas de coyuntura y hasta dijo haberse “olvidado de la política” por estar “más concentrado en su salud”. Una semana después cambió de parecer y hasta se fue de boca: confirmó que Fuerza Popular, el partido liderado por su hija Keiko, tiene una alianza con la presidenta Dina Boluarte que le asegura su permanencia en Palacio hasta el 2026; señaló que el fujimorismo postulará en las próximas elecciones, sin precisar si insistirán con Keiko como candidata; y trató con guantes de seda a Vladimiro Montesinos, su exasesor presidencial, quien está tras las rejas por múltiples delitos: “cada persona comete sus errores, ¿no? Pero él cumplió su función”.
Con estas declaraciones, Fujimori regresó oficialmente a la arena política y dejó en claro que no pretende jubilarse. Keiko no desdijo a su padre. De ello se encargaron varios congresistas ‘Naranjas’ que intentaron justificar lo dicho por el exmandatario con malabares. Desde el Ejecutivo, el saliente Primer Ministro Alberto Otárola negó cualquier pacto. Pero Fujimori ya había logrado su cometido: remecer la escena política a sus 85 años.
La vitalidad que ha recobrado en tiempo récord es motivo de estudio. El programa digital La Encerrona reveló una foto de Fujimori en un almuerzo sin ninguna asistencia médica, departiendo sin depender del balón de oxígeno ni su cánula nasal, objetos con los que sí aparece en las audiencias virtuales por los juicios que se le siguen. Gisela Ortiz, representante de los deudos de La Cantuta —estudiantes universitarios asesinados por el grupo paramilitar Colina en 1992 por supuestamente ser terroristas— ha opinado con pesar: “para conectarse a las audiencias está agotado, enfermo, con oxígeno. Pero para estar al día con sus redes sociales, sonríe, no usa su oxígeno y tiene tiempo. La gran farsa de la enfermedad y de las supuestas razones para el indulto humanitario no existen. Solo en el país de las injusticias y burlas al dolor y derechos de las víctimas, un condenado por graves delitos, sale libre por arreglos políticos”.
Tras pedir una prórroga, el Estado Peruano tendrá hasta el 2 de abril para enviar un informe a la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre la excarcelación de Fujimori, contraviniendo una orden de dicha organización supranacional. En unos cuantos días, la cuenta de TikTok de Fujimori se acerca a los 60 mil seguidores. Su descripción no deja indiferente a nadie: “el presidente que cambió al Perú”.
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