El carnaval de Río de Janeiro homenajea a los yanomamis y a su lucha
Las escuelas de samba, históricamente vinculadas a la crítica social, también han dedicado sus desfiles de este año a los jóvenes víctimas de la violencia policial y el racismo
Los desfiles de carnaval de las escuelas de samba de Río de Janeiro, en muchas ocasiones, esconden densos mensajes de crítica política y social tras su aparatoso envoltorio visual. Es el caso de Salgueiro, una comparsa que la noche del domingo llevó al Sambódromo la lucha de los indígenas yanomami, que en los últimos años sobreviven acosados por la minería ilegal, las enfermedades y el hambre. Probando que el carnaval no esqu...
Los desfiles de carnaval de las escuelas de samba de Río de Janeiro, en muchas ocasiones, esconden densos mensajes de crítica política y social tras su aparatoso envoltorio visual. Es el caso de Salgueiro, una comparsa que la noche del domingo llevó al Sambódromo la lucha de los indígenas yanomami, que en los últimos años sobreviven acosados por la minería ilegal, las enfermedades y el hambre. Probando que el carnaval no esquiva temas espinosos, en el desfile hubo personajes vestidos de garimpeiros (mineros furtivos de oro) con fusiles echando chispas, una excavadora devorando la selva, calaveras con boina militar o una carroza con la estatua de un indígena que se teñía de sangre. También hubo un discreto homenaje en forma de bandera al periodista Dom Philips y el indigenista Bruno Pereira, asesinados hace dos años en el valle del Yavarí, en la Amazonia brasileña.
Minutos antes de que la escuela de samba entrase en el Sambódromo, su carnavalesco (una especie de director artístico), Edson Pereira, contenía los nervios mientras daba los últimos retoques a los disfraces y las monumentales carrozas, alguna de hasta 20 metros de altura: “Hablar de los yanomamis es hablar de una deuda que tenemos desde hace 524 años [en referencia a la llegada de los portugueses en 1500]. Lo que quiero es que ellos se sientan representados, con toda la belleza, con toda la cultura, pero sin quitar la seriedad de este momento que estamos viviendo, que es un momento de emergencia”, decía.
Hace poco más de un año, el Gobierno brasileño lanzó una operación de urgencia para expulsar a más de 20.000 garimpeiros del territorio yanomami, al norte de la Amazonía brasileña, en la frontera con Venezuela. Poco después, la escuela se propuso contar la historia de estos indígenas en el carnaval de 2024. El carnavalesco y su equipo entraron en contacto con el líder espiritual y chamán de los yanomami, Davi Kopenawa, que dio su visto bueno al tributo y pidió que el desfile no sólo mostrara la tragedia ambiental y social de su pueblo, sino también la riqueza de su mitología y su fortaleza.
Kopenawa parecía satisfecho con el resultado: desfiló por la pasarela de samba acompañado de otros líderes indígenas y tarareando la canción que vertebró el desfile (cada escuela compone una ex profeso para cada edición del carnaval). La letra incluye versos como “no queremos vuestro orden ni vuestro progreso”, en referencia al lema estampado en la bandera de Brasil, y un estribillo en su lengua nativa que repetía Ya temi xoá (aún estoy vivo). Fue una de las más cantadas de la noche por los más de 70.000 espectadores de las gradas del Sambódromo.
El papel pedagógico de las escuelas de samba es uno de los puntales de su razón de ser. Pocos días antes del carnaval, el actor Leonardo Di Caprio, simpatizante de la causa indígena y ambiental, compartía en sus redes la samba de Salgueiro celebrando ese momento de visibilidad para los yanomami.
Salgueiro no fue la única escuela en realizar un desfile combativo. La noche del lunes, 16 madres que perdieron a sus hijos en su mayoría víctimas de la violencia policial (un fenómeno especialmente grave en Río), desfilaron con Portela, mostrando los rostros de sus hijos estampados en camisetas. Esta escuela plasmó en su desfile el libro superventas Um defeito de cor (Un defecto de color), de la escritora Ana Maria Gonçalves, que narra la saga de la heroína negra Luiza Mahin desde que fue secuestrada en África hasta que lideró la revuelta de los Malês en la ciudad de Salvador en 1835. El actual ministro de Derechos Humanos, Silvio Almeida, encarnó al hijo de la heroína revolucionaria, Luiz Gama, uno de los principales abolicionistas de la esclavitud en Brasil. “Sin las escuelas de samba y todo lo que Brasil me dio, no sería lo que soy: el ciudadano, el abogado, el profesor, el ministro del presidente Lula”, confesaba en sus redes sociales poco antes de pisar el Sambódromo.
Otra comparsa, Paraíso do Tuiuti, dedicó el espectáculo a la figura de João Candido, un marinero que en 1910 lideró una revolución contra los castigos físicos a la tropa de la Marina, mayoritariamente negra. Lo representó en una carroza Max Angelo dos Santos, un joven negro repartidor de comida que el año pasado fue azotado en plena calle con una correa de perro por una vecina blanca de un barrio de clase alta de Río y se convirtió en un símbolo de la persistencia del racismo en el siglo XXI.
Los desfiles de carácter reivindicativo se fortalecieron en los últimos años, pero el carnaval activista y de vocación didáctica de las escuelas de samba siempre estuvo ahí, desde su nacimiento hace un siglo como herramientas de resistencia de los afrobrasileños y los habitantes más pobres de Río. En la dictadura militar (1964-1985), sus compositores hacían virguerías para colocar referencias a la libertad en los versos de sus canciones. Ya en democracia, en 1988, año de la aprobación de la Ley Fundamental y del centenario de la abolición de la esclavitud, las escuelas de samba mantuvieron el espíritu crítico.
La samba de Vila Isabel ensalzó los ritmos de Angola cantando que la kizomba (un ritmo de aquel país) era su Constitución, y Mangueira se preguntaba si realmente la libertad había llegado para los negros cien años después: “Pregunte al creador quién pintó esa acuarela; libre del azote del cuarto de esclavos, preso en la miseria de la favela”.
Como muchas otras, son canciones y desfiles que permanecen en la memoria popular de los brasileños y sobreviven generaciones. De los últimos años, se recuerda especialmente el desfile de Mangueira, que venció la competición en 2019. La tradicional comparsa reivindicó a los héroes olvidados por la historia oficial y rindió homenaje, entre otros, a la concejala Marielle Franco, asesinada el año anterior.
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